Theketa, 27 de abril de 2016
Queridos hermanos y hermanas:
Yo creo que cada uno de nosotros tenemos nuestras contradicciones y yo tengo las mías. Estoy lleno de ellas… Una de esas es estar ahora en la lejana aldea de Theketa viviendo un ambiente de fraternidad y comunión que hace mejor cualquier calidad de vida humana; aunque la comida sea ‘fome’, alcanza para todos, aunque haya que ir a buscar agua en bidones como a un kilómetro pero hay tiempo para ello y la conversa del camino es siempre muy entretenida; los chicos tocando batuques, las niñas danzando y los adultos contándose la vida muertos de la risa, incluyendo a Andrea, enfermera obstetra y a Juan Cristóbal, agrónomo, que han venido por 6 meses pero quisieran volver y quedarse más. Es indudable que el trabajo de Andrea en el hospital ha aportado para que las condiciones del parto mejoren y que Juan le ha puesto pino enseñándonos técnicas agrícolas y con todo eso se hace mejor la vida. Pero estamos ahora saboreando aprender a vivir con esta comunidad austera, simple, sin la estridencia de la tele, armónica… y temo mucho que se pierda este gustito a barro humano y fraterno trayendo el «desarrollo» aquí. Esta es una de mis contradicciones… No sé cómo superarla y me tensiona la guata y la oración. Igual confío en que Dios sabe lo que hace… Estoy confiado al Espíritu que anima la vida de las plantas, las moscas, los planetas y del hombre…
En febrero, después de dejar a casi todos matriculados en escuelas, internados y universidades salí para Chile como siempre mareado de cansancio. Poco antes había salido Olimpia, para hacer un Magister en Nutrición en la UC. En la universidad y en Peñalolén esperaban su llegada con los brazos abiertos. Le he puesto tanto esfuerzo y cariño a la formación profesional de jóvenes de Maringwe, que ahora tengo miedo de quedar en la calle haciendo el loco como el coyote, cuando se nos pierdan ellos en las mareas y redes citadinas, alejándose definitiva y fatalmente de la armonía fraterna de Theketa. Luego de algunos criterios, reclamos y risas huecas que he escuchado en Chilito, no es para nada difícil que ello ocurra. Igual sigo mirando como los niños… atisbando en colores un futuro casi imposible.
Y por eso es que llegó Bernard, el holandés lleno de motivación y paciencia, a estar diez días en Chile entusiasmando médicos que vengan a hacer docencia en la Facultad de Medicina de nuestra U. Católica de Moz. Entre Concepción, Pto. Montt y Santiago tuvimos como 15 reuniones… En julio llegan los dos primeros profesionales chilenos y luego vendrán otros. Necesitamos en Mozambique de la experiencia de los que ya han aprendido. Y ya veo que los que vengan se volverán con la sonrisa en la cara y el alma dilatada. Y entrarán en el nuevo baile de la vida dinámica y absurda de volver a vivir a Chile con el corazón en África.
A mi regreso encontré que las tensiones político-militares se habían agudizado en Maringwe, de modo que en dos extensos sectores del distrito ya no se puede circular. Y la cuestión se pone brígida cuando con la falta de lluvias se han secado las siembras y los profes han tenido que soltar pa’ la casa a los críos más chicos que empiezan a llorar a media mañana con dolor de hambre en sus guatitas; todo mal… Y así estaban aquí aguantando bien Juan, un gigante colorín de más de 2 mts. que se pasea a pata pelá (45) entre Emaús y Santa Mónica, siempre rodeado de cabros chicos, junto con Andrea una simpática sureña que anda siempre sonriente porque su profesión le encanta; a ella no le cuesta nada partir los sábados y domingos al hospital acompañada de Nina a ver a sus pequeños pacientes o a sus mamás. Lo ha hecho varios días y a veces también de noche. Nos ilumina con su vocación; ellos han estado aguantando en mi ausencia.
La próxima semana llegará a Maringwe el voluntario N° 50, un número que me hace reflexionar respecto de nuestras intervenciones en la comunidad… ¿lo hacemos bien? Yo veo que todos llegan con ganas de ayudar pero a veces con iniciativas apresuradas y pasajeras, y en la mayoría de los casos juzgando la realidad con nuestros criterios, evaluando desde nuestra mirada convencidos de que el elefante es entero como su cola… Nos pasamos por el aro la cultura, sus razones y jerarquías, absolutamente seguros de que «ellos» deberían ser como nosotros. Y como en todos los escenarios es posible mandarse un numerito… un día una amiga iluminada por la justa idea de la igualdad femenina y del desarrollo de los pueblos quizá, le pasó las llaves de la Carmela a una chica de Santa Mónica para que avanzara 5 metros manejando. Los chicos de Emaús estaban presente y tanto ellos como las niñas sabían que eso estaba mal. Y se comenzaron a garabatear en chisena entre todos; ningún voluntario se dio cuenta… y el asunto explotó como dos semanas después con Mudiwa y Zacarías agarrándose a puñetes… y todo por un ‘divertimento’. Los africanos tienen su mundo, sus tiempos, sus propios órdenes y razones. Y a mí personalmente no me gusta andar preguntando sobre tradiciones y pensamientos. Cuando tengo mucha confianza, y después de algunos años lo he hecho. He vivido estos 19 años aprendiendo con ellos y todavía me sorprendo de mi ignorancia… Pero realmente se me cae el alma al suelo y quedo plop cuando oigo: «Roberto, nos gustaría aprovechar para conocer algunas playas…»; ‘aprovechar’, lucrar con la oportunidad… «¿Pero por qué no, Roberto? ¿Qué hay de malo en eessoo?? Tú crees que a ellos no les gustaría si tuvieran la oportunidad..? Pero «ellos» seguirán siendo «ellos», y de hecho NO tienen la oportunidad. Me gustaría que nos acercáramos a cambiar el pronombre ‘ellos’ por el ‘nosotros’ inclusivo… y la verdad es que no le veo otro sentido que pudiera tener la vida. En esto mismo, recuerdo que sí fuimos una vez a la playa un lote grande de chilenos y maringwenses, en Beira… y lo pasamos chancho. Me gustaría que hiciéramos de nuestra relación con Maringwe o con África más una opción para vivir que una oportunidad para aprovechar. Creo que es más entretenido, más humano y más verdadero, aunque cueste más y sea más lento. Tiene que ver con crear el clima fraterno de Theketa. Es un camino largo y no siempre fácil, un camino como el del amor, como el del matrimonio… es el camino de la vida apasionada…
Pero con hambre, sobre todo el hambre de los niños, no corren las filosofías; hace dos semanas llegaron también Pablo y Cecilia. Y entre los 5 hemos estado haciendo campañas para comprar arroz y distribuir entre los alumnos que vienen de aldeas lejanas y construyen sus chocitas para poder ir a la Escuela Secundaria; y pa’ no darlo sin ningún esfuerzo, hemos organizado cuadrillas para recoger y quemar la basura del pueblo y limpiar el terreno del hospital. También estamos consiguiendo dar papas de arroz dulce en dos escuelas primarias. Pero se nos llena de mamás afuera de Santa Mónica y de Emaús pidiendo algún trabajo para recibir algo o los papás que se pasean todas las mañanas pidiendo una peguita que sea… Y de las aldeas nos preguntan ¿y pa’ nosotros nada? El hambre pica y grita fuerte… Así que no queda otra, mirar pa’rriba o el reloj es fácil, pero contamos con ustedes, los que leen esta carta, para que la comida, aunque sea fome, alcance para todos y podamos hacer del camino de la vida una conversa que consuele el corazón y que nos acerque a Theketa, lugar sagrado de la Eucaristía.