Ceuta, 7 de mayo de 2015
Queridas hermanitas y amigos:
Después de más de un año de discernimiento y de preparación, reflexión y oración, llegó el momento de ponernos en camino hacia Ceuta. El 9 de abril desembarcamos en esta tierra para empezar una nueva fraternidad y vivir en este lugar de frontera, que es una puerta de África para Europa. Una ciudad de 80.000 habitantes, intercultural e interreligiosa: la mitad son musulmanes, y existe una comunidad cristiana, otra judía y otra de hindúes sindhis. Hay 40 mezquitas, siete iglesias, una sinagoga y un templo hindú. Por su geografía, esta ciudad se encuentra en el norte de Marruecos y dista 14 km por mar de España, de Algeciras. Este paso es el llamado “Estrecho de Gibraltar”. Está rodeada por el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. Es una ciudad muy bonita pero con mucha complejidad y mil contrastes en muy poco espacio: ¡30 km cuadrados! Estamos descubriendo distintas realidades que nos hablan mucho y nos conmueven: 8 kilómetros de valla que muchas personas intentan saltar… el mar que nos rodea por todas partes donde los migrantes arriesgan la vida para poder llegar… todo el intercambio comercial de la frontera… las “mujeres mulas”… la clandestinidad: no sólo africanos sino también marroquíes y argelinos que pasan a ser personas “sin papeles”… las condiciones de trabajo son duras y con salarios muy bajos, sobre todo para las mujeres que vienen todos los días de Marruecos… los niños que llegan solos y son acogidos en centros de menores… y el CETI “Centro de Estancia Temporal para Migrantes” para la primera acogida, gestionado por el gobierno, con capacidad para 500 personas, pero donde a menudo hay el doble… etc.
Desde que llegamos estamos acampadas en una habitación mientras esperamos que terminen las obras del piso donde vamos a vivir. Estamos en un barrio muy popular: Hadu. Los encuentros son fáciles, ya conocemos a nuestros vecinos, a gente del barrio, los que van a la parroquia, los migrantes… todos nos acogen muy bien y la vida nos lleva continuamente a dar gracias por el don de la Fraternidad.
Hemos hecho una “peregrinación” con mucho respeto y silencio, iluminada y acompañada por la oración y la Palabra de Dios: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” nos dice Jesús, y estos días nos repite sin cesar; “Permaneced en mí, amaos unos a otros…”. Ha sido una peregrinación no sólo interior, sino hacia lugares donde la vida y la muerte se encuentran:
- Benzu, donde rezamos y descubrimos la brutalidad de las vallas infranqueables.
- El Tarajal, único sitio por donde se puede pasar la frontera, donde nuestros ojos no pueden creer lo que ven.
- el CETI, donde encontramos una gran humanidad en todas las personas que allí trabajan. Nos han abierto las puertas para que podamos entrar y acompañar sobre todo a las mujeres que no salen de allí…
- Marruecos, que divisamos a lo lejos y donde podemos ir con facilidad. Con un pasaporte europeo, es fácil… pero aquí cerca hay centenares de jóvenes escondidos en el bosque esperando el día bendito de poder pasar donde nosotros. ¡Cuántos rostros encontrados que quedarán para siempre grabados en nuestro corazón! Rabat, Castillejos, y también Tánger, donde encontramos al obispo Santiago que es un hermano de verdad!
- Estar un rato en la playa para rezar, recoger el día y contemplar la belleza de esta naturaleza nos lleva también a ir al encuentro de la tragedia que se vive en el Mediterráneo donde continuamente mueren personas sin nombre, a quienes ahora podemos empezar a conocer… casi todos los que hemos encontrado vivieron a lo largo de su travesía la experiencia de la muerte de un amigo, de un miembro de su familia… ¡resulta demasiado difícil escribir lo que hemos escuchado!
Estos días hemos experimentado que la muerte no es la última palabra, la fuerza de su vida y de su fe son tan grandes que nuestra esperanza crece, entramos en el Misterio Pascual con cada uno de ellos, ¡es una gracia que nos cambia en lo más hondo!
Una palabra, una mirada, un saludo al pasar, nos han permitido conocer a alguien en la puerta de una tienda o por la calle, y poder escuchar historias inimaginables de los caminos recorridos para llegar hasta aquí. ¡Cuántos sufrimientos! Poco a poco hemos entrado en relación, hemos hecho amigos. La fe que les sostiene nos da ánimo a nosotras, ¡qué belleza! Nos han pedido que vayamos a rezar con ellos. Nos dicen que tienen necesidad de poder hablar y entregar lo que han vivido, lo que llevan en el corazón, porque “han visto y vivido mucho”… Algunos nos han dicho que es la primera vez que alguien les ha acogido, saludado, invitado a comer… y para nosotras, verlos en nuestra casa y reconocerlos por su nombre es una gran alegría.
Nuestra vida está coloreada por pequeños gestos sencillos, muy concretos: acoger las lágrimas, escuchar, decir una palabra que puede empezar una relación, una palabra de afecto, miradas que se cruzan y hablan del sufrimiento que llevan en el corazón… gestos que percibimos como gestos evangélicos portadores de vida, de fuerza, de luz y de paz. Además, ¡vivir esto juntas, en comunidad, es fuente de mucha alegría!
Experimentamos todos los días que estamos sostenidas por vuestra oración y vuestro afecto. Vivimos un momento en que tenemos muy claro que necesitamos de los demás. Un pequeño ejemplo: ¡una mujer, Jadiya, nos acompaña a pie los tres kilómetros de la frontera a Castillejos, sencillamente para no dejarnos solas por el camino!
Un regalo: Alpha, un joven de Guinea Conakry, que conocimos en la calle, ha tenido la posibilidad esta mañana con 31 compañeros de embarcarse para la península. Ceuta no puede contener a todos los que llegan, y unos después de otros son “expulsados”, pero también queda abierta la posibilidad de pasar a Europa y abrirse camino. ¡Es su sueño! Ser testigos de su alegría en el puerto y estar en ese momento con ellos fue para nosotras una experiencia fuerte y emocionante. Su travesía no ha terminado y las dificultades tampoco, porque la vida en Europa también es difícil.
Como para Moisés, esta tierra que se vuelve “nuestra tierra” es un lugar sagrado que no queremos solamente habitar sino amar quitándonos las sandalias y rezando continuamente para que “Venga el Reino de Dios, para que lleguemos a ser hermanos y hermanas sin barreras, sin miedos, sin muros ni vallas”.
Estamos empezando una fraternidad sin otra tarea que ir al encuentro, buscando piso y trabajo para vivir, haciendo de lo cotidiano el espacio donde nuestro corazón se unifica para vivir como hijas amadas del Padre. Es una gracia que despierta en nosotras todos los deseos de seguir a Jesús y de tener la mirada fija sólo en Él. Podéis dar gracias con nosotras por poder saborear la belleza de un tiempo como este que estamos viviendo.
“Desde que estáis aquí, hay una especie de paz a nuestro alrededor”, nos dice una vecina. Esto es una pequeña perla que nos ayudará seguramente en momentos tal vez más difíciles, pero por ahora, con esta Paz que Jesús nos ofrece, queremos deciros nuestra amistad y gratitud por lo que nos dais desde la otra orilla.
Mª da Gloria, Luigina María, Paloma y Rosaura