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La Eucaristía, un reto en los tiempos que vivimos. Claude RAULT
La pandemia de la Covid 19 ha venido a desinstalar en profundidad, en nuestra vida cristiana, la dimensión de la “práctica eucarística”, y en esta gran desinstalación nos encontramos todos iguales.
¿Todos iguales? Sí, porque aunque sea sacerdote, celebrar solo constituye para mí, como para muchos otros, un desafío que experimentaba también a veces, al volver de mis viajes por el Sahara, celebraba solo en el pequeño oratorio de mi obispado. Pero, tengo que decirlo… ¡sin tener nunca el sentimiento de estar completamente solo!
Es verdad que las cosas han cambiado a partir de los “desconfinamientos” pero esta medida no es general en todo el mundo.
Ha habido numerosas reflexiones en la Iglesia sobre el sentido de la celebración eucarística, reavivado por esta ocasión. Más que considerar esta situación sobre todo como una especie de carencia, e incluso de amputación, ¿no sería mejor tomarla como un desafío positivo para nuestra fe?
¿No será la ocasión de poner una mirada nueva sobre una “práctica” que corre siempre el riesgo de gastarse con la costumbre? Sé que me dirijo también a personas que están ya a menudo privadas de una Eucaristía regular: no puedo excluirlas de una nueva mirada sobre su propia realidad. Ellas también tendrían mucho que decirnos.
Quisiera también alertarnos contra una práctica que se puede volver habitual (a menos que no haya otra posibilidad): la de las misas seguidas a través de la pantalla, que pueden individualizar la Eucaristía y hacer de ella un “show” espiritual del que nos volveríamos pronto simples espectadores. Dicho esto, si no disponemos de otro medio, ¿por qué no aprovecharlo? Lo importante es mantener muy viva nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo y a la pequeña célula de este Cuerpo a la que pertenecemos.
Carlos de FOUCAULD en el desierto: una situación que da luz
Para permanecer en el espíritu de Carlos de FOUCAULD, quiero empezar a él: quiso ser sacerdote para ir a compartir ese tesoro que había descubierto y del que se había alimentado durante muchos años.
“Este divino banquete del que iba a ser ministro, había que presentarlo no a los hermanos, a los parientes, a los vecinos ricos, sino a los más cojos, a los más ciegos, a los más pobres, a los más abandonados por falta de sacerdotes” (A Maxime CARON, Beni-Abbès, 8 de abril de 1905).
¿Qué iba a pasar con esta vocación sacerdotal centrada en la celebración de la Eucaristía, en unas condiciones a menudo precarias e inciertas?
En Beni-Abbès podía celebrar con una cierta facilidad y regularidad debido a la presencia de soldados franceses cristianos. Durante sus viajes acompañado también, ya que podía transportar con él lo que necesitaba para ello.
Si se instalaba en Tamanrasset las cosas se iban a complicar, ya que se iba a encontrar prácticamente solo, sin la presencia de ninguna guarnición militar. Tendría que esperar que pasara un asistente eventual para poder celebrar. Comparte esa duda con su obispo cuando se le ofrece la posibilidad de ir al Hoggar:
“La cuestión que me plantea – es mejor vivir en el Hoggar sin poder celebrar la santa misa o celebrarla y no ir – yo mismo me la he planteado a menudo… creo que es mejor ir a pesar de todo al Hoggar, dejando a Dios el cuidado de darme el medio de celebrar, si así lo quiere (lo que ha hecho siempre hasta ahora por los medios más variados)…” (carta al P. GUÉRIN, 2 de julio de 1907). Y continúa, en la misma carta: “Vivir solo en el país es bueno; hay una acción posible; incluso sin hacer casi nada, porque uno se vuelve “del país”, todo abordable y muy pequeño”.
Finalmente elige la confianza y prefiere residir en el Hoggar, arriesgándose a no poder ni celebrar misa ni adorar el Santísimo. Vivir como Jesús en Nazaret es para él primordial, y la encarnación en ese pueblo le parece lo más importante dentro de la imitación de Jesús. Por ejemplo, no pudo celebrar la misa en la Navidad de 1907, apesadumbrado por no poder ofrecer el Sacrificio del Altar por falta de personas de paso. Cuando llegó el permiso de Roma, a finales de enero de 1908, ¡qué alegría! Pero no podrá a continuación, y durante bastante tiempo, conservar el Santísimo en la capilla; el permiso para esto llegará más tarde.
La situación que estamos viviendo no es pues insólita; de una cierta manera el Hermano Carlos la vivió, y en una soledad profunda; la decisión de entrar en su Familia Espiritual nos marca muy profundamente incluso en este aspecto. Su experiencia nos habla en el seno del despojamiento que podemos experimentar, y puede incluso ser inspiradora para vivir mejor esta “ausencia”.
Pero para esto tenemos que encontrar el sentido de la presencia del “Cuerpo de Cristo”, que no puede ser restringido o incluso “confinado” únicamente en la “Presencia Real” eucarística en el sagrario o en la celebración. El Cuerpo de Cristo tiene dos brazos, tan “sacramentales” uno como otro.
Su Presencia no se limita a la que adoramos o celebramos en el Santísimo Sacramento del Altar, sino que es igual de real en lo que se llama “el Sacramento del Hermano”. Una de ellas se inspira en la Cena, la otra en el Lavatorio de pies. Estamos delante de un único misterio, que no se puede reducir a uno u otro de estos aspectos. Cristo está realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía. También está realmente presente en el gesto que hace al lavar los pies de sus discípulos, gesto que significa el Sacramento del Hermano. Se completan, se implican el uno al otro; si el Sacramento es doble, la realidad de la Presencia de Jesús es una: Él no se puede dividir.
Eucaristía y Sacramento del Altar
Volvamos a la institución de la Eucaristía la noche del Jueves Santo: estamos en un momento crucial en que Jesús va a dejar visiblemente esta tierra para ir al encuentro de su Padre, dando la vida, derramando su sangre “para reunir en la unidad a todos los hijos de Dios dispersos” (Jn 11,52). Lo hará con un gesto que se inscribe en la cena pascual y que va a transmitir a sus Apóstoles, que a su vez lo transmitirán a las generaciones futuras. Os remito al primer relato de la Institución, que nos narra el apóstol Pablo en 1Co 11, 23-26. Así, desde que Jesús se fue de la comunidad apostólica, ésta se encontraba regularmente, “fiel a la fracción del pan” (He 2, 42).Era para responder a su invitación: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22, 19). Pero se trata de mucho más que de la mera repetición de un ritual litúrgico. Se trata de ir hasta las últimas consecuencias, de seguir a Cristo dando también nosotros la vida para la salvación del mundo, como lo hizo Él. Captamos el carácter muy comprometedor de la Eucaristía, cuya celebración es ineludible en la vida de la Iglesia, desde su nacimiento. Ha adquirido seguramente numerosos aspectos. Al inicio, celebrada en la clandestinidad, bajo forma de liturgia doméstica, luego de manera más abierta cuando la Iglesia pudo vivir en la visibilidad. Estas dos formas continúan bien actuales, según las posibilidades y las situaciones, el tamaño de la comunidad eclesial. La celebración eucarística continúa siendo uno de los pilares de la Iglesia. Más aún, cuando hay en ella hombres y mujeres que se comprometen en una vida consagrada. No se trata de una cuestión de piedad individual, sino del sentido que damos a nuestra vida:
“No es posible vivir nuestra vida de consagradas en el mundo, rodeadas como estamos de todo lo que nos puede ayudar a olvidar al Señor, si no tomamos valerosamente los medios absolutamente esenciales para permanecer fieles. Y el primero de estos medios es el sacrificio de la misa en el cual el Señor de manera visible se nos da para fortificarnos, despojarnos, transformarnos poco a poco en Él” (De Margot PONCET, Junio 1958. Diarios P. 93).
No podemos relativizar la participación en la misa, como si sólo fuera requerida de manera ocasional. Está en verdad en el corazón de nuestras vidas. La adoración eucarística la prolonga y nos lleva a profundizar nuestra pertenencia a Cristo muerto y resucitado, y a la comunidad a la que pertenecemos. Pero participamos también en ella por nuestra Humanidad, como “en embajada”. Toda Eucaristía se celebra “para la gloria de Dios y la salvación del mundo”. Ponemos en la patena el pan de nuestras vidas y vertemos en la copa el vino de nuestras penas y alegrías, es decir, toda la esperanza y todo el sufrimiento de nuestro mundo. Y recibimos a Cristo vivo, entregado en alimento. Conectados con la Comunión de los Santos, esta celebración es ininterrumpida a través del mundo, tanto si podemos participar presencialmente en ella como si no.
Eucaristía y Sacramento del Hermano
El otro brazo de Cristo es tan indispensable como el que acabamos de evocar, es el que nos fue desvelado en el lavatorio de pies, antes de su glorificación (Jn 13). Hay que señalar que la Institución de la Eucaristía no está relatada en el texto de Juan. Es evocada en el “compartir el pan” del capítulo 6. Sin duda la “Fracción del Pan” era frecuente en la Iglesia en esa época tardía del 4º Evangelio, y era necesario proyectar una nueva luz sobre esta otra Presencia Real de Jesús, manifestada a través de nuestro prójimo. ¿Qué dice Jesús después de haber lavado los pies a sus discípulos? “Os he dado un ejemplo, para que hagáis vosotros también como yo he hecho por vosotros” (Jn 13, 15). Esta palabra es como un eco de la que pronuncia en la Institución: “Haced esto en memoria de mi” (Lc 22,19).
Durante la pandemia, la acción caritativa de la Iglesia ha permanecido activa, incluso hubo iglesias que se abrieron para acoger a los pobres y darles ese pan cotidiano indispensable para su vida y la de su familia. Les ayudaron en esto una gran cantidad de voluntarios venidos de horizontes completamente indiferentes a la Iglesia. ¡No podemos decir que esto no tenga nada que ver con la Eucaristía!
En una meditación sobre la “multiplicación de los panes” (Mt 14, 13-21) en el Ángelus del 2 de agosto de este año, el Papa Francisco comenta:
“En este relato evangélico, la referencia a la Eucaristía es evidente, sobre todo cuando describe la bendición, la fracción del pan, la entrega a los discípulos, la distribución al pueblo (v. 19). Es importante observar cuán estrecho es el lazo entre el pan eucarístico, alimento para la vida eterna, y el pan cotidiano, necesario para la vida terrestre. Antes de ofrecerse como Pan de salvación, Jesús cuida del alimento de los que le siguen , y que, para estar con él, han olvidado llevar provisiones. A veces el espíritu y la materia se contraponen, pero en realidad, tanto el espiritualismo como el materialismo son ajenos a la Biblia”.
Carlos de FOUCAULD se sintió muy interpelado por la Eucaristía, y también por la presencia de Jesús en el pobre, el pequeño, el abandonado. Poco tiempo antes de su muerte escribe a Louis MASSIGNON:
“No hay ninguna palabra del Evangelio que haya producido en mí mayor impresión y haya transformado más mi vida que esta: ‘Todo lo que hacéis a uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis’. Si pensamos que estas palabras son de la Verdad increada, de la boca que dijo: ‘Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre’, ¡con qué fuerza seremos llevados a buscar y a amar a Jesús en estos pequeños, estos pecadores, estos pobres, ofreciendo todos los medios materiales para alivio de las miserias temporales…” (Tamanrasset, 1 de agosto de 1916)
¡Es esto lo que une el Sacramento del Altar y el Sacramento del Hermano! No podemos decir que abrir una iglesia para alimentar a los pobres no tiene nada que ver con la Eucaristía. No podemos decir que un compromiso cristiano en favor del prójimo no está en la línea de una celebración y de una participación en la misa. Los dos brazos de Cristo están unidos uno a otro, inseparables, tanto en la celebración como en el bien que se hace a los demás.
La unidad del Cuerpo de Cristo
Así, no se trata de escoger entre los dos ni de separarlos para privilegiar a uno u otro. Los dos son de cierta manera indispensables para la vida de la comunidad cristiana, para la nuestra y para la vida de nuestro mundo.
El P. René VOILLAUME decía a este respecto en una conferencia en 1970:
“No se puede separar el sacrificio de Cristo de la caridad fraterna, como no se puede separar una raíz de la planta que brota de ella; no se puede separar la adoración de Cristo y la comunión en su misterio que es el Amor encarnado, de la realización de un amor eficaz y fraterno entre los hombres… la caridad cortada de su tronco, que es Cristo, se seca y muere…”
Para decir que separar el sacramento del altar y el sacramento del hermano es inconcebible, ofrezco para terminar a vuestra meditación un fragmento de un sermón de San Juan Crisóstomo (del siglo IV): “¿Quieres venerar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando está desnudo. No lo veneres aquí en la iglesia, con tejidos de seda, mientras lo dejas fuera sufrir de frío y de falta de vestidos. Porque aquél que dijo: ‘Este es mi cuerpo’, y que lo realizó al decirlo, es el mismo que dijo: me visteis tener hambre, y no me disteis de comer, y también: cada vez que no lo habéis hecho con estos pequeños, es a mí que no lo habéis hecho. Aquí, el cuerpo de Cristo no necesita vestidos, sino almas puras; allí, necesita mucha solicitud” (Homilía sobre el Evangelio de San Mateo)
Nos corresponde a nosotros, cada uno donde está, cultivar este lazo entre el Sacramento del Altar y el Sacramento del Hermano, en las condiciones en que vivimos. ¡Dios no nos pide lo imposible, nos lo da! Pongamos nuestro corazón y nuestra creatividad en alerta para vivir de la presencia de Jesús, y manifestarlo en estos tiempos en que vivimos.
(Claude RAULT, padre blanco, fue obispo de Laghouat, Argelia, y es miembro de la Familia Espiritual de Carlos de FOUCAULD)
PDF: La eucaristía, un reto en los tiempos que vivimos. Claude RAULT, esp
Misioneros en la Amazonía como respuesta al pedido del Papa Francisco
Luís Miguel MODINO
Tres misioneros para la diócesis de nuestro hermano Edson DAMIAN, São Gabriel da Cachoeira
El Sínodo para la Amazonia ha contribuido a concienciar sobre la necesidad de la labor misionera en la región amazónica. El Papa Francisco hizo un fuerte llamamiento en este sentido, algo que poco a poco está dando sus frutos. El pasado miércoles, 24 de febrero, llegaron a São Gabriel da Cachoeira, en la Amazonía brasileña, tres sacerdotes que trabajarán como misioneros en la diócesis más indígena de Brasil.
Estamos hablando de una región fronteriza entre Brasil, Colombia y Venezuela, donde los desplazamientos son únicamente por vía aérea y fluvial, un lugar muy remoto, con grandes distancias que dificultan la vida cotidiana y la misión de la Iglesia.
Los misioneros han sido recibidos por la diócesis «con los brazos y el corazón abiertos», según su obispo. Mons. Edson Damian destacó que «es interesante ver cómo Dios ha ido actuando en la vida de cada uno de ellos», Alair Alexandre da Silva, sacerdote del clero de la Archidiócesis de Vitória – ES, Lucio André Pereira, sacerdote de la Diócesis de Registro – SP, y el Padre Luís Carlos Araújo Moraes, Misionero del Sagrado Corazón, congregación que está presente en la Diócesis de São Gabriel da Cachoeira desde hace 23 años.
Los tres llegan con sus respectivas motivaciones y han levantado también sus propias expectativas. Todos ellos sintieron esta llamada misionera hace tiempo, algunos desde el seminario, como afirma el padre Alair. Conoció la Amazonía en sus visitas a la Prelatura de Lábrea, iglesia hermana de la Archidiócesis de Vitoria. Su llegada a São Gabriel da Cachoeira, «un lugar en el que nunca había estado, un lugar que no conocía, nunca se me había pasado por la cabeza estar al servicio de esta Iglesia», fue fruto de una sugerencia del arzobispo de Vitoria, Mons. Dario Campos, que ya conocía São Gabriel.
El padre Alair, que recibió la invitación del arzobispo como una noticia que «cayó en mi corazón con mucha alegría», llega con el deseo de «conocer las comunidades ribereñas, conocer los pueblos indígenas, y aprender de toda esta gente, aprender a vivir la vida de otra manera, aprender a vivir la fe de otra manera, junto a esta gente». Dice que llega «no para traer conocimiento, porque no es esa la intención, sino para aprender con toda esta gente», y así «poder crecer en mi ministerio sirviendo a la gente más sencilla, a la gente más pobre, a una Iglesia centrada en la misión, a una Iglesia que se preocupe de verdad por los que más lo necesitan».
Él, que viene de una realidad y de una Iglesia completamente diferente, insiste en su propósito de «aprender cada vez más y estar, como dice el Papa Francisco, entre los más sencillos, entre los más pobres, buscando vivir con sencillez, buscando vivir con humildad, al servicio de Dios y también de esta gente tan querida, pero que también sufre tanto a lo largo y ancho de este país, por las fechorías de los gobiernos que no se preocupan por quienes deberían preocuparse». Para su nueva misión, el padre Alair pide «que Dios nos ayude, nos fortalezca, para poder seguir en este camino, y así prestar un servicio a Dios y a esta Iglesia aquí en las orillas del Río Negro».
Como parte del Proyecto de Iglesias Hermanas entre los Regionales Sur 1 y Norte 1 de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil – CNBB, que ya ha cumplido 25 años, llega el Padre Lucio André Pereira, quien dice que fue motivado por el Sínodo de la Amazonía y la invitación del Papa Francisco a los sacerdotes para que tengan un corazón despojado para la misión, para ayudar a la Iglesia de la Amazonía. Por eso se pone «al servicio de la Iglesia de São Gabriel en todo lo que necesite, salir al encuentro de la gente, sentir la alegría, pero también sentir juntos la tristeza».
El sacerdote de la Diócesis de Registro espera «poder alimentar la fe de estas personas y alimentar esta fe junto a ellas». Recuerda sus palabras en la misa de envío, donde dijo que «trabajé de camarero, trabajé de ayudante de albañil, trabajé ayudando a mi padre a subir la red, en la pesca, en la playa». De estos trabajos surgen sus expectativas, «ser un sacerdote camarero que sirve la mesa del Evangelio, que sirve la mesa de la gente como Cristo resucitado, vivo, que fortalece la vida». También ser el ayudante del albañil que va llenando y manteniendo llena la caja de cemento para que el pequeño ladrillo de la esperanza, de la alegría, sea siempre asentado. Y el que viene a ayudar a tirar de la red junto con Mons. Edson, junto con los misioneros y las misioneras que ya están aquí. Mi expectativa es ponerme realmente al servicio de esta Iglesia».
Las motivaciones del padre Luís Carlos Araújo Moraes, MSC, tienen que ver con el carisma de su congregación, que le llama a «poder contribuir de alguna manera desde lo que reza mi carisma, que es el carisma de la misericordia, la compasión, la acogida, la escucha, el respeto a las personas, a las realidades, a las culturas”. El religioso, que dice que es la primera vez que va a trabajar en una realidad tan específica, São Gabriel da Cachoeira está considerado como el municipio más indígena de Brasil, ve esto como «una gran riqueza«, afirmando «poder estar orgulloso de esta realidad que, por otra parte, me lleva a sumergirme en mis orígenes indígenas, en mi ser brasileño».
Él, que también dice sentirse tocado por el pedido del Papa Francisco de una mayor sensibilidad hacia los pueblos amazónicos, también quiere, desde lo que es, con sus riquezas y límites, «ser ese corazón de Dios para la gente, en la cercanía, en la escucha, en el servicio gratuito». Movido por el Evangelio, del que quiere ser expresión, el religioso quiere «poder aprender, soltar mi experiencia anterior para abrir mi mente, mi corazón para aprender algo nuevo, para beber de esta fuente que está aquí», una fuente desconocida que espera que le ayude a crecer, a poder mirar hacia un nuevo horizonte, sintiendo que tiene ante sí «una hoja en blanco para escribir una nueva historia, un nuevo momento, con la gente de este lugar».
En cuanto a sus expectativas, espera ser uno «con todas las personas que de alguna manera dan su vida al servicio de esta diócesis». El misionero espera «ser uno más para sumar, para entrar en este círculo de la vida, como nos muestra el tema de la Campaña de la Fraternidad, este círculo que está abierto y vengo a sumar». Al mismo tiempo, espera «aprender a caminar con los que están aquí, que yo pueda contribuir de alguna manera», siendo así «un ingrediente más en la misión, con mi propia forma de ser, que se une a otras vidas de misión».
Mons. Edson Damian agradeció a los obispos que enviaron a los misioneros, a los que considera amigos, «que conocen nuestra realidad y tienen la sensibilidad misionera para responder a la llamada de sus sacerdotes que quieren venir aquí». También agradece a la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, que atienden la mayor parroquia de São Gabriel da Cachoeira, que abarca toda la periferia de esta ciudad que tanto está creciendo. Todo ello es un motivo, en palabras del obispo, para «dar gracias a Dios, a los obispos que envían a estos misioneros, y más aún a la disponibilidad de estos hermanos que vienen aquí a asumir la misión que Dios les encomienda».
PDF: Misoneros en la Amazonía como respuesta al pedido del papa Francisco
(Italiano) Charles de FOUCAULD, intervista con Andrea MANDONICO e Pierre SOURISSEAU
Horeb Ekumene, marzo 2021
- 03 – Cuaresma: Camino hacia la Pascua y revitalización de la vida cristiana – Por José Canet Canet
- 11 – Importancia de los símbolos religiosos. – Por José Luis Vázquez Borau
- 17 – La veneración de los siete dormitorios de Éfeso – Por Geneviève Massignon
- 24 – Reflexiones sobre el diálogo Ciencia y Fe. – Por Youssef Nava
- 29 – El (los) valor (es) – Por Jaume Patuel Puig
- 33 – Taumaturgia y pandemia – Por Emili M. Boïls
- 38 – TEXTOS DE CARLOS DE FOUCAULD
- 43 – LIBROS, Era inmigrante y me acogisteis.
Ver la revista completa en PDF: Horeb Ekumene marzo 2021
Carta de Cuaresma 2021 a todos los hermanos del mundo. Eric LOZADA
Pero ahora, declara Yahvé, vuelve a mí con todo tu corazón, ayunando, llorando y lamentándote. Rasgad vuestros corazones y no vuestros vestidos, y volved a Yahvé, vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, lento para la ira, rico en amor fiel, y se arrepiente de infligir desastres. (Joel 2,12-13)
Todos nosotros, cuando fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Por nuestro bautismo en su muerte, fuimos sepultados con él, para que así como Cristo resucitó de entre los muertos por el poder glorioso del Padre, nosotros también debemos comenzar a vivir una nueva vida … [ ] nuestro yo anterior fue crucificado con él … [ ] y ahora la vida que vive es la vida con Dios. De la misma manera, debéis verse a vosotros mismos como muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús. (Romanos 6,3-11)
¡Saludos a todos vosotros mis queridos hermanos!
Mientras os escribo, os tengo presentes y las complicadas realidades que cada uno de vosotros enfrenta debido a esta crisis global. Parece que la pandemia nos está revelando nuestras fortalezas y nuestras debilidades, en las relaciones personales, nacionales y globales, en los ámbitos económico, político y religioso. La pandemia es un momento de gran revelación, como dice el P. Richard ROHR y como parece dar a entender el Papa Francisco mientras se involucra en una reconstrucción sistemática de nuestras estructuras globales en Fratelli Tutti. No deseo agregar nada a su magnífico trabajo. Más bien pretendo situar nuestra celebración de la Cuaresma con lo que la pandemia revela y enseña a nuestro mundo. Me gustaría visualizar la celebración de la Cuaresma como un viaje en espiral descendente: cuanto más nos adentramos, más vemos lo que se esconde en los corazones humanos y en las subculturas de nuestro mundo que nos retienen como rehenes en la mazmorra del pecado, el miedo, la indiferencia, violencia. Si todos emprendemos este viaje juntos con honestidad y firme resolución, llegaremos al fondo del que se originan todas las mentiras del pecado, los engaños y distorsiones de este mundo. Éste es nuestro sepulcro con Cristo, como dice San Pablo, donde nuestro hombre viejo es sepultado con Cristo para que el Padre pueda dar a luz una nueva vida en nosotros en Cristo. Es mi esperanza que al final de nuestro viaje de Cuaresma de 40 días a través de la Pascua, como los apóstoles después de la resurrección, todos caminemos con renovada alegría y coraje clamando el mensaje del amor y el gozo de Dios para nuestro mundo.
Nuestro viaje comienza con lo que propone el profeta Joel: «Vuelve», «vuélvete a Dios con todo tu corazón». Comenzamos el viaje con una pregunta: ¿De quién soy? ¿A quién se dirige el mundo? Si echamos una mirada larga y amorosa al mundo y a nosotros mismos, parece que el mundo, nosotros, tenemos muchos dioses falsos (manifiestos u ocultos) a los que adoramos, atendemos, damos todo nuestro tiempo y energía. Nuestra sociedad adictiva parece tener formas de idolatría profundamente arraigadas, reemplazando al verdadero Dios de nuestro más profundo anhelo por los falsos dioses de la vida superficial. Por eso, el Profeta recomienda ayunar, llorar y lamentar.
Necesitamos ayunar de lo que alimentamos nuestras mentes y corazones todos los días que son tóxicos y no provienen de los valores del Evangelio. Necesitamos llorar por la violencia, la injusticia, la indiferencia, la codicia de este mundo porque, de manera muy sutil, hemos estado operando bajo su hechizo. Lamentamos los errores del pasado y aprendemos a no repetirlos. San Pablo llama a esto un bautismo en Cristo, que es también un bautismo en su muerte. Nuestro bautismo es nuestra iniciación y nuestra comunión en el Misterio Pascual. ¿A qué estamos dispuestos a morir por Jesús y el Evangelio? Necesitamos dar nombre a nuestra muerte. Y en la pasividad de nuestra muerte en Cristo, la obra redentora del Padre en nosotros y en nuestro mundo nos restaura a la vida original de gracia.
Cuando morimos conscientemente al viejo yo, el yo que está esclavizado por el pecado, nos volvemos libres y vacíos de nosotros mismos, pero vivimos plena y auténticamente en la nueva vida de Cristo y en Cristo
Y así, queridos hermanos, que todos nos comprometamos en este viaje de la esclavitud a la libertad, del miedo a la confianza, de la oscuridad a la luz, del pecado a la gracia. Que este camino sea nuestro humilde pero sincero regalo a las personas que se nos han confiado y a nuestro mundo angustiado, fragmentado y violento.
Permitidme expresar también mi profundo agradecimiento por vuestro humilde testimonio del Evangelio y el celoso cuidado por los pobres en los propios lugares de trabajo, especialmente en este momento de la pandemia. Mi agradecimiento a nuestros hermanos que escribieron los cinco textos y a los traductores de esos textos. Tenían el propósito de prepararnos espiritualmente para la canonización del hermano Carlos. Permítaseme invitar a quienes no hayan leído y reflexionado sobre esos textos a acceder a ellos en nuestra página www.iesuscaritas.org . Y para aquellos que lo han hecho, continuad volviendo a estos textos.
Complementando nuestro viaje de Cuaresma, pensé en introducir el proceso de renovación. En mi correspondencia con el cardenal STELLA de la Congregación para el Clero, me ha estado planteando importantes preguntas sobre cómo somos en términos de nuestra fidelidad al carisma del hermano Carlos y cómo estamos creciendo en misión como sacerdotes diocesanos inspirados por su espiritualidad. De estas conversaciones nace la idea de elaborar una encuesta global. En lugar de responder a estas preguntas solo, pensé en todos nosotros juntos en una aventura de encontrar y recuperar nuestras preciosas gemas que pueden estar ocultas para nosotros, pero que continúan inspirándonos. Propongo un proceso en dos fases.
La primera fase se centrará más en los hechos. Aquí, hago una llamada a los hermanos responsables locales, nacionales o regionales y continentales para que realicen la obra principal. Vosotros, hermanos responsables locales, debéis proporcionarnos datos de vuestra fraternidad local sobre cuántos son los miembros regulares y otra información importante. Cuando llegue el formulario de la encuesta, leedlo detenidamente. Tened en cuenta que los datos que está proporcionando a nuestra fraternidad global sean ciertos. Una nota sobre los miembros regulares. Son hermanos que han estado asistiendo regularmente a la reunión mensual durante al menos un año o se han estado conectando digitalmente con vosotros o con alguno de los hermanos de la fraternidad local. Si el hermano está en un lugar remoto pero se conecta regularmente, aún podría ser un miembro regular. Hermanos que están interesados en nuestra espiritualidad pero que no pudieron comprometerse a asistir regularmente a las reuniones o mantener correspondencia regular, se les llama «simpatizantes». La clave es el compromiso. El formulario de la encuesta vendrá del su responsable nacional o del país. Hay un plazo de dos semanas para que llenéis el formulario y lo devolváis a vuestro responsable nacional o regional. Os agradezco sinceramente vuestra generosidad.
La segunda fase será unos meses o un año después. El proceso será más una revisión comunitaria de nuestras vidas sobre cómo estamos creciendo en términos de nuestra fidelidad al carisma del hermano Carlos y cómo estamos creciendo en nuestro celo misionero como sacerdotes diocesanos inspirados por el hermano Carlos.
Muchas gracias, queridos hermanos. Por favor, sabed que continúo teniendo a vuestro continente y a vuestro país en mi oración. Tened la bondad de sostenerme también en vuestra oración. Eso necesito.
Eric LOZADA, responsable internacional
Dumaguete, Filipinas, febrero 2021