La profecía de Carlos de FOUCAULD. Antonio LÓPEZ BAEZA

«Volvamos al Evangelio, de lo contrario Cristo no estará con nosotros»

Carlos de FOUCAULD

El futuro de la Iglesia es el Desierto:

¿Cómo, si no, podrá señalar al mundo de hoy el camino que conduce, de las esclavitudes y dependencias que lo aquejan, a la gozosa libertad de los hijos de Dios?

El futuro de la Iglesia es Nazaret:

De su encarnación en las necesidades y en las luchas de los pobres y marginados de cada sociedad, depende la fuerza profética (es decir, convincente) de su palabra en el mundo.

El futuro de la Iglesia es la Fraternidad Universal:

Dentro de ella nadie se puede sentir excluido ni marginado; todos en abrazo, por encima de ritos y creencias, más allá de las diversas maneras de concebir la existencia humana y de buscar la felicidad.

El futuro de la Iglesia es Jesús, Modelo Único:

El que ha venido no a ser servido sino a servir, camino de Plena Humanidad en su ser manso y humilde de corazón; revelador con su Vida y con su Muerte del Rostro de un Dios, Padre y Madre, locamente enamorado de toda criatura humana.

El futuro de la Iglesia es Gritar el Evangelio con la Vida:

Vida que contagia el gozo de sentirse ya salvada por Dios. Vida que encuentra todo su sentido en el silencio del servicio más desinteresado. Vida ofrecida en Acción de Gracias y en Comunión a todos los sedientos de Vida.

El futuro de la Iglesia es el Último Lugar:

Porque sabe, con sabiduría del Espíritu, que los príncipes y poderosos de este mundo siempre oprimen; y sabe, que los primeros puestos en el Banquete del Reino están reservados a cuantos se aceptaron, sin dejar de hacer cuanto tenían que hacer, siervos inútiles y sin provecho.

El futuro de la Iglesia es el Absoluto de Dios:

Conviene que Él crezca y Ella disminuya. Porque sólo Dios salva -¡y Dios sólo salva!-, único capaz de sacar hijos de Abraham de las piedras, y único también en satisfacer las más profundas aspiraciones del corazón humano.

El futuro de la Iglesia es la Adoración al Eterno:

El Dios Más Grande que todas las instituciones e ideas que alaban y defienden su Nombre. Ante Quien no cabe más que el silencio del alma enamorada, rendida ante el asombro de tan inmenso Amor.

El futuro de la Iglesia es el Abandono en Dios:

Nada busca para sí misma en forma de honores ni privilegios; acepta la incomprensión, la persecución y el fracaso que le pudieran venir por mantenerse fiel al Evangelio, siguiendo a su Maestro con la Cruz; y trabaja en la más tranquila gratuidad, sabiendo que su Misión en el mundo no depende de la eficacia de los medios temporales.

El futuro de la Iglesia es la Sencillez Evangélica:

¡Volvamos al Evangelio! Sencillez de Jerarquía. Sencillez de Moral. Sencillez en las expresiones Litúrgicas- Sencillez, sobre todo, en la exposición de la Verdad Revelada, que nos transmite la Diafanía del Verbo hecho Carne.

La Iglesia del Futuro será una Iglesia de Resucitados:

Mujeres y hombres audaces y libres, amantes apasionados de la vida y arriesgados defensores de la Dignidad y los Derechos Humanos; Bienaventurados en la Pobreza de su espíritu solidario; bien dispuestos a entregar sus vidas, en el día a día de sus responsabilidades, como el grano de trigo que no teme morir para dar mucho fruto de bien común…

¡O no lo será en absoluto!

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