La palabra “miseri-cordia” pone de manifiesto la capacidad del corazón de dejarse impactar por la miseria que golpea la vida del ser humano. Son muchas las formas a través de las cuales se expresa esta miseria, poniendo en evidencia no solo la vulnerabilidad humana, sino también la acción destructiva del pecado personal y social. Buscar el rostro misericordioso de Dios implica reconocer que somos parte de esta realidad de fragilidad, pero queremos comprometernos a transformarla, recordando que estamos llamados/as a una vida de dignidad, bondad, libertad y plenitud. El año jubilar, año de perdón y de liberación, es un tiempo privilegiado para redescubrir esta vocación.
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