“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. (Mateo 5:13-16)
En el crepúsculo de un día de septiembre de 1915, repentinamente Albert Schweitzer, premio novel de la paz 1952, se hizo la pregunta: ¿Quién soy yo? Y se respondió a la vez: yo soy vida, que quiere vivir, rodeado de otras vidas, que también desean vivir. Así acuñó la expresión reverenciar la vida, que tomó como fórmula de toda su filosofía. Reverencia que es más que respeto, surge de una profunda comprensión espiritual del mundo. Decía Schweitzer “Hasta que el ser humano no extienda su compasión a toda forma de vida, no llegará a encontrar la paz”. En la compasión Schweitzer encontró su misión trabajando a favor de toda criatura que pudiera sentirse necesitada. Por ello, el gran mérito de su vida fue su testimonio, no fue sólo un hombre de palabra sino de acción, capaz de llevar a la práctica sus ideas y mostrar coherencia en sus formas de vida.
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