Queridos hermanos,
nuestra Pascua, señalada por los acontecimientos terroristas en Bruselas, Yemen, Irak y últimamente en Lahore, no debe quedar reducida a un conjunto de tristes noticias, de sensaciones de impotencia o de miedos acumulados. Es la Pascua que Jesús nos ofrece venciendo a la muerte, y por tanto una llamada a vencer todas las muertes, las personales y las sociales. Pero sin cerrar los ojos ante la realidad. Quitemos las losas del miedo, la falta de fe, la autocompasión, el prejuicio ante el Islam o los musulmanes de buena fe que todos conocemos. Quitemos las losas que nos atrapan o atrapan a los demás, y pongamos en Jesús Resucitado la mirada, una mirada que no está exenta de miedos, como la mirada de las mujeres que van al sepulcro de Jesús, como la mirada de sus propios discípulos. Miedo humano, comprensible. Les resulta difícil aceptar que la situación ha cambiado, pero el Espíritu les va llevando a mirar a Jesús con la alegría de un buen amigo que se encuentra con otro. Feliz Pascua a todos, a toda la gente con quienes nos relacionamos, a todos los amigos con problemas, a todas las familias y fraternidades. El hermano Carlos escribió el mismo día de su Pascua que hay que morir para dar vida. Su centenario es una llamada continua a contemplar lo que puede carecer de sentido a mucha gente, que sólo vive del dinero, de la seguridad, de estar tranquilos sin que les duela el dolor ajeno. Que Jesús Resucitado nos ayude a convertir el agua amarga en un buen vino que alegre la fiesta y la vida del día a día, la vida de Nazaret.
Nuestro hermano Giuseppe COLAVERO vivió ayer en la tarde su Pascua y encuentro con el Padre. Nos sentimos tristes por la pérdida de este hermano querido y luchador por los más necesitados, el fundador y el alma de AGIMI, el buen pastor de su pueblo. Nos unimos a su gente, a la fraternidad de Italia. Desde hace varios meses hemos seguido la evolución de su enfermedad, y el glioblastoma cerebral ha podido con su vida, pero no con su espíritu generoso y combatiente en favor de tanta gente a la que ha ayudado. También hace unas semanas nos dejó nuestro hermano Hermann STEINERT, de Alemania. Ambos están junto al Señor contemplando su rostro y su corazón de Padre. Hermann y Giuseppe nos protegen y ayudan. Su fraternidad con nosotros no ha terminado.
Os animo a vivir esta Pascua con la alegría de los perdonados, de los hijos queridos del Padre, del hermano pequeño que aprende del hermano mayor, Jesús, el Señor. Con la alegría a la que nos invita el papa Francisco. Desde Europa nos sentimos heridos, pero no derrotados; avergonzados por el drama de los refugiados sirios que no encuentran la puerta abierta, como seres humanos con todos sus derechos. ¿Cómo integrar estas realidades dolorosas en nuestro anuncio y misión? Los gobiernos europeos pactan por millones de euros dejar a esta gente al cuidado de otro país. Los pobres molestan, llenan las calles, ensucian, ponen su tienda entre nosotros, se pelean también entre ellos, caen en las mafias que controlan su futuro…
¿Qué decimos como cristianos, como pastores en nuestras parroquias? ¿Quién tiene la palabra exacta para crear esperanza sin falsos discursos, sin traicionar al Evangelio? Os animo a contemplar todo esto en la adoración, ante Jesús, que fue emigrante, que tuvo que huir con su familia, que fue también un refugiado y, antes de su muerte, un preso. Contemplemos cómo en esta Pascua no nos podemos quedar indiferentes ante nadie; nuestro silencio sería una complicidad con la injusticia. Carlos de FOUCAULD, desde su amistad con Jesús, -el abandonado en la cruz, el que nos busca a la orilla del lago, el que vive en la choza del más pobre, en el campamento de refugiados, o junto a una valla de espinos metálicos en las fronteras, o ante el cartel de “prohibido el paso”, o “sólo para socios”-, nos pone a Jesús Resucitado como grano que cae en tierra y da mucho fruto.
Os escribo esta carta acompañando a una enferma en un hospital. Todo me habla de humanidad y de Jesús; en la sonrisa y la mirada de tanta gente; en las caras preocupadas de otras personas; en el silencio de quien calla su dolor y de quien duerme. Os comparto este momento contemplativo como la Pascua de la alegría que vence al llanto, de los valores humanos y cristianos que están en mucha gente y que, desde el silencio y la fiesta en su corazón, nos despiertan la sonrisa, y uno cree que otro mundo es posible, y que esa persona es mi hermano o mi hermana, y que no hay quien haga callar a los amigos de Jesús, que lo aclaman como Señor y como compañero de camino, estén donde estén.
Un gran abrazo de Pascua con la alegría de ser vuestro pequeño hermano.
Aurelio SANZ BAEZA, hermano responsable
Hospital Rafael Méndez, Lorca, Murcia, España,
29 de marzo de 2016, martes de la Octava de Pascua