Una Pascua distinta, con sabor a Nazaret. Aquilino MARTÍNEZ

Éste va a ser mi primer saludo y felicitación en el tiempo de Pascua, como responsable de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas, en España. El primero debería haber sido en la última Navidad. Pero, como muchos sabéis, un ictus repentino, sin avisar, pocos días antes de la Navidad, decidió que empezara mi tiempo de “confinamiento”, casi tres meses antes del confinamiento oficial. No puedo sino dar gracias, a tantos sanitarios buenos y competentes, a mi familia y a los amigos, que han estado ahí, acompañando, apoyando y rezando. Por supuesto, he contado también con la amistad y la oración de tantos hermanos sacerdotes de la Fraternidad.

De repente, el mundo se ha “paralizado”. O quizá no. En pleno siglo XXI, cuando pensábamos que muchas cosas ya estaban superadas, cuando creíamos que las epidemias y pandemias eran cosa del pasado, en el que existían menos medios, más pobreza, menos recursos… entonces nos vemos sorprendidos, en todo el mundo, con esta pandemia del coronavirus. Hemos caído en la cuenta de nuestra vulnerabilidad, de que no somos tan fuertes, ni estamos tan preparados como pensábamos. Un “bichito” está poniendo “en jaque” a todo el mundo. Y aún no somos capaces de intuir las consecuencias de todo esto. Consecuencias a nivel económico, social, laboral, educativo… E, incluso, a nivel religioso. Los medios nos van poniendo al día de las cifras: contagiados, muertos, curados… Cifras de nuestro país, y de los países del Primer Mundo. Como siempre, el Tercer Mundo no cuenta. No salen cifras, ni imágenes, prácticamente. Las consecuencias de una pandemia en Africa, por ejemplo, pueden ser terribles. Pero, también, en esos Cuartos Mundos invisibles, pero muy presentes en el Primer Mundo.

Mi intención, con este mensaje de Pascua, dirigido a sacerdotes de la fraternidad, no es plasmar esta situación insólita causada por el coronavirus, sino intentar compartir algo de mi reflexión durante este tiempo de confinamiento. Ciertamente, para mucha gente está siendo una vivencia muy negativa y dolorosa. Un dolor que compartimos, pues también nosotros hemos perdido últimamente a hermanos sacerdotes de la fraternidad, unos por coronavirus, otros por otras enfermedades y circunstancias. Nuestro homenaje a todos los difuntos de esta etapa y, también, a todos los que acompañan, en primera línea, a los afectados. Cuánto santo anónimo tenemos por ahí, cuya santidad estos días está brillando, mientras otros estamos recogidos y “tranquilos” en nuestras casas. Pero, más allá de nuestra oración por los que se han ido o están muy enfermos, y nuestro reconocimiento a los que los acompañan de cerca, se nos ofrece una ocasión magnífica para adentrarnos, un poco más si cabe, en nuestro carisma: Nazaret. Por eso, me he atrevido a ponerle título a estas reflexiones, más o menos entrelazadas: “Una Pascua distinta, con sabor a Nazaret”.

Nunca podemos dar por zanjado nuestro camino de profundización en Nazaret. Siempre estamos en camino de redescubrir y actualizar ese Nazaret en nuestra vida sacerdotal, como presbíteros diocesanos. Y, quizá, esta etapa en casa es una gran ocasión para ello. Cuando seguramente teníamos todo preparado o en marcha para vivir una nueva Semana Santa y una nueva Pascua, el bichito ha decidido que todos esos planes se vengan abajo y que nos encerremos en casa. Pero, en cristiano, cualquier circunstancia, incluso las negativas, las no previstas, las que aparentemente nos superan, pueden ser una gran ocasión para crecer, para dar un paso en nuestra vida de fe, y como sacerdotes.

Sin duda, el coronavirus nos ha introducido en el Nazaret más básico: nuestra casa. Desde hace más de un mes no podemos salir de casa, si no es para lo imprescindible. Y lo que, en un primer momento, nos ha podido dejar un tanto desconcertados, nos puede estar proporcionando una lectura más profunda de nuestra vida, humana, cristiana y sacerdotalmente hablando. Se nos regala la oportunidad de recrear, en cierto sentido, ese Nazaret doméstico de Jesús, que fue como un “entrenamiento” para su vida pública. Aunque, como nos decía nuestro hermano Francisco Clemente, esa primera etapa en Nazaret ya formaba parte de la misión apostólica: “A veces hemos mirado Nazaret como contraposición de la vida apostólica. ¡Como si Nazaret no fuera en sí misma apostólica, y como si los años en que Jesús caminó por Palestina no llevaran en sus entrañas la experiencia nuclear de Nazaret! Jesús es apóstol en sus treinta y tres años, aunque en cada etapa exprese su acción pastoral con acentos diferentes” (Nazaret, espiritualidad del exilio. Francisco Clemente). El tiempo que Jesús vivió en Nazaret con su familia, “en casa”, ya era misión. Y un poco más adelante Francisco Clemente hace más explícita esa misión en Nazaret: “En Nazaret, Jesús salva testimoniando, gritando con su propia vida la gran experiencia que más tarde explicará con su palabra…” (ídem).

Quizá, superados los primeros días de cierto desconcierto, hemos podido entrar, dentro de este confinamiento, en una etapa más “nazarena”, en el sentido de vivir en silencio, sin ruido, más “hacia dentro” que “hacia fuera”, realidades que forman parte de nuestra vida sacerdotal y que, quizá, muchas veces están descuidadas. Está siendo un tiempo para orar más y mejor. Ese tiempo que muchas veces echamos en falta, por el cúmulo de tareas pastorales o, simplemente, porque nos hemos “acostumbrado” a ir tirando, haciendo muchas cosas, pero cuidando poco nuestra amistad con Jesús. ¡Cuántas horas dedicaba el hermano Carlos a su amistad con Jesús y con el Padre!. Y no por eso dejaba de ser misionero, todo lo contrario. Ese tiempo de intimidad con Jesús formaba parte, para el hermano Carlos, de la misión. Esta Pascua distinta puede ser una ocasión para saborear mucho más esa intimidad con Jesús.

Unido a lo anterior, y en ese contexto de intimidad con Jesús, cuánto podemos crecer en esta etapa de confinamiento en algo que era parte importante en el Nazaret diario de Carlos de Foucauld: la meditación pausada del evangelio. Cuántas “vueltas” le daría el hermano Carlos al evangelio, y así lo expresa en sus escritos: “Es necesario empaparnos del espíritu de Jesús, meditando sin cesar sus palabras y sus ejemplos. Que sean en nosotros como la gota que cae y recae sobre una piedra siempre en el mismo lugar”. Es muy probable que supiera de memoria todos los pasajes. Tenemos muchos comentarios suyos de los evangelios. Cuántas veces contemplaría las escenas de Nazaret. Cómo se iría forjando una imagen de Jesús en la lectura y meditación continua de esos evangelios, cómo se iría acercándose a Él a través de los evangelios. Tenemos una ocasión magnífica para profundizar en el evangelio y la Palabra de Dios. Una lectura pausada, serena, contemplativa…que nos ayude a conocer más y mejor a Jesús, y nos impulse a hacer una lectura encarnada y actualizada del evangelio.

Pero, además, podemos crecer en el amor, en el afecto, hacia tantas personas que forman parte de nuestra vida sacerdotal y pastoral. A veces, metidos y comprometidos en tantas faenas pastorales, olvidamos que lo más importante es querer de verdad, con un amor como el de Jesús, a aquellas personas con las que caminamos y trabajamos en nuestras parroquias y en nuestros ámbitos de referencia. Este tiempo en casa, curiosamente, puede ser un tiempo para estrechar nuestros lazos y nuestro afecto con toda esa gente a la que, no solo tenemos que servir y orientar, sino también querer. Como hacía Jesús. Y como hacía también el hermano Carlos: tenía muy presentes, en su contacto habitual con Jesús, a todos aquellos que formaban parte de su misión. Podemos así romper ese sacerdocio funcionarial en el que muchas veces caemos. Estamos llamados a querer a la gente y, desde ese afecto, mostrarle a Jesús. Desde ahí, podemos darle más realce a una expresión que suele formar parte de nuestro lenguaje, pero muchas veces sin contenido: comunión. Tiempo del coronavirus: tiempo para crecer en el afecto y la comunión con nuestra gente.

Y, por supuesto, podemos tener mucho más presentes a los últimos, a los que más sufren, a los descartados. No nos faltan ejemplos estos días. Sin olvidar que, antes y después del coronavirus, desgraciadamente, van a seguir estando ahí. Fue una de las tareas prioritarias del hermano Carlos. Solía estar cerca de los que no contaban. Acogerlos, atenderlos, quererlos…también formaba parte de la misión, era la misión. Si queremos seguir a Jesús de Nazaret, teniendo en cuenta el estilo de Carlos de Foucauld, una parte importante de nuestro tiempo y de nuestro corazón tiene que ir dedicado a ellos. Ahora, en este tiempo de confinamiento, en el que aparentemente estamos “lejos” de los que sufren, en realidad puede ser un tiempo para estrechar nuestros lazos con ellos. El hermano Carlos nos enseña, no sólo a atender a los pobres, a los que sufren, sino a quererlos, a ponerlos en el centro. Y esa actitud no se improvisa. Se madura en la adoración, en la liturgia de las horas, en la Eucaristía, y se concreta en el encuentro acogedor con ellos. Ahora podemos hacerles presentes con nuestro afecto. Quizá podemos hacer algo concreto, a través de nuestras Cáritas u otras formas de acercarnos e interesarnos por ellos.

Este pequeño “listado” de acciones, a modo de propuesta para este tiempo de confinamiento, podría alargarse. Seguro que cada uno podemos completarlo, desde nuestra propia historia como hermanos de la fraternidad, y desde lo que estamos viviendo en este momento. Se nos regala una nueva Pascua que, efectivamente, puede ser “una Pascua distinta, con saber a Nazaret”. Ojalá podamos compartir todo esto el próximo verano, en nuestros ejercicios espirituales, momento de encuentro y de profundización en nuestra espiritualidad.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

Aquilino MARTÍNEZ,
Responsable de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas (España)

Xirivella (Valencia), 19 de abril de 2020

PDF: Carta de Aquilino, Pascua 2020

Mariano de los pobres y excluidos. Nicolás VIEL

Marzo 24, 2020

Hace unos días hemos despedido la vida de Mariano Puga; cura del pueblo, obrero, misionero y defensor de los derechos humanos. Volver a las imágenes y a los testimonios de su pascua es conmovedor.

Su partida estuvo marcada por la emoción, la sencillez, la belleza y la alegría, como su vida misma. Esa vida que ha sido cobijo de tantos rostros y gestos llenos de humanidad y simpleza, como lo rostros de su comunidad de La Minga, de los pobladores de Cristo Liberador de Villa Francia o de las muchas comunidades que su andar acompañó.

El pueblo sencillo fue el gran protagonista de su pascua y está bien que haya sido así, porque sus opciones fundamentales han estado sostenidas por la vida y fragilidad de ese pueblo, que lo despidió masivamente. Incluso su propia experiencia de Dios estuvo muchas veces sostenida por la fe de la gente sencilla, por su capacidad de confianza y organización, por la fuerza histórica de aquellos que son el reverso de la historia.

La diversidad de personas, grupos y comunidades que fueron a despedirlo habla de la apertura de su vida y de la universalidad del último lugar. Pocas veces coinciden en un mismo lugar pobladores, profesionales, artistas, políticos, estudiantes, etc. Su vida y los múltiples gestos que acompañaron su partida, nos vuelve a recordar que la fe no tiene una dimensión social y política sino que es esencialmente social y política.

En medio de los arribismos e indiferencias de la sociedad chilena, la vida de Mariano devela que la verdadera felicidad y libertad están en vivir con lo esencial, y que la plenitud no está en el subir sino en el bajar. La profecía de su actuar se ha jugado en lo pequeño de todos los días, en la fidelidad cotidiana, “dime como vives un día cualquiera y te diré si tiene futuro tu sueño del mañana” (Casaldáliga y Vigil).

La vida y pascua de Mariano nos permite afirmar que lo fundamental se juega en lo pequeño, que los grandes sueños se verifican en lo más simple y que la auténtica belleza se esconde en las realidades más sencillas, tal como lo expresa su compañero de camino Esteban Gumucio ss.cc, quien vivió esta dimensión cotidiana de la vida y la fe con enorme profundidad. Así, en la Cantata a los Derechos Humanos expresa: “Me gustan las flores que florecen en todos los caminos, pequeñas flores sin destino. Me gustan las simples cosas de siempre, humildes canciones que empezaron y murieron. Me gustan los pequeños gestos humanos: el niño y la niña de la mano, el pan por la mañana y el sol que se cuela en mi ventana”.

¿A quién pertenece esta hermosa y luminosa vida? Mariano es de muchos y muchas, que “lo han parido” como ser humano y sacerdote. Ya lo expresó en su despedida Paulo Álvarez, uno de sus tantos compañeros de camino, con enorme belleza poética: “Mariano de los sencillos; Mariano de los excluidos; Mariano de los humillados, También fuiste silencio, oración y contemplación. Mariano acordeón y fiesta; Mariano chala itinerante, en casa de los Zaqueos y contadores, sentado entre centuriones”.

Mariano también es de la Iglesia, que lo formó como ser humano y sacerdote. Sabemos que la amó y cuestionó profundamente. Lo mencionó Juan Barraza en la homilía de la misa de despedida: “Ha creído en la Iglesia a pesar de la Iglesia” (Casaldáliga). Mariano amó y sufrió la Iglesia. Sin embargo, su despedida nos mostró que su vida traspasa las fronteras eclesiales.

Mariano es del pueblo. Y estar en el corazón del pueblo es estar en el corazón de Dios. Su camino por Cerro Navia, Pudahuel, La Legua, Chiloé y Villa Francia, entre otros lugares,  son expresión de ese Dios que se abaja haciéndose hombre, pobre, trabajador, vecino, compañero y poblador por amor a su pueblo.
Mariano le pertenece a Chile entero, especialmente a los pobres y excluidos que masivamente salieron a las calles para expresarle su cariño y gratitud. Este pueblo herido y sin referentes encuentra en Mariano un motivo para continuar luchando, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. En su memoria, ese pueblo marginado encuentra nuevas fuerzas para seguir abrazando sus sueños.

Los colores de las calles de ese domingo, el canto, la poesía, el arte popular también dejaron lugar para la pena. Y la pena que tenemos por su partida es la pena de Chile. Lloramos porque Mariano no ha podido ver el país de hermanos y hermanas que tanto soñó y por el que entregó su vida entera. Ya sin Mariano y solo con el amoroso recuerdo de su paso entre nosotros, habrá que continuar su utopía, que no es otra que la utopía de Cristo, esa que invita a dar la vida para que nazcan “poesías, cantos y tierra nueva”. Y como lo expresaba el mártir riojano Enrique Angelelli, asesinado por la denuncia de las violaciones a los derechos humanos en plena dictadura argentina, “hay que seguir andando no más”.

Mariano ha partido como vivió. Su vida nos reúne como país y como pueblo, su memoria nos abraza para que podamos volver a unirnos. Su abrazo eterno con el Padre es expresión de nuestro abrazo como pueblo, y como dice el poeta Raúl Zurita; “porque nos cegaron, nos rompieron, nos mataron, pero no vencieron nuestro abrazo, nuestro abrazo es invencible”. La pascua de Mariano grita desde la entraña de su pueblo “no nos robarán las esperanza”, “no nos robarán la capacidad de organizarnos”, no nos robarán la fuerza para seguir soñando utópicamente un nuevo Chile.

Descansa en paz, Mariano de los pobres y excluidos.

Nicolás Viel ss.cc
Abogado. Sacerdote Sagrados Corazones

PDF: Mariano de los pobres y excluidos. Nicolás VIEL

Homilía en la Pascua de Mariano PUGA. Juan BARRAZA

Queridos hermanos y queridas hermanas:

Los saludo a todos y todas en estos momentos en que nos encontramos en este templo para despedir a nuestro querido hermano Mariano, con emoción, con pena, pero también con esperanza en Jesús resucitado. Mariano ha partido, pero su memoria permanecerá para siempre en el corazón del pueblo chileno.

Antes que nada, deseo presentarme. Mi nombre es Juan Barraza, párroco de Caldera en Copiapó, y estoy aquí, con humildad, para celebrar con ustedes esta Cena del Señor siguiendo las huellas de quien fuera maestro de una liturgia con base científica, histórica e inculturada. Viví 10 años con Mariano en los ochenta, en la comunidad San Romero de la población Digna Rosa de la comuna de Cerro Navia. Soy de origen popular y en esa condición fui acogido por Mariano en la “nueva familia” que él constituyó con los pobres y postergados, sin renunciar a su propia familia biológica. Por el contrario, quiso siempre invitarlos a que imitarán el compromiso que él había hecho con el Señor Jesús. Continue Reading →

Mariano PUGA. Testimonio de Roberto GUZMÁN.

Mariano se está quedando… porque cuando una persona como él muere se queda definitivamente entre nosotros, en nuestros corazones y en nuestra historia… Mariano, como todos nosotros tiene muchos defectos, pero sus virtudes son tan poco comunes, que eclipsan por mucho todo lo que podría no gustarnos de él; destaca la fortaleza de su austeridad honesta y consecuente, además de la humildad de su bondadosa disposición, especialmente atenta a los más pobres y sufridos. Y agradecemos que su inteligencia no sea irónica… y que sepa cantar bien y tocar el acordeón.

Recuerdo que una noche mi tocayo cura Roberto Mosher, bajando por calle Los Baqueanos en Peñalolén, con las luces de Santiago a nuestros pies y rodeados de las voces del barrio me dijo: “–yo no sé si nosotros cuidamos al pueblo o son ellos quienes nos cuidan a nosotros”. Y yo creo que Mariano Puga ha sido un cura cuidado por el pueblo. El pueblo ha reconocido en este cuico de nacimiento a un hombre profunda y verdaderamente enamorado del camino de los pobres. La gente lo ha acompañado en todos los barrios donde ha estado, y él ha acompañado de cerca la vida y los caminos de todos los que ha visto en su vida, sin importarle en absoluto si fuera creyente o no. Tiene muy buena memoria su corazón ancho y generoso. Escuché hablar de Mariano Puga en 1979 y lo conocí en el invierno del 86, cuando Rufino me convidó a tomar once en La Penélope, la mediagua donde vivía Mariano en la población Digna Rosa. Moraban ahí también en ese tiempo Juan Barraza, el Ticho y dos o tres más. Eran los tiempos duros de la dictadura y comentaban de la represión en la zona. Mariano lideraba el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, del que hacía parte mi abuela Josefina. Me impresionó Mariano. Por la pobreza de su estilo y por las noticias que mi abuela me contaba de él en las acciones en la calle; cuando por ejemplo se puso de pie frente a un paco e indicándole la luma le dijo “–usted ha venido aquí para castigar al pueblo, pégueme pues, aquí estoy yo, pégueme”. Mi abuela me dijo que el paco le dio la espalda y se corrió.

Yo soy hijo de un cuico que se hizo marxista y del Mir, y sé que enamorarse del camino de los pobres y jugárselas por defenderlos frente a la injusta agresión de Don dinero, no es fácil ni gratis. Pero para Mariano el ideal no era una dinámica social sino una persona: Jesús de Nazaret y su Evangelio, cuando nos dice que Diosito (¡Dios mismo!… el Creador de la Creación!) estaba con los pobres. Hay que decir que en los años ‘60 y ’70 fueron muchos los curas y monjas que optaron claramente por los pobres y se unieron cómplices en amistad (don Enrique Alvear, Alfonso Baeza, don Fernando Ariztía, Roberto Bolton, Pablo Richard, Blanca Rengifo, Ronaldo Muñoz, Meche y Elena Chaín, Esteban Gumucio, Karoline Meyer, Pepe Aldunate, Anita Gossens, Ignacio Vergara…), Mariano nunca fue un solitario. A Mariano lo motivó mucho seguir a Jesús al estilo del francés Carlos de Foucauld, un vizconde que se hizo pobre y “hermano de todos” siguiendo a Jesús. Puga se hizo obrero con un equipo de pintores de edificios, trabajando todas las mañanas hasta el almuerzo para en la tarde atender las comunidades. Una vez, yendo a la casa de mi mamá en calle Lastarria escucho: “Robeeeertoooo…!!!” Era el Mariano desde arriba de un andamio, con su cucurucho de papel y lleno de pintura que me hacía gestos de saludos. Permanentemente él atento al entorno. En estos momentos agoniza en La Minga, su casa en Villa Francia, siempre rodeado de nombres.

Por el año ’90 ó ’91 alguien dijo: “Mariano Puga está presente en la conciencia de todos los curas de Chile”, y yo creo que es verdad y eso irrita a casi todos los monseñores y a muchos curas que atienden con horarios y ‘respetables condiciones’. Y esto le trajo costos. Mariano algunas veces me habló de Néstor Paz Zamora y me regaló su bitácora. Néstor Paz fue un exseminarista boliviano (hermano de Jaime que fue presidente de Bolivia), que se unió a la guerrilla dejando tras su muerte un mensaje de amor y lucha por un mundo mejor. Mariano anhela constantemente ser radical. Me visitó en 2013 en África, meses después del funeral de Pierre Dubois, en que tras una entrevista The Clinic le había titulado “Los obispos no cachan una”. Eso le trajo problemas con los aludidos (aunque ahora es patente –y refrendado por el Papa- que el cura tenía toda la razón) y Mariano andaba bajoneado. No le gusta andar enemistado con nadie. Aunque no tranza en los criterios del Evangelio, es amistoso aun con los/as que piensan diametralmente opuesto a él. Fue cadete en tiempos del teniente Augusto Pinochet en la Escuela Militar, pero dudo que le hubiera dado la comunión en una Misa después del golpe del ‘73. Estuvo preso en Villa Grimaldi y nos contó que un agente de la Dina se le acercó preguntándole: “–Padre, cómo lo puedo hacer para bautizar a mi hijo?”. Años después Mariano presidió la Liturgia con la que se abrió el Parque por la Paz en el mismo lugar que fuera el horroroso cuartel Terranova desde donde desapareció tanta gente. En este cura querido cualquiera de nosotros/as se puede encontrar acogido/a, muy especialmente en los dolores que se sufran. Es por eso que hay Mariano para muchos años en la memoria de este Chile que necesita a gritos consolar tantas heridas que la codicia deja cada día en nuestras poblaciones y que violentamente saca ojos tratando vanamente de esconder su pecado.

Roberto Guzmán
La Bandera, 9 de marzo de 2020

PDF: MARIANO PUGA x RGH marzo 2020

El nazismo del siglo XXI contra los refugiados. Joaquín SÁNCHEZ SÁNCHEZ

Este artículo es un grito del dolor compartido hacia nuestras amigas y amigos refugiados que hemos compartido nuestra vida con ellos, nuestras compañeras y compañeros que están en Lesbos y en otras zonas de Grecia.

Las personas refugiadas huyen del horror de la guerra, muchas de ellas han enterrado algún hijo que han tenido que sacar de los escombros,  han visto cómo violaban a esposas, madres y hermanas y después las degollaban para causar el mayor dolor posible y el mayor miedo; personas refugiadas que han visto cómo sus hijos se desangraban por las heridas, gritando del dolor, y la única esperanza es que murieran lo antes posible y así un sinfín de situaciones tremendas. En contra de las personas refugiadas, el gobierno truco las utiliza cómo monedas de cambio por no encontrar el apoyo de la OTAN contra Siria y las lanzan contra la frontera como una forma de presión, utilizan su gran esperanza de llegar a Europa para poder tener un hogar y rehacer sus vidas, contribuyendo con su trabajo. Por otra parte, en Grecia, sobre todo en la islas, se ha dado rienda suelta a los grupos nazis de Amanecer Dorado para ponga controles, llevando cuchillos, y bates de beisbol, pegando paliza a refugiados, voluntarios y voluntarias, destrozando vehículos, periodistas, etc. Atacan sedes de ONGs, han quemado la oficina de ACNUR. Forman pandillas y van a la caza de las personas refugiadas. Por su parte la policía detiene a los refugiados, les pega y los maltrata, les quita sus objetos de valor y el dinero, los encierra sin darle comida ni agua y los deportan al día siguiente en un juicio sumarísimo, que dura unos dos o tres minutos con la sentencia ya firmada de deportación. La policía y el ejército los ataca disparando y embistiendo sus frágiles embarcaciones. Disparan y lanzan botes de humanos a niños y niñas. A todo esto hay que sumarle que se ha suspendido el derecho de asilo y los derechos humanos.
Todo esto planificado y apoyado desde la Unión Europea, que ya ha mando una comisión para avalar al gobierno griego. Es la confirmación de la derrota de la democracia, de los derechos humanos y de la humanidad en Europa. ¿Todavía no entendemos cómo llegó  el nazismo en Alemania?

Os pido un favor, utilicemos las redes sociales y todo lo que esté en nuestras manos para apoyar a la gente que huye del horror y en contra de la inhumanidad y la crueldad de los gobiernos.

Seguimos luchando, amando, soñando y cuidando la vida, a pesar de todo.