Con Carlos de FOUCAULD al encuentro del otro. Marc HAYET

Ponencia de Marc HAYET en el Encuentro Interfamiliar que se celebró en Ávila (España) para conmemorar el Centenario.

(Marc HAYET fue prior de los Hermanos de Jesús)

Quizás hay que comenzar recordando una cosa que todos conocemos, pero que es necesario insistir, porque todavía circula, en ciertos medios, una idea preconcebida sobre Carlos de Foucauld: Carlos no fue al desierto para responder a la “llamada del silencio” (1), para ser ermitaño perdido en la inmensidad del desierto del Sahara. ¡No! Carlos fue al Sahara para encontrarse con la gente que allí vivía y vivir con ellos. A menudo asociamos su nombre a paisajes del desierto de extraordinaria belleza, que sin duda le gustaron, pero no fue la razón para ir a vivir allí, la razón profunda fue por la gente que allí vivía.

Y es en este sentido, que quizás pueda decirnos algo hoy, a nosotros que no vivimos en el desierto, sino en medio de nuestras ciudades y pueblos.

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Noticias y comunicaciones nº 171

La Cuaresma orienta nuestro pensamiento, en primer lugar, hacia la imagen del desierto, en el cual Jesús pasó cuarenta días de soledad, o aquel que el pueblo de Dios atravesó andando durante cuarenta años.

Al hermano Roger le gustaba recordar, cuando llegaban las semanas previas a la Pascua, que no era un tiempo de austeridad o de tristeza, ni un período para sentirse culpable, sino un momento para cantar la alegría del perdón. Veía la Cuaresma como cuarenta días de preparación para redescubrir pequeñas primaveras en nuestras existencias.

Al comienzo del evangelio de san Mateo, cuando Juan el Bautista proclama: «¡Arrepentíos!», él quiere decir: «¡Volved a Dios!». Sí, durante la Cuaresma, podríamos volvernos a Dios para acoger su perdón.

Cristo ha vencido el mal y su constante perdón nos permite renovar la vida interior. Nosotros estamos invitados a una conversión: no a volvernos hacia nosotros mismos en una introspección o un perfeccionismo individual, sino a buscar una comunión con Dios y también una comunión con los otros.

¡Volvernos a Dios! Es verdad que, en el mundo occidental, para algunos se ha vuelto más difícil creer en Dios. Ellos ven su existencia como una limitación a su libertad. Piensan que deben luchar solos para construir su vida. Que Dios los acompañe les parece inconcebible.

Un día, realicé una visita a nuestros hermanos que viven en Corea desde hace más de treinta años. En el camino, con otro hermano, tuvimos encuentros con jóvenes en varios países asiáticos. Lo que me ha impactado en Asia es que la oración parece algo natural. En las diferentes religiones, la gente tiene espontáneamente en la oración una actitud de respeto, incluso de adoración.

En estas sociedades no hay menos tensiones o violencia que en Occidente. Pero el sentido de la interioridad es quizás más accesible, un respeto ante el milagro de la vida, de la creación, un interés en el misterio, en el más allá.

¿Cómo renovar la vida interior descubriendo y redescubriendo una relación personal con Dios? Existe en todos nosotros una sed de infinito. Dios nos ha creado con ese deseo de lo absoluto. ¡Dejemos vivir en nosotros esa aspiración!

Entre los cantos de Taizé, hay uno que expresa esta espera. La letra es de un poeta español, Luis Rosales, inspirado en san Juan de la Cruz: «De noche iremos de noche, que para encontrar la fuente, solo la sed nos alumbra». Para muchos el tiempo de la Cuaresma es tiempo de renuncia. No es que la ascesis tenga valor en sí misma. Pero la renuncia puede ayudarnos a ir por delante de nuestra espera más profunda, de nuestra sed de lo esencial, y esta sed iluminará nuestro camino.

Si a veces caminamos de noche, o a través de un desierto, no es por seguir un ideal; como creyentes seguimos a una persona, Cristo. No estamos solos, él nos precede. Seguirle supone un combate interior con decisiones que hay que tomar, con fidelidades para toda la vida. En esta lucha no nos apoyamos en nuestras fuerzas, sino que nos abandonamos a su presencia. El camino no está trazado de antemano e implica también acoger las sorpresas y crear con lo inesperado.

Y Dios no se cansa de retomar el camino con nosotros. Podemos creer que una comunión con él es posible y no cansarnos jamás, tampoco nosotros, de tener que retomar siempre el combate. No perseveramos en él para poder presentarnos ante Dios con nuestra mejor imagen. No, aceptamos avanzar como pobres del Evangelio, que confían en la misericordia de Dios.

La Cuaresma es un tiempo que nos invita al compartir. Nos conduce a aceptar que no hay crecimiento sin consentir las renuncias, y estas por amor. Cuando Jesús estaba en el desierto, movido por compasión hacia quienes le habían seguido, multiplicó cinco panes y dos peces para alimentar a cada uno. ¿Qué formas de compartir podemos llevar a cabo nosotros?

El Evangelio destaca el valor de la sencillez de vida. Nos empuja a un dominio de nuestros propios deseos para lograr limitarnos no por coerción, sino por elección. Es importante hacer una clasificación de nuestros deseos. No todos son malos, pero no todos son buenos. Se trata de aprender a discernir, pacientemente, a cuáles tenemos que dar prioridad y a cuáles dejar de lado. Esta llamada está de mucha actualidad hoy en día no únicamente en el plano personal, sino en la vida de las sociedades. La sencillez elegida libremente permite resistir al consumismo superfluo de los más ricos y contribuye a la lucha contra la pobreza impuesta a los más desfavorecidos.

Sí, el Evangelio nos llama a la sencillez. Elegir la sencillez abre nuestro corazón al compartir y a la alegría que viene de Dios. Durante este tiempo de Cuaresma, atrevámonos a revisar nuestro estilo de vida, no para crear mala conciencia a los que no dan lo suficiente, sino para solidarizar con los necesitados. El Evangelio nos anima a compartir libremente, disponiéndolo todo en la simple belleza de la creación.

(Hermano Alois, prior de Taizé, Atreverse a creer, Editorial perpetuo Socorro, Madrid 2016, 39-42)

LECTURA RECOMENDABLE PARA LA CUARESMA: El joven nabateo y el ermitaño de petra (Gratis en PDF)

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2017 “LA PALABRA ES UN DON. EL OTRO ES UN DON”

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).

La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.

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Boletín nº 79, Febrero de 2017

ÍNDICE

  • Editorial.
  • El twit del Papa Francisco.
  • Ecos de Benni Abbés con las hermanitas de Jesús.
  • Un libro: El conocimiento silencioso, de María Corbí.
  • El hombre maduro en la fe, p. frat. Oswaldo Cruz
  • Semana de oración por la unidad de los cristianos.
  • La obra del Espíritu y del discipulado en la misión cristiana.
  • El Papa con la Delegación Ecuménica de Finlandia.
  • Llamada desde Taizé a los responsables de las Iglesias.
  • En la muerte del sheykh sufí Sidi Hamza al-Qadiri al-Buchichi.
  • Calendario pluricultural.
  • Oramos.

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Semblanza del hermanito Juan

Querido Juan, hermano, hermanito: Ya ves…estamos reunidos en torno tuyo para celebrar tu PASCUA DEFINITIVA; celebrar el ENCUENTRO PLENO CON EL PADRE, cuyo rostro y su presencia en medio de la vida de la gente sencilla y humilde, buscaste con pasión y fidelidad.

Tú estás de fiesta y nosotros, contigo, también.

Ya ves…la variedad de gentes que nos hemos reunido para dar gracias al Padre por tu vida.

Sí, tus compañeros y compañeras de la Residencia (con los que compartiste tus últimos días); el personal que ha cuidado de todos vosotros; las Hermanitas y una enorme variedad de amigos, compañeros de trabajo, de luchas sindicales, de hermanos y hermanas con los que pudiste hacer un trecho de camino juntos. Un grupo de AMIGOS, porque, quizás, si algo quisiste vivir fue precisamente la hermosura y el tesoro de la amistad. Si algo se pudiera decir de ti es que fuiste AMIGO FIEL. De aquellos que encontraste en tus primeros tiempos en
Málaga en la Plaza de Santa María (la familia de Loreto que te acogió y que hoy están presentes); compañeros de la obra (Juan, Lucas….y tantos otros); vecinos de la Estación del Perro (cómo olvidar a Rafael, Carmen y su familia, Conchi…); de los compañeros de trabajo del Hospital Civil, soñadores como tú de conseguir unas condiciones dignas para los pacientes y los trabajadores (me perdonareis que no cite nombres para no cometer olvidos imperdonables); amigos de la Frater, de la Familia Espiritual del Hno. Carlos de Foucauld….

Una hermosa red, tejida con finos hilos de amistad y cariño, de fidelidad y constancia…

¿Sabes Juan, hermano? me dicen de presentar una breve semblanza de tu vida entre nosotros. ¡Cómo si fuera posible resumirla en una líneas escritas apresuradamente! ¿Cómo poder narrar lo hondo de una vida, tejida en el calor del misterio del corazón de Dios?

Que naciste un 1 de marzo de 1924, en París, en el seno de una familia de cierto abolengo y tradición militar; que muy pronto, demasiado pronto, vuestra madre (tuya y de Paul y Gabrielle) os dejó, dejando un hueco que dejó huella.

Que viviste en primera persona el drama de la 2ª Guerra Mundial, y que con 19 años, iniciaste un primer éxodo que te hizo atravesar España, con la intención de unirte en el norte de África al Ejército Francés de Liberación y en esos avatares, llegaste, con otros muchos, en Diciembre de 1943 a Málaga. Recluidos en la Plaza de Toros y a la espera de atravesar el estrecho. ¿Premonitorio?

Que no pudiendo participar en el desembarco que liberaría Francia; formado como militar, te presentaste voluntario para ir a la guerra de Indochina (Julio 1946-Diciembre 1947); herido eres repatriado… Un segundo éxodo, éste no solo geográfico, sino espiritual. El largo viaje de regreso en barco, te permitió buscar en lo hondo de tu corazón las razones del sufrimiento que provocan todas las guerras; la muerte de tus camaradas y amigos; la muerte y destrucción de los hasta ahora tenidos como enemigos.

De esta experiencia surge tu deseo de volver tu corazón hacia Dios, Padre de todos, sentido último de nuestras vidas, propuesta de fraternidad universal.

Descubriste los Hermanos de Jesús que comenzaban su caminar y te sedujo la invitación de Jesús a vivir su vida de Nazaret. Buscar su rostro en medio de la vida ordinaria de las gentes sencillas; en el barrio, en el trabajo, en la amistad; y en los ratos personales y silenciosos dejándose mirar por Jesús de manera que fuera moldeando nuestra mirada, nuestro corazón…

Y otro éxodo a vivir, en 1948 entras en los Hermanos de Jesús: El Abiodh en Argelia, Lyon, Chile, estudios de teología hasta que en 1955 pronuncias tus votos perpetuos.

En 1959 te vemos llegar a Málaga… joven, alto, guapo, ojos azules… expectación ante este joven religioso que pasa horas en oración en la Iglesia de Santiago y comparte vida y trabajo con la gente… Fuiste acogido con cariño por la Iglesia de Málaga. Quizás buscabas el último
lugar y el anonimato de la vida de Nazaret, pero puedo asegurarte, que a tu pesar, enseguida hiciste parte del paisaje malagueño.

¿Cómo no mencionar tu ordenación sacerdotal celebrada en 1973? Los que compartimos la vida contigo, somos testigos de la importancia de este momento en tu vida. Te marcó profundamente, te abrió a un acompañamiento y a una presencia a comunidades con las que compartías eucaristías (religiosas, laicas, fraternidad secular); a acompañar a la Frater: animando y celebrando con ellos la fe, disponible a quien te buscaba para acoger confidencias, anhelos, para rezar juntos.

Viviste una buena e intensa vida laboral: Algunos años trabajando en la obra; en la dura recogida de basura de aquella época y, por fin, en 1967 entras como celador en el Hospital Civil donde permanecerías hasta tu jubilación en 1987.

Cuántas historia podrían contar muchos de los aquí presentes… Movimiento Obrero, sindicato,CCOO… momentos de lucha y momentos de fiesta…

Una vez jubilado, no abandonaste el mundo hospitalario: voluntario en el servicio de Biblioteca del Clínico, paseando con tu carrito lleno de libros por los pasillos y habitaciones del hospital; la visita en nombre de Málaga Acoge, de extranjeros ingresados que no conocían bien el castellano, atento a servir de cauce de comunicación con los médicos, a prestar pequeños y múltiples servicios, el hospital Carlos Haya conoció tus desvelos…

Bueno y en noviembre del 2002, un nuevo éxodo… dejas la fraternidad y te vienes a vivir a la Residencia de las Hermanitas de los Pobres. Una nueva etapa, un nuevo viaje… el último. 14 años y dos meses… tiempo de abandono, de ir clavando en la Cruz de Jesús autonomía
personal, deseos y salud… Tiempo para ir abandonándose, para ir vaciándose, para ir preparándose a escuchar la última llamada… la de la confianza y el abandono, la del éxodo definitivo; la llamada de tu Bien Amado Hermano y Señor Jesús que te llama por tu nombre…

Y tu Amén definitivo, pronunciado para siempre la madrugada del 30 de Enero.

Málaga 31 de enero de 2017