Como sacerdotes diocesanos, compartimos con toda la Iglesia la única misión que ella tiene: evangelizar. El Papa Francisco nos ha dado orientaciones muy claras para hacerlo en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”. Hacemos nuestros todos sus planteamientos e intentamos inspirarnos en ellos para nuestra acción evangelizadora en nuestras parroquias, comunidades, centros de formación cristiana, centros de atención a los más pobres, etc.
Sin embargo, es válida la pregunta si nosotros, como sacerdotes de la Fraternidad IESUS CARITAS, ponemos algunos acentos particulares que nacen del carisma del Hermano Carlos y de nuestra espiritualidad. Creemos que sí y aquí exponemos algunos de esos acentos.
1. EL MISTERIO DE LA ENCARNACION
Nuestro modo de evangelizar está marcado en primer lugar por el misterio de la Encarnación, misterio que fascinó al Hermano Carlos y está en la raíz de su espiritualidad:
“La encarnación tiene su raíz en la bondad de Dios. Pero una cosa aparece, primeramente, tan maravillosa, brillante y asombrosa que brilla como un signo deslumbrador: es la humildad infinita que encierra tal misterio. Dios, el Ser, el Infinito, la Perfección, el Creador, el Omnipotente inmenso, soberano Señor de todo, haciéndose hombre, uniéndose a un alma y a un cuerpo humano y apareciendo en la tierra como un hombre, y el último de los hombres” (EsEs p.49.)
La encarnación se da siempre en un tiempo y en un lugar y cultura determinados. El Hermano Carlos hizo un gran trabajo para conocer la cultura de los tuaregs, su lengua, sus costumbres, su poesía, etc. Nosotros quisiéramos tomar siempre muy en cuenta el contexto histórico, las características del tiempo y la cultura en que evangelizamos, porque estamos convencidos que Dios prolonga su encarnación en cada época y Cristo Resucitado sigue hablándonos desde los signos de los tiempos para invitarnos a construir su Reino de Vida.
Tomando en cuenta que Cristo entra en el mundo por “la puerta de los pobres”, como decía el Obispo Enrique Alvear, también nosotros quisiéramos entrar por esa puerta en nuestra acción evangelizadora y desde ahí proclamar el Evangelio a todos.
2. LAS PERIFERIAS.
Dentro de un espíritu de disponibilidad a nuestros Obispos, quisiéramos tener como prioridad los lugares más abandonados y más lejanos a la Iglesia. Las periferias geográficas o existenciales, como dice el Papa Francisco. Son los lugares de frontera: poblaciones marginales, campos lejanos, campamentos de refugiados, migrantes, adictos, privados de libertad, excluidos en general. Esta cercanía nos permitirá escuchar y atender el grito de los pobres1 que a veces es muy tenue y otras veces impetuoso. Y utilizando medios pobres, básicamente nuestra propia presencia amistosa y misericordiosa.
Nos dice el Hno. Carlos:
“Para mí, buscar siempre el último de los últimos puestos, para ser también pequeño como mi Maestro, para estar con él, marchar tras él, paso a paso, como fiel criado, fiel discípulo y –puesto que, en su bondad infinita, incomprensible, se digna hablar así- como fiel hermano y fiel esposo” (EsEs p.68).
“Este banquete divino, del cual yo soy ministro, es necesario presentarlo no a los hermanos y parientes, a los vecinos ricos, sino a los cojos, a los ciegos, a las almas más abandonadas y faltas de sacerdotes…He solicitado y obtenido permiso para establecerme en el Sahara argelino”. (EsEs p.80).
Si somos enviados a lugares más pudientes, quisiéramos ser agentes de sensibilización social y forjadores de puentes entre los ricos y las realidades de los pobres.
Llegamos como amigos y hermanos de los pobres. Descubrimos a Dios ya presente en sus gritos y aspiraciones. Nosotros, a su vez, dejamos que los pobres nos evangelicen y enriquezcan nuestro ministerio.
3. EL TESTIMONIO PERSONAL
En todo lugar, pero particularmente en los lugares marginalizados, queremos dar prioridad a la evangelización con el testimonio más que con la palabra. Testimonio marcado por la cercanía, la sencillez, la acogida, la bondad, el interés por lo que al otro le sucede, el servicio concreto, la alegría interior. Escribía el Hno. Carlos a un amigo:
“Quieres saber lo que puedo hacer por los nativos. No es posible hablarles directamente de nuestro Señor. Esto sería hacerles huir. Hay que inspirarles confianza, hacerse amigos entre ellos, prestarles pequeños servicios, darles buenos consejos, trabar amistad con ellos, exhortarles discretamente a seguir la religión natural, demostrarles que los cristianos los aman”. (EsEs p.84).
Ya en un retiro de noviembre de 1897, había formulado su manera de evangelizar con esta frase, puesta en la boca de Jesús: “Accede a tu vocación: la de pregonar el Evangelio desde los tejados, no con tu palabra, sino con tu vida”.
Esto no quiere decir que dejemos de lado el ministerio de la Palabra. Sabemos que es parte esencial de nuestra misión para suscitar y alimentar la fe: “la fe viene por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo” (Rom 10, 17). El Concilio Vaticano II lo dice claramente en el decreto sobre “Ministerio y vida de los presbíteros”: “Con la palabra de salvación se suscita la fe en el corazón de los no creyentes y se robustece en el de los creyentes, y con la fe empieza y se desarrolla la congregación de los fieles”
4. NUESTRA OPCION POR LA FRATERNIDAD
Desde nuestra opción por la fraternidad, privilegiamos el trabajo en equipo con otros sacerdotes, sean o no de nuestra Fraternidad, con religiosas, con diáconos y con laicos. Queremos ser más hermanos que tiranos, maestros o señores religiosos, como dice el Concilio: “Los presbíteros moran con los demás hombres como hermanos”3. El Hno. Carlos se adelantó en este sentido al Concilio cuando busca y valora el trabajo con laicos:
“Al lado de los sacerdotes, se necesitan Priscilas y Aquilas, que vean a los que el sacerdote no ve, que penetren donde él no puede penetrar, que vayan a los que le huyen, que evangelicen con un contacto bienhechor, con una bondad desbordante sobre todos, un afecto siempre dispuesto a darse, un buen ejemplo que atraiga a los que dan la espalda al sacerdote y les son hostiles por principio”.(desde Assekrem, 3 de mayo de 1912).
Por lo mismo, queremos dar tiempo a la formación de los laicos, al acompañamiento espiritual de ellos y a apoyar la formación de comunidades fraternas, respetando el ritmo propio de cada persona.
Igualmente, creemos en la fraternidad como un modo de vida, una fraternidad universal, que incluye a las personas que no pertenecen a la Iglesia, caracterizada por la amistad, la reciprocidad y el diálogo.
Así mismo, nuestra opción por la fraternidad nos lleva a favorecer la participación de los laicos en la conducción pastoral de nuestras parroquias evitando todo autoritarismo y clericalismo por parte nuestra y toda pasividad por parte de los laicos. La existencia de Consejos Pastorales, Comités de Asuntos Económicos, Equipos para animar las distintas áreas pastorales, Asambleas Parroquiales, Planificación pastoral hecha en conjunto, etc. debieran ser una marca distintiva de las parroquias u otras estructuras pastorales confiadas a nuestro cuidado.
5. VIDA ESPIRITUAL Y EUCARISTICA
Este modo de evangelizar supone una vida espiritual muy profunda en cada uno de nosotros que nos lleve a contemplar a Jesús en los Evangelios para ir configurándonos cada vez más con El, gracias a la acción del Espíritu Santo en nosotros. Él nos capacitará para entrar en la dinámica del descenso, del abajamiento, del despojo, propia del misterio de la Encarnación, dejando muchas cosas por El y por fidelidad al Evangelio: prejuicios, bienes materiales, prestigio, búsqueda de poder, seguridades, etc. Nos dará la libertad interior para encontrar caminos y campos nuevos en la tarea evangelizadora de la Iglesia, siempre buscando la voluntad del Padre, con infinita confianza.
Nuestro impulso misionero, sobre todo para llegar y permanecer en los lugares más difíciles, se sostiene con la celebración de la Eucaristía, la Adoración diaria y con los demás medios de crecimiento espiritual, propios de nuestra Fraternidad. Ellos nos ayudan a tomar conciencia del Amor infinito de Dios por nosotros, de su fidelidad y de su misericordia y nos impulsan a la misión.
La Eucaristía debe llegar a ser para nosotros un estilo de vida caracterizado por el compartir el pan, las historias personales y la palabra incluso con personas de otras tradiciones de fe.
Una experiencia espiritual similar debemos promover entre los laicos si queremos transformar nuestras parroquias en el sentido misionero que desea el Papa Francisco: una Iglesia en salida que, sin temor a accidentarse o a mancharse con el barro del camino, va en busca de los alejados y los descartados por la sociedad4
La Eucaristía, por otra parte, nos abre a la pertenencia a un Cuerpo eclesial siempre más amplio. Queremos tener mucha conciencia de que la Evangelización es una misión compartida con toda la Iglesia diocesana y universal. Como presbíteros diocesanos queremos ser los primeros en sentirnos parte de un presbiterio, con su Obispo a la cabeza, apoyando la gestación e implementación de proyectos diocesanos al cual nosotros aportamos nuestro carisma y acentuaciones pastorales.
PARA LA REFLEXION PERSONAL Y LA ORACION.
- ¿Agregarías algún punto a este esquema?
- ¿Está mi estructura pastoral (parroquia, centro de formación, etc.), caminando en esta dirección?
- ¿Qué características debieran marcar nuestro estilo de vida personal para ser coherentes con este modo de evangelizar?