Mariano se está quedando… porque cuando una persona como él muere se queda definitivamente entre nosotros, en nuestros corazones y en nuestra historia… Mariano, como todos nosotros tiene muchos defectos, pero sus virtudes son tan poco comunes, que eclipsan por mucho todo lo que podría no gustarnos de él; destaca la fortaleza de su austeridad honesta y consecuente, además de la humildad de su bondadosa disposición, especialmente atenta a los más pobres y sufridos. Y agradecemos que su inteligencia no sea irónica… y que sepa cantar bien y tocar el acordeón.
Recuerdo que una noche mi tocayo cura Roberto Mosher, bajando por calle Los Baqueanos en Peñalolén, con las luces de Santiago a nuestros pies y rodeados de las voces del barrio me dijo: “–yo no sé si nosotros cuidamos al pueblo o son ellos quienes nos cuidan a nosotros”. Y yo creo que Mariano Puga ha sido un cura cuidado por el pueblo. El pueblo ha reconocido en este cuico de nacimiento a un hombre profunda y verdaderamente enamorado del camino de los pobres. La gente lo ha acompañado en todos los barrios donde ha estado, y él ha acompañado de cerca la vida y los caminos de todos los que ha visto en su vida, sin importarle en absoluto si fuera creyente o no. Tiene muy buena memoria su corazón ancho y generoso. Escuché hablar de Mariano Puga en 1979 y lo conocí en el invierno del 86, cuando Rufino me convidó a tomar once en La Penélope, la mediagua donde vivía Mariano en la población Digna Rosa. Moraban ahí también en ese tiempo Juan Barraza, el Ticho y dos o tres más. Eran los tiempos duros de la dictadura y comentaban de la represión en la zona. Mariano lideraba el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, del que hacía parte mi abuela Josefina. Me impresionó Mariano. Por la pobreza de su estilo y por las noticias que mi abuela me contaba de él en las acciones en la calle; cuando por ejemplo se puso de pie frente a un paco e indicándole la luma le dijo “–usted ha venido aquí para castigar al pueblo, pégueme pues, aquí estoy yo, pégueme”. Mi abuela me dijo que el paco le dio la espalda y se corrió.
Yo soy hijo de un cuico que se hizo marxista y del Mir, y sé que enamorarse del camino de los pobres y jugárselas por defenderlos frente a la injusta agresión de Don dinero, no es fácil ni gratis. Pero para Mariano el ideal no era una dinámica social sino una persona: Jesús de Nazaret y su Evangelio, cuando nos dice que Diosito (¡Dios mismo!… el Creador de la Creación!) estaba con los pobres. Hay que decir que en los años ‘60 y ’70 fueron muchos los curas y monjas que optaron claramente por los pobres y se unieron cómplices en amistad (don Enrique Alvear, Alfonso Baeza, don Fernando Ariztía, Roberto Bolton, Pablo Richard, Blanca Rengifo, Ronaldo Muñoz, Meche y Elena Chaín, Esteban Gumucio, Karoline Meyer, Pepe Aldunate, Anita Gossens, Ignacio Vergara…), Mariano nunca fue un solitario. A Mariano lo motivó mucho seguir a Jesús al estilo del francés Carlos de Foucauld, un vizconde que se hizo pobre y “hermano de todos” siguiendo a Jesús. Puga se hizo obrero con un equipo de pintores de edificios, trabajando todas las mañanas hasta el almuerzo para en la tarde atender las comunidades. Una vez, yendo a la casa de mi mamá en calle Lastarria escucho: “Robeeeertoooo…!!!” Era el Mariano desde arriba de un andamio, con su cucurucho de papel y lleno de pintura que me hacía gestos de saludos. Permanentemente él atento al entorno. En estos momentos agoniza en La Minga, su casa en Villa Francia, siempre rodeado de nombres.
Por el año ’90 ó ’91 alguien dijo: “Mariano Puga está presente en la conciencia de todos los curas de Chile”, y yo creo que es verdad y eso irrita a casi todos los monseñores y a muchos curas que atienden con horarios y ‘respetables condiciones’. Y esto le trajo costos. Mariano algunas veces me habló de Néstor Paz Zamora y me regaló su bitácora. Néstor Paz fue un exseminarista boliviano (hermano de Jaime que fue presidente de Bolivia), que se unió a la guerrilla dejando tras su muerte un mensaje de amor y lucha por un mundo mejor. Mariano anhela constantemente ser radical. Me visitó en 2013 en África, meses después del funeral de Pierre Dubois, en que tras una entrevista The Clinic le había titulado “Los obispos no cachan una”. Eso le trajo problemas con los aludidos (aunque ahora es patente –y refrendado por el Papa- que el cura tenía toda la razón) y Mariano andaba bajoneado. No le gusta andar enemistado con nadie. Aunque no tranza en los criterios del Evangelio, es amistoso aun con los/as que piensan diametralmente opuesto a él. Fue cadete en tiempos del teniente Augusto Pinochet en la Escuela Militar, pero dudo que le hubiera dado la comunión en una Misa después del golpe del ‘73. Estuvo preso en Villa Grimaldi y nos contó que un agente de la Dina se le acercó preguntándole: “–Padre, cómo lo puedo hacer para bautizar a mi hijo?”. Años después Mariano presidió la Liturgia con la que se abrió el Parque por la Paz en el mismo lugar que fuera el horroroso cuartel Terranova desde donde desapareció tanta gente. En este cura querido cualquiera de nosotros/as se puede encontrar acogido/a, muy especialmente en los dolores que se sufran. Es por eso que hay Mariano para muchos años en la memoria de este Chile que necesita a gritos consolar tantas heridas que la codicia deja cada día en nuestras poblaciones y que violentamente saca ojos tratando vanamente de esconder su pecado.
Roberto Guzmán
La Bandera, 9 de marzo de 2020