FOTOGRAMAS
Carlos de Foucauld Testigo de la Misericordia
Primer Fotograma:
Nazaret. Convento de las Clarisas. Capilla del Santísimo Sacramento. En la madrugada del día 8 de noviembre de 1897 encontramos arrodillado a los pies del Santísimo a Carlos de Foucauld, se levantó cuando le despertó su ángel, como lleva haciendo desde que le acogieron como recadero en el convento.
Es éste el cuarto día de un retiro de diez en le hará adorar mejor a Dios, cumplir mejor su voluntad, y consolar el corazón de Jesús.
Había pensado no escribir más pero la sequedad en la que se encuentra al hacer oración y la recomendación del padre Huvelin, le ha hecho retomar los cuadernos donde apunta sus reflexiones, oraciones y meditaciones, con muy pocas tachaduras, escritura firme, amplia, de un solo trazo.
“YO, MI VIDA PASADA. MISERICORDIA DE DIOS
Mi señor Jesús: dadme ideas, dadme palabras. Si en las meditaciones precedentes me sentía impotente, ¡cuánto más en ésta! No es la materia lo que falta…Al contrario ¡ella me aplasta!¡Cuántas misericordias, Dios mío!(…)¡Ay, Dios mío! Todos tenemos que cantar tus misericordias, nosotros, creados para la gloria eterna y rescatados por la sangre de Jesús, por vuestra sangre, mi señor Jesús, que estáis a mi lado en este Tabernáculo; pero si todos debemos hacerlo, ¡cuánto más yo! Yo que he estado desde mi infancia rodeado de tantas gracias(…)”
Encontramos en ésta larga meditación su autobiografía espiritual, hasta la llegada a Nazaret. En la que él mismo se compara con el hijo pródigo, parábola paradigmática de la misericordia de Dios.
Él, que en el transcurso de su adolescencia perdió la fe, y vivió de manera muy liberal, se encontró a los 27 años recorriendo el camino de vuelta a casa de las maneras más insospechadas:
“¿Por qué medios, Dios de bondad, me habéis hecho conoceros?¿de cuantos rodeos os habéis servido?(…) Esta oración: Dios mío, si existís, haced que os conozca. Todo esto era vuestra obra, Dios mío, vuestra obra solamente…Una hermosa alma os secundaba, pero por medio de su silencio, dulzura, bondad y perfección; ella se dejaba ver, era buena y esparcía su perfume atrayente, pero no obraba.(…) me dirigí para recibir clases de religión al padre Huvelin, yo pedí lecciones, él me hizo arrodillarme, confesarme y me envió a comulgar acto seguido…”
En este momento dice que desde el momento que conoció a Dios no pudo hacer otra cosa que vivir para él, pues es un hombre que en palabras del padre Huvelin: “Hace de la religión un amor.”
Segundo Fotograma:
Beni-Abbés. Sudoeste de Argelia. Capilla de la fraternidad del Sagrado Corazón. 21 de junio de 1903.
El hermano Carlos se ha ordenado Sacerdote y ha decidido llevar el banquete eucarístico a “los más abandonados”. El mismo dirá que lleva una “vida de monje silencioso y escondido, mi vida de Nazaret” en medio de aquellos que le conocen como “el marabout”. Donde entre múltiples obras de caridad, atiende a los militares y rescata también esclavos. Quiere acostumbrar a todos los habitantes cristianos, musulmanes y judíos e idólatras a mirarle como su hermano –el hermano universal.
Allí se ha reencontrado con su amigo Henri Laperrine, que ahora es Comandante superior de los oasis saharianos. Éste le ha descubierto una anécdota que conmueve al marabout y que copia en su diario:
“Después de la matanza de la misión Flatters, una mujer tuareg tuvo una hermosa actitud, oponiéndose a que se rematara a los heridos, los recogió y cuidó en su casa y después de su curación los hizo evacuar a Trípoli. Ésta alma, ¿acaso no está preparada para el Evangelio?”
Resuena aquí aquella pregunta del Evangelio: ”¿y quién es mi prójimo?; el que practicó la misericordia”. Este acto definirá los últimos años de su vida, y partirá, por puro amor, a conocer y entablar amistad con los Tuaregs.
Tercer Fotograma:
Tamanrasset. El Hoggar. 2 de enero de 1908. En su refugio de 8 metros tiene su capilla, su mesa de trabajo, su biblioteca, sus papeles, está clavado en su lecho, no puede moverse sin sentir asfixia, apunta en su diario:
“Estoy enfermo. Obligado a interrumpir mí trabajo. Jesús, María, José, os entrego mi alma, mi espíritu, mi vida.”
Esta atacado de escorbuto, pero no lo sabe. Había repartido todos sus víveres pues:
“El año es duro en el país, hace diecisiete meses que no llueve, es la hambruna total, para un país que vive sobretodo de la leche. Las cabras están secas como la tierra.”
Sus vecinos tuaregs le salvan, ¿hay mayor vivencia de la misericordia? Éste gesto le conmueve. El 24 de enero escribe:
“Se han buscado para mí todas las cabras con un poco de leche, en esta terrible sequía, a cuatro kilómetros a la redonda.”
Aquí encontramos su segunda conversión, que provocará una ruptura con los métodos misioneros de esa época proponiendo el apostolado de la amistad.
Cuarto Fotograma:
1 de agosto de 1916. Tamanrasset. Justo cuatro meses antes de su muerte, escribe una carta a Louis Massignon; en la que muestra cómo y por qué debemos practicar la misericordia:
“Piensa mucho en los demás y ora mucho por ellos. Dedícate a la salvación del prójimo con los medios que están en tu mano: la oración, la bondad, el ejemplo(…)Cuando se da una limosna a un pobre, cuando se hace el bien al alma de un pecador es a Jesús a quien s hace.(…) Pienso que no hay una frase del Evangelio que me haya producido una impresión más profunda y haya transformado mi vida más que ésta: << Todo lo que hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis>>. Basta pensar que estas palabras fueron pronunciadas por la verdad increada para sentirse empujados a buscar y amar a Jesús en <<estos pequeños>>”
Diego