Índice
- Esquema de la conferencia → 5
- Introducción → 6
- El ser humano, un ciudadano → 8
- Dios y la ciudad → 9
- Ser cristiano en la ciudad → 11
- ¿Huir de la ciudad para orar? → 12
- Creer y orar en la ciudad → 13
- Rehumanizar la deshumanizada vida ciudadana → 15
- Comunidades fraternas en medio de la muchedumbre
solitaria de la ciudad → 16 - Abrir los ojos a las huellas del paso de Dios por la ciudad → 17
- Algunos rasgos de una oración cristiana desde la ciudad → 18
- Creer y orar desde la cotidianidad creyentemente vivida
en la ciudad secular → 19 - Algunas condiciones externas que faciliten el ejercicio
de la oración en la ciudad → 21 - Disponer de unos materiales → 22
Introducción
“Creer y orar” constituyen dos momentos nucleares de la respuesta del ser humano a la Presencia del Misterio en el fondo de lo real y en el corazón de la persona. En el caso del cristianismo, son dos aspectos o dos pasos fundamentales en el conjunto de la vida cristiana. El título de mi intervención invita a reflexionar sobre su realización en el medio, muy frecuentemente tenido por inhóspito, de la ciudad y, especialmente, de la gran ciudad.
Comenzaré por una breve clarificación del significado de los dos verbos de nuestro título. En relación con el primero: “creer”, se inscribe en una forma de abordar el tratamiento de la fe que abandona su estudio desde la perspectiva de la teología de las virtudes, como un hábito que el sujeto adquiere o que Dios infunde en el alma y que el sujeto poseería, conservaría, y que podría perder; mientras “ser creyente” se refiere a una forma peculiar de la realización de la propia existencia por parte del creyente. Es bien sabido que “creer” puede referirse a tres actitudes diferentes según se “conjugue” bajo la forma de “creer que”, “creer a” o “creer en”, como observaba ya san Agustín.
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