Noticias Comunicaciones nº 340

«Pero yo os digo la verdad: Conviene que yo me vaya, porque si no me voy el Paráclito no vendrá a vosotros; más si me voy os lo enviaré» (Jn XVI, 7)

Podemos comprender la frustración de Judas al ver que la misión de Jesús iba a concluir con un fracaso total. El pueblo lo había abandonado porque era arriesgado seguirlo; la sinagoga lo declara hereje, más aún, blasfemo; los representantes políticos lo desprecian y los discípulos no le entienden. Jesús no ha bautizado ni ordenado ni ha fundado nada, aunque quizás tenía
la intención de hacerlo. Les deja el Espíritu y se deja así mismo como silenciosa Presencia en la acción eucarística.

Les promete consuelo, ánimo, un intercesor, un mediador, un abogado, una ayuda, un Paráclito: El «Espíritu de Verdad». Cuando Jesús se vaya, el Espíritu de verdad vendrá y nos conducirá a la verdad plena. El Espíritu no nos hace omniscientes, sino verdaderos; no nos lleva a saberlo todo sino a serlo todo. La verdad no es un concepto sino una relación y el camino de la verdad es la búsqueda de la justicia.


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