Horeb Ekumene, n° 373, octubre 2024

Con la muerte, la opción de vida hecha por el hombre se hace definitiva su vida está delante del Juez. La opción que a lo largo de la vida ha ido tomando una forma concreta, puede tener diversas características. Puede haber personas que han destruido totalmente en ellas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor, personas en las cuales todo se ha hecho mentira, personas que han vivido para el odio y que en ellas mismas han pisoteado el amor. Es una terrible perspectiva pero ciertos personajes de nuestra historia dejan entrever, de manera espantosa, la existencia de perfiles de esta clase. En semejantes individuos ya no habría posible remedio para nada y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se
quiere indicar con la palabra «infierno».

Por otra parte, puede haber personas muy puras, que se han dejado penetrar enteramente por Dios y que, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas que ya desde ahora han dejado que su ser esté totalmente orientado a Dios y el mero hecho de ir hacia él es tan sólo el cumplimiento de lo que ya son.


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