Carta de Pentecostés 2020, Eric LOZADA

“¡Ven Espíritu Santo, envía el resplandor celestial de tu luz! Ven, Padre de los pobres, Ven dador de los dones, Ven luz del corazón, el más grande Consolador, dulce huésped del alma, llena lo más profundo del corazón de tus fieles, limpia lo que es inmundo, riega lo que está seco, sana lo que está herido, dobla lo que es rígido, calienta lo que está frío, corrige lo que se extravía” ( de Veni Sancti Spiritus)

Queridos hermanos,
rezo con ustedes esta oración al Espíritu Santo con la más grande intimidad y concentración. El virus corona nos está obligando a todos a detenernos y dar una prolongada y evaluativa mirada a lo que ha sucedido local y globalmente, que nos ha llevado a donde estamos ahora, en orden a que el Espíritu pueda guiarnos por caminos nuevos y creativos. La pandemia nos está enseñando que nuestro mundo necesita renovación o de lo contrario todos vamos a perecer. Nuestra consideración por cada persona humana, y por los sistemas operativos en la familia, comunidades de barrio, escuela, iglesias, religiones, política, economía, tecnología, medios de comunicación social, nuestro cuidado por la Madre Tierra, todo necesita ser refundado en principios más universales, inclusivos, equitativos, menos enjuiciadores, desfavorables, para que crezcamos nuevamente como una civilización del amor y de la vida.

Nosotros acogemos de nuevo el Espíritu en Pentecostés, pero de alguna manera olvidamos que el Espíritu estaba aquí desde el principio, según el Génesis (Gen 1,2). El movimiento del Espíritu ha sido siempre traer orden en medio del caos, dar vida, llevarnos a la verdad completa, enseñarnos todo lo que necesitamos saber (ver Jn 16,13). Sin embargo, el mismo Espíritu sopla donde quiere y no podemos saber de dónde viene y a dónde va (Jn 3,8). Nuestra teologización, nuestro pensamiento y nuestra calculada planificación no pueden ni predecir ni inhibir el camino del Espíritu. El siempre nos sorprende, ampliando nuestra visión y liberando más y más nuestros corazones de todos los obstáculos, de tal manera que seamos libres para Dios en nuestro mundo. Así como no podemos ver el aire o el silencio, el Espíritu Santo renueva nuestro mundo de formas que están más allá de nuestra vista. Nosotros simplemente tenemos que estar presentes a su Presencia en cada momento.

Nuestro mundo, incluyendo la Madre Tierra, está en crisis de nacimiento acerca de cómo es el futuro después de la pandemia. La gran mística Juliana de Norwich, en su 13ª visión lo dice: “Todo estará bien y todo tipo de cosas estarán bien”. Ella explica esto para decirnos que estemos alegres en toda circunstancia, aún en las adversas, porque finalmente todas las cosas se arreglarán en Cristo. Necesitamos ser cuidadosos acerca de la manera cómo recibimos este mensaje. ¿Significa esto que nosotros simplemente doblamos nuestras manos y dejamos todo a Dios? ¿Es esta una especie de teología suave que promete el maná del cielo en medio de nuestro sufrimiento?

La pandemia nos está enseñando a esperar. Esperar es nuestra capacidad de confiar el futuro en las manos de un Dios amoroso. Esperar no es algo blando. Esperar es una lucha. Luchamos porque pareciera que el mal, la tiranía, la violencia, el miedo y la muerte son más dominantes que la bondad, la paz, la unidad, el amor, la vida. La respuesta de Dios al mal está escondida en el Cristo Resucitado. El nunca rescató a su Hijo en el momento crucial del sufrimiento, pero finalmente lo validó con una vida nueva, después de haber pasado por el desamparo, el miedo, la violencia, la muerte. Dios finalmente nos reivindicará y mostrará al mundo y a todos sus sistemas cuan equivocado estaban en muchas maneras (cf Jn 16,8).

Pero nosotros necesitamos decidir. ¿Frente al mal y al sufrimiento, permitiremos que nuestros corazones sean dominados por el miedo, la desesperanza, la indiferencia, la amargura, la rabia, la desilusión, o seremos más abiertos, receptivos, amorosos, perdonadores y dadores de vida? El Espíritu renueva nuestro mundo y toda la creación de manera paciente, amable y humilde. Estamos invitados a no interponernos en su camino sino a proceder con la agenda de Dios para nuestro mundo.

Entonces, ¿qué es lo que nosotros tenemos que hacer? ¿Cuáles son las posibilidades y desafíos que se nos ofrecen y que necesitamos atender con renovado valor y esperanza? Alguien dijo una vez: “hoy día no necesitamos hombres grandes con corazones pequeños sino hombres pequeños con corazones grandes porque sólo lo poco y lo pequeño puede pasar a través del ojo de la aguja”. Pequeños actos de bondad hechos con corazones comprometidos y extravagantes. Nuestra nueva normalidad hoy día es un imperativo de volver a lo básico de una vida según el Evangelio, las obras de misericordia corporales y espirituales.

Nuestro propio Hermano Carlos nos ha dejado una espiritualidad: imita a Jesús en Nazaret, busca el último lugar, vive sencillamente, haz el apostolado de la bondad con una persona a la vez, se hermano y amigo de cada persona sin mirar su color, credo o estatus, se cercano a los pobres. El Papa Francisco nos está urgiendo a ir a las periferias, ser anunciadores de la alegría del Evangelio, salvaguardar a los menores y adultos vulnerables, comprometernos en la formación permanente, proteger a la Madre Tierra, nuestro hogar común. También necesitamos volver con nuevo entusiasmo a los elementos básicos de nuestra práctica espiritual: adoración diaria, meditación diaria del Evangelio, revisión de vida, día mensual de desierto, encuentros de fraternidad. Renovamos nuestra fidelidad a estas prácticas no para perfeccionarnos a nosotros mismos sino para tener una mayor responsabilidad con el don recibido y permitir que sus frutos fluyan hacia otros infinitamente, hasta que Dios sea glorificado en sus propias vidas.

Hermanos, en este tiempo de pandemia, recibimos un especial regalo de nuestra Madre Iglesia: declarar santo al Hermano Carlos. Junto con los demás miembros de nuestra familia espiritual, incluidos aquéllos que se han inspirado en el Hermano Carlos, pero no han sido miembros “canonizados” de nuestra familia espiritual, agradecemos al Espíritu por este don. Esperamos y rezamos para que la vida, el mensaje, las intuiciones, y el legado del Hermano Carlos puedan hacerse más disponibles y sean una inspiración para mucha gente, según el Espíritu lo desee. También por nosotros mismos, rezamos por una mayor resolución para dar testimonio con nuestras vidas y ministerio de aquello por lo cual el Hermano Carlos vivió.

Termino mi Carta con la oración colecta de la Misa de hoy: “Padre, santifica tu Iglesia extendida por todo pueblo y nación, y derrama los dones de tu Santo Espíritu por toda la faz de la tierra”.

Muchísimas gracias. Continuamos teniéndonos unos a otros y a nuestro mundo en la oración. Por favor, recen también por mí.

Su hermano y servidor Responsable,
Eric LOZADA

Filipinas, 31 de mayo de 2020

PDF: Carta de Pentecostés del responsable general a los hermanos, Eric LOZADA, Pentec 2020, esp

Carta de Pascua 2020 a todos los hermanos alrededor del mundo. Eric LOZADA

Filipinas, 12 de abril de 2020

“Estoy resucitado, y todavía estoy con ustedes, aleluya” (cf. Ps 139:18)

Amados hermanos,

les escribo desde mi ermita, tal como muchos de ustedes, en cuarentena. Este enclaustramiento impuesto es una excelente invitación para la adoración diaria, la meditación del Evangelio, el día de desierto, la revisión de vida, orando por el mundo, especialmente por los pobres, con fidelidad, intensidad y concentración. Una vida de soledad y de oración de calidad es nuestro humilde acto de caridad para nuestro mundo en pandemia.

Mirando a través de mi ventana estoy observando signos de vida nueva en la naturaleza. Aquí está seco y húmedo pero los pájaros están tocando y cantando su único repertorio de canciones, las mariposas están volando suavemente de flor en flor buscando néctar, los árboles se ven verdes y dan sombra a pesar del golpeante calor. Es asombroso como la naturaleza tiene su propia forma de anunciar la Resurrección. Sin preocupaciones y en completo abandono en Dios que los cuida.

Se supone que nosotros los humanos, somos de una especie superior por nuestra razón, pero ésta ha expulsado sistemáticamente nuestra confianza en Dios en el día a día y confiamos más en nuestro pensar egoísta. Este mismo pensar ha sido la causa de la violencia, el odio y la desconfianza. La Resurrección está ofreciéndonos perdón, amor y confianza. El mundo tiene que elegir.

Estamos en cuarentena hasta el 3 de mayo, pero a los sacerdotes se les ha dado salvoconductos para las labores litúrgicas y caritativas. Los he estado usando cada día para visitar las personas que me han invitado a acompañar los moribundos y a las familias en sus pérdidas, para facilitar los diálogos en familia, dar alimento y dinero a los que han perdido sus trabajos. Alguien me ha movido para estar con la gente en su desamparo, especialmente porque no podían ir a la Iglesia y orar. La Presencia llevada con mi presencia es un bálsamo que los conforta.

Al mismo tiempo, he sido extremadamente cuidadoso en seguir los protocolos de higiene y distanciamiento para no hacer más daño a la comunidad. Esta mañana, mi amigo Lemuel vino a mi ermita con mucha hambre, ojeroso, pidiendo alimento para sus 4 famélicos hijos. Lemuel quedó sin trabajo. Al pasarle algunas cosas, me sentí bendecido por su alegría, pero también sentí la incertidumbre en sus ojos.

Después de la oración, esta mañana di una larga y amorosa mirada al mapa colocado en mi pared. Mis ojos se fijaron en los 4 continentes: África, Europa, Asia y las Américas. El virus es ciertamente un gran igualador para los países ricos y pobres ya que todos están sufriendo la misma suerte. Veo rostros de doctores, enfermeras, pacientes y sus familias, preocupados, temerosos y, sin embargo, luchando por la vida.

(Mientras escribo esto, me han informado que mi hermana que trabaja como enfermera en los Estados Unidos ha sido diagnosticada como COVID positivo. Su familia está ahora en riesgo).

El mundo está sufriendo su pasión. Veo rostros de desamparo, preocupación, miedo, tristeza, odio y violencia por todas partes, con múltiples disfraces. Me pregunto: ¿Cuál es el mensaje de Cristo Resucitado para nuestro mundo hoy? ¿A qué nos está invitando Dios a ver? ¿Hacia dónde nos está guiando? ¿Significa la Resurrección que El nos va a rescatar de todo esto? ¿Cuál es la respuesta de Dios a su pueblo en pandemia? ¿Cómo debe ser oído el apacible mensaje de la Resurrección en medio de las abrumadoras noticias de muerte, sufrimiento y conflicto? ¿Dónde está la senda de la esperanza y de vida nueva en nuestros difíciles tiempos?

Hermanos, por favor, sufran conmigo estas preguntas. Yo los necesito, nos necesitamos unos a otros, la gente nos necesita. La Resurrección no es una alegría barata ni dulces palabras sonoras para rescatarnos de nuestro sufrimiento. Tenemos que forzar nuestros oídos y estirar nuestros corazones para oír el Mensaje. Luchamos con Dios por respuestas, aún si su respuesta está escondida en su silencio.

Encuentro que la lectura del relato de la Resurrección en la versión de Juan este año, es un Kairós. Algunos detalles de la versión de Juan podrían ayudarnos a ver y oír el Mensaje. Como no soy especialista en hermenéutica bíblica, confío en una reflexión orante del texto. Por favor, sean generosos si suena ingenuo.

Permítanme puntualizar tres cosas.

Primero: Juan habla de que la Resurrección ocurrió “el primer día de la semana cuando todavía estaba oscuro” (Jn 20, 1a). La Resurrección irrumpe de los cimientos de nuestra humanidad y del mundo, en la oscuridad de lo desconocido. Esto nos recuerda el Génesis cuando el mundo estaba oscuro y sin forma y el Espíritu se cernía sobre las aguas oscuras. Entonces dijo Dios: “Que haya luz y hubo luz” (Gen 1,2-3).

Hoy el mundo está en la oscuridad de la pandemia. El futuro parece aún más oscuro para muchos. ¿Cómo se recuperarán los negocios, el gobierno, el pueblo? ¿Es nuestra planificación estratégica, nuestros pronósticos optimistas de encontrar curación, una luz suficiente para darnos un futuro brillante? En medio de la oscuridad total, donde los cimientos del mundo parecen ser sacudidos, estalla la luz de Cristo. ¿Podemos ver? Ver no proviene de nuestra lógica humana porque ésta es fácilmente derrotada por la oscuridad. La luz viene del Cristo Resucitado. ¿Viene Dios a rescatarnos de este mal? En absoluto, porque el mal hace lo que hace. Dios redime. El, en última instancia, reivindica la virtud, la bondad y la fidelidad mientras pasamos por el mal y por el sufrimiento, tal como lo hizo con Jesús. Dios y Cristo Resucitado no controlan, en definitiva, el mal y la muerte. Este es nuestro credo. Simplemente tenemos que confiar en su verdad y vivirla en el día a día.

Segundo: Juan enfatiza que lo primero que vio María Magdalena fue la tumba abierta (Jn 20, 1b). Ella estaba triste porque todavía no podía vincular la tumba abierta con la Resurrección. Fue solamente después que lloró que vio al Resucitado (Jn 20, 11 y ss). Esta es una invitación a nosotros para ver nuestra realidad a través del suave lente de lo femenino: en la tristeza y en las lágrimas. Ambas preparan el corazón para ver de verdad. Hay muchas cosas por las cuales estamos tristes en nuestra realidad de hoy. Estamos llorando porque de una forma o de otra, somos parte de este mundo herido, roto y violento y, en muchos sentidos, hemos contribuido a su violencia y heridas.

Finalmente, María informa a Pedro y Juan de lo que vio. Pedro y Juan lo vieron por sí mismos. Pedro vio. Juan vio y creyó. Ellos dos todavía no entendían el significado de la Resurrección (cf Jn 20, 2-9). Este detalle nos invita a que, en orden a experimentar una vida nueva, necesitamos acercarnos unos a otros y caminar juntos como una comunidad de buscadores de la verdad.

Nuestra realidad es una visión compartida y nadie monopoliza el todo ni absolutiza su parte del todo. Cada uno contribuye. Cada uno cree que el otro tiene algo que aportar. La verdad nos humilla porque en lugar de poseerla, ella nos posee a nosotros. Siempre está más allá de nosotros. Por lo tanto, necesitamos el aporte del otro. La verdad es un don gratuito revelado a una vibrante comunidad de peregrinos que busca con esperanza. Es triste decirlo, en nuestro mundo posmoderno, el poder se confunde con la verdad. Así, uno se vuelve arrogante con su parte y absolutiza su parte como si fuera la verdad total. Esta es la misma mentalidad que crea guerra y violencia. La Resurrección ofrece paz y perdón. Necesitamos elegir.

Hermanos, continuamos compartiendo nuestra búsqueda de la verdad en el Señor Resucitado hoy, tanto en la soledad de nuestra oración como en nuestros compromisos fraternos y misioneros. El Hno. Carlos está mostrándonos el sendero y también caminando con nosotros en nuestro anhelo de seguir a Jesús de Nazaret, de ser hermano de todos, vivir Nazaret, estar presente con los pobres, revisar nuestras vidas, gritar el Evangelio con nuestras vidas, oler a oveja en nuestra misión en las periferias, vivir el Evangelio antes de predicar.

Esta es nuestra espiritualidad como sacerdotes diocesanos en las huellas del Hno. Carlos. Este es nuestro regalo a nuestro mundo y a nuestra Iglesia hoy. Como regalo es inmerecido, pero necesitamos constantemente reajustar el regalo a través de la práctica. En esto, todos somos principiantes y compañeros de lucha, pero juntos, nos animamos unos a otros para estar este tiempo volviendo a nuestra práctica.

Mi humilde oración por cada uno de ustedes. Por favor, recen también por mí.

Eric LOZADA

(Traducción de Fernando TAPIA)

PDF: Carta de Pascua 2020, Eric LOZADA, hermano responsable, esp

Carta de Eric. Nuestro hermano Mariano PUGA

16 de marzo 2020

“Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos,
Ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi morada como tienda de pastores.
Como un tejedor enrollaba yo mi vida y me cortan la trama” (Is 38, 11-12)

“Existe una buena muerte. Somos responsables de la forma en que morimos. Tenemos que elegir entre aferrarnos a la vida de tal manera que la muerte se convierta en nada más que un fracaso, o dejar ir la vida en libertad para que podamos ser entregados a los demás como una fuente de esperanza “. (Henri Nouwen, La vida del amado).

Amados hermanos,

sintiendo profundamente tanto gratitud por el don como tristeza por la pérdida, les anuncio el paso de nuestro gran hermano, querido amigo e ícono viviente de nuestra fraternidad, MARIANO PUGA CONCHA de Santiago, Chile. El falleció el pasado 14 de marzo de 2020, a la edad de 88 años. Murió de cáncer linfático.

Permítanme hacer honor a la hermandad de alma que tuvimos con Mariano con las siguientes líneas. Mi primer encuentro con él fue en la Asamblea General de El Cairo en el año 2000. Antes de su elección como Responsable General, su presencia en la Asamblea fue como un virus que nos contaminaba con alegría y risas con su delicioso canto acompañado de acordeón. Poco sabía yo que esas canciones eran de los barrios bajos de Santiago; muy jovial y empoderado y nunca deprimido. Era como un trovador cantando con sus pulmones y corazón los sueños y aspiraciones de su gente de Santiago. Su espíritu impetuoso y su música llena de alegria me cautivaron.

Mi segundo encuentro fue en los Estados Unidos en 2002. El estaba visitando a la fraternidad de los Estados Unidos, mientras yo estaba en mi año sabático. El fallecido Howard Caulkins, otro querido amigo, me propuso que, si yo iba con él a la asamblea del país en Minnesota, él me llevaría a la Abadía Mepkin donde yo haría mi año sabático como huésped del monasterio. De hecho, viajamos juntos y ahí me encontré con Mariano de nuevo. Muy fácilmente nos reconectamos, alma con alma, en una forma profundamente personal e íntima. Yo estaba compartiendo con él mi crisis con la Iglesia, con mis demonios personales y con Dios y nunca me he sentido tan escuchado. El simplemente me abrazó firmemente como un hermano mayor confortando a un hermano más joven, con lágrimas en sus ojos, sintiendo mi dolor. Después me sonrió con estas sosegadas palabras, “todo estará bien”. Nos separamos con la promesa de tenernos uno al otro presente en la oración, yo para la Abadía y él para Tammanraset.

Mi encuentro más reciente con él fue el año pasado en Cebú durante la Asamblea General. A sus 88 años, viajar a través del globo, tuvo un alto precio para él. Fue hospitalizado dos veces y en ambas ocasiones yo estuve con él. Su sabiduría me llamaba a salir de la tumba de mis pretensiones y compartir testimonios personales. Fácilmente nos reconectamos, hermano a hermano, valorando cada una de nuestras historias, en la sala de emergencia (donde él estuvo 5 horas), después dentro de su habitación (la cual él vehementemente resistía porque quería estar en la sala común con la gente pobre), hasta muy tarde. Entonces, con una sonrisa en su rostro, me susurró, “la Asamblea ha terminado y yo podría ahora irme a casa”. Volví a casa esa noche, muy humillado pero muy enriquecido por este conmovedor intercambio, nuestra revisión de vida, la cual para Mariano está en el corazón de cualquier asamblea de hermanos.

Permítanme también compartir algunas líneas que Fernando Tapia me escribió acerca de Mariano: “Mariano fue un apasionado buscador de Dios y un enamorado de Jesús de Nazaret. Su encuentro con él a través de los pobres de un basural cambió su vida para siempre. El lo dejó todo y entró al Seminario. Aquí encontró a Carlos de Foucauld y siguió su espiritualidad hasta el final de su vida. Fue Padre Espiritual y formador en el Seminario de Santiago. Después se transformó en sacerdote obrero por más de 30 años, compartiendo la vida de los pobres. Siempre vivió entre ellos. Fue su pastor, su defensor durante el tiempo de la dictadura militar de Pinochet, sufriendo la prisión 7 veces. Promovió una Iglesia comprometida con los pobres. Predicó muchos retiros en Chile y fuera de Chile. Fue un hombre de oración, alegre, cercano a todos, amigo de creyentes y no creyentes, un misionero en las periferias de la sociedad chilena, siguiendo las huellas del Hermano Carlos. El Evangelio fue su guía, el cual él deseaba gritar con su propia vida”.

Mariano, hermano, amigo, muchísimas gracias. Gracias por tu loco testimonio de un Dios loco en Jesús de Nazaret. Comparto la gratitud y la pena de los pobres de Santiago, a quienes tú has tocado con tu testimonio. Que Jesús, el Buen Pastor, te reciba para siempre en tu nueva morada, ésa que El prepara para aquéllos que son fieles.

Hermanos, yo rezo con Mariano para que, en nuestras reuniones y asamblea, continuemos arriesgándonos a compartir unos con otros nuestra pobreza y vulnerabilidad. Es nuestra pobreza la que nos une, nos cualifica y nos libera como hermanos en fraternidad. Es también el trampolín para nuestra misión entre los pobres, como dijimos en Cebú. Sea también nuestra humilde pero firme resolución para compartir la vida misionera de Jesús de Nazaret con los pobres, siguiendo las huellas del Hermano Carlos.

Con mi abrazo fraterno,

Eric LOZADA

PDF: Carta de Eric. Nuestro hermano Mariano PUGA, esp

Carta de Navidad del responsable general, 1 de enero 2020

“Un niño nos ha nacido, y un Hijo se nos ha dado” (Isaías 9,5)

Amados hermanos,

siento mucho que esta carta de Navidad llegue a ustedes como un mensaje de año nuevo. Se debe a que, en este momento en nuestra diócesis, me han pedido hacer un par de ministerios muy sensibles que a veces me hace perder el equilibrio. Forcejeando con el mal y todas sus complejas sombras que dañan personas, relaciones e instituciones como la Iglesia, repetidamente lucho para sumirme en las manos del Dios amoroso buscando luz, paz interior y amor. Pero a veces, me siento triste, enojado y desvalido. Y así, por la gracia de Dios, estoy aquí, mejor tarde que nunca. Permítanme abrazarlos con cálidos saludos de alegría en sus fraternidades locales, en sus diócesis, países y fraternidades continentales. Aunque todavía muchos de ustedes están sin rostro para mí, continúo susurrando cada uno de sus nombres ante el Amado (Gracias a nuestro directorio que necesita, sin embargo, ser puesto al día). El año pasado, tuve el privilegio de encontrarme con hermanos de Haití, República Dominicana, del Sudeste de los Estados Unidos, Corea del Sur y Myanmar. De una manera especial, el encuentro con la Asociación de la Familia Espiritual de Carlos de Foucauld en Haití en abril pasado, ha cimentado y expandido mi conocimiento de la Espiritualidad y de la Tradición. Gracias, hermanos y hermanas por la acogedora bienvenida, por los fraternos intercambios y el testimonio humilde.

Me gustaría empezar por la primera pregunta que Yahvé hace a Adán en el Génesis: ¿dónde estás? Yo me hago periódicamente esta pregunta justamente para chequear cuán fundamentado estoy en mi realidad. La realidad no es realmente mía sino la realidad de Dios en mí y en el mundo y cuán libre o no libre estoy yo respondiendo a ella. Adán no fue libre, estaba temeroso de su desnudez, escondiéndose de Dios, culpable de su pecado. Sin saberlo, él actuaba desde la distorsión que lo alienaba de Dios y de su verdad. Desde Adán salió una humanidad “agrietada”. Sin embargo, el profeta Isaías profetizó la venida del nuevo Adán: “Dará un vástago el tronco de Jesé, un retoño de sus raíces brotará. Reposará sobre él el espíritu del Señor…” (Isaías 11, 1). Hay una nueva humanidad nacida de un árbol cortado de sus raíces – una humanidad no retenida por el mal sino “divinizada”, restaurada en su bondad original. La grieta está todavía ahí pero no más como un obstáculo, sino como la única apertura para que la corriente de la gracia de Dios pueda entrar. Y así, rezamos, “Oh Dios…concédenos que podamos compartir la divinidad de Cristo, quien se humilló a sí mismo para compartir nuestra humanidad” (Oración colecta, Misa de Navidad).

El Papa Francisco nos ha facilitado mirar de nuevo la escena de la natividad con su carta apostólica “Admirabilis Signum”. El signo más admirable es que el humilde Niño Dios se confío a sí mismo en las manos de una humanidad rota. Mientras la mayoría de la humanidad no estaba lista, los pastores, los animales y el pesebre estaban listos. Ellos representan a la humanidad que recibe a Dios en su más baja pobreza, quebrantamiento, imperfección, suciedad y por este acto radical de auto-donación, nosotros llegamos a ser lo que recibimos. Esto es pura iniciativa divina. El “pesebre” de nuestros corazones, endurecidos y desgarrados por el mal en todas sus formas, tanto estructural, como personal, cuando se coloca ante Dios llega a ser un humilde pero profético espacio para el encuentro, el diálogo, la sanación y la hospitalidad con los muchos rostros ocultos del Emmanuel hoy.

Permítanme traer al cuadro al Hno. Carlos, su vida impetuosa, su conducta radical, su energía incansable, sus cartas apasionadas. El gastó toda su vida tratando de cimentarse a sí mismo en el Misterio de la Encarnación. “Señor, si tú existes, permíteme conocerte”. Él fue un grito por un conocimiento experiencial de Dios. El luchó con el Misterio. Y a través de los suaves y pacientes caminos de Dios, Él lo condujo a una respuesta liberadora al amor de Dios que perdona. Una nueva profundización del Misterio lo hizo decir estas palabras: “mi camino es siempre buscar el último lugar, ser tan pequeño como mi maestro, caminar con él paso a paso como un discípulo fiel. Mi vida es vivir con mi Dios, quien vivió este camino toda su vida y quien me ha dado un verdadero ejemplo desde su nacimiento”. Jesús no hizo otra cosa sino bajar y esto marcó permanentemente al Hno. Carlos. La radical pequeñez de Dios en la Encarnación fructificó en una vida de más abajamiento en la radical humildad de Dios en Nazaret. Belén y Nazaret, son dos misterios fundacionales de Dios revelados en la vida de Jesús que cuando los comprendemos correctamente, tras las huellas del Hno. Carlos, nuestras vidas, nuestra forma de llevar a cabo la misión como sacerdotes diocesanos y la forma en que vemos el mundo, cambia para siempre.

Delante del Misterio, quisiera invitarlos a contemplar las complejas realidades de nuestras fraternidades a nivel local, nacional, regional e internacional, de nuestras diócesis, de nuestra Iglesia y de nuestro mundo. Nosotros ya hemos visto algunas de ellas en Cebú, pero es necesario verlas con nuevos ojos y responder con nuevo entusiasmo y esperanza. El modesto y humilde Dios de Nazaret puede tener sutiles invitaciones para nosotros en estas realidades.

En la reunión de abril de casi 20 miembros de la Asociación, aprendimos que Haití es un país pobre pero rico en fe. Nuestros Hermanitos y Hermanitas de la Encarnación tienen una presencia muy profética y muy concreta en la vida de los haitianos, en agricultura, educación, programas de subsistencia y servicios sociales. Sin embargo, la corrupción en el sistema político está haciendo que todavía el país esté en el oscuro túnel de la pobreza, incertidumbre y desorden. (En este momento la situación está empeorando). Los Padres Jonas Cenor y Charles Louis Jean, anteriormente Hermanitos de la Encarnación, empezaron una fraternidad con 3 hermanos en 2015. El P. Fernando Tapia los visitó e invitó al Encuentro Pan-americano en 2017. Con ocasionales visitas del P. Abraham Apolinario, ellos continúan buscando posibilidades para encontrarse regularmente. El problema no es solo la distancia; es más que eso, el clima político está haciendo peligroso el viajar. ¿A qué está invitándonos Dios?

Nuestra pertenencia a la Asociación es un regalo. Siento un temor reverencial al ver como el Hno. Carlos ha inspirado tantos carismas y tanto trabajo misionero en la Iglesia y algunos están todavía empezando. Sin embargo, no podemos dejar de lado las tensiones que trae esta diversidad. Pero estas tensiones podrían ser generadoras de vida cuando son vistas en la agenda más grande del Reino. Todos estamos invitados una y otra vez a beber del mismo Espíritu, de manera tal que todos juntos podamos caminar en armonía. Por lo mismo, la Asociación nos está pidiendo un compromiso más activo en términos de correspondencia y participación en los encuentros. Yo tengo dificultades con el francés, así es que he invitado al P. Matías Keil para que nos represente.

La fraternidad en Santo Domingo y en Santiago es muy viva, pero está envejeciendo. El Obispo emérito, Rafael Felipe, es un miembro pionero y su presencia y testimonio de vida es como un faro tanto para el clero como para los seminaristas de Beni. Él ha estado introduciendo la fraternidad entre los seminaristas y ha predicado un par de retiros sacerdotales sobre la Fraternidad. El P. Lorenzo, un sacerdote muy dinámico de una parroquia pequeña, vive en una comunidad semi-monástica de sacerdotes, hermanas y seminaristas. El P. Angel Marcano, sin embargo, hace la pregunta que todavía busca respuesta: ¿por qué después de 30 años no hemos crecido? ¿A qué está Dios invitándonos?

En mayo, tuve el privilegio de participar en el 40° aniversario de la ordenación sacerdotal del P. Jerry Reagan, en Toybee Island, Georgia, Estados Unidos. Su casa parroquial es una casa de fraternidad donde los sacerdotes pueden venir y quedarse en la noche. El conduce dos horas cada mes para encontrarse con sus hermanos en Augusta, incluyendo al P. Peter Clarke quien tiene ya 91 años. Comenzando con la adoración, después revisión de vida y, terminando con un ágape, sus reuniones han sido muy regulares e íntimas, de tal manera que cuando un hermano decide irse, deja frágil a la fraternidad. Sin miembros nuevos, la fraternidad es aún más vulnerable.

La fraternidad en Corea del Sur es joven y vibrante. El P. Paul, quien vivió en Tamanrasset por algún tiempo, comenzó la fraternidad en 1994 con el P. Philip Yoon y se han agregado mayoritariamente pastores jóvenes. El cristianismo en Corea en muy único porque se asienta en el fundamento de la sangre de miles de mártires que mayoritariamente son laicos. Los hermanos contribuyen con su dinero personal para sostener una casa donde ellos pueden encontrarse para su reunión mensual. Como muchos, ellos luchan con el día de desierto, la revisión de vida y el inglés.

Viendo a los Padres Eugene y Matthew y cómo ellos viven, la fraternidad de Myanmar tiene un rostro ascético. La religión budista mayoritaria, que se nota por la presencia de pagodas por todas partes y por el uso de zapatillas (no zapatos), hace naturalmente simple la vida en Myanmar. Sin embargo, preguntando a un sacerdote que no pertenece a Iesus Caritas acerca de su percepción de la fraternidad, su respuesta me perturbó, “No puedo ser honesto con mi respuesta delante de ellos”. ¿Cuál es el rostro que muestra la fraternidad? ¿A qué está Dios invitándonos? Los hermanos luchan, sin embargo, para encontrar tiempos regulares para sus reuniones, para el día de desierto y para la revisión de vida.

El Cardenal Benjamín Stella, prefecto de la Congregación para el Clero en Roma, me ha escrito una carta a través del P. Aurelio, expresando su profunda cercanía con nosotros y que podamos “vivir de nuevo y con alegría nuestra misión de acuerdo a los principios orientadores” del Santo Padre. El, sin embargo, explica detalladamente algunos desafíos concretos: que tomemos en serio el Mes de Nazaret, que nuestra fidelidad a los medios de crecimiento espiritual ad intra es un requisito necesario para una auténtica misión ad extra, que nuestro salir hacia las periferias necesita ser acompañado por nuestra conversión permanente en orden a dar fruto. El equipo internacional ha programado encontrarse con el Cardenal en Roma en Julio de este año.

En nuestra reunión de equipo en octubre pasado, nosotros, sus hermanos del equipo internacional hemos discernido un sendero principal que necesitamos tomar. Entrenaremos un equipo de sacerdotes itinerantes que presentarán la Semana de Fraternidad (inspirada en el modelo de Brasil), a los seminaristas de 4° año de teología, a sacerdotes jóvenes e incluso tenerla disponible como retiro anual para sacerdotes. Necesitamos escribir a los ordinarios locales y estaremos empezando esta arriesgada empresa en Asia.

Finalmente, mi gratitud por la perspicacia financiera y el trabajo duro de nuestros dos Matías: el P. Matías Keil de Austria, nuestro tesorero general, y al P. Matías Fobe de Alemania, nuestro consultor financiero. Tenemos ahora una nueva cuenta bancaria bajo dos firmas: la del P. Matías Keil y la mía. Hablando de finanzas, el equipo internacional ha acordado que los hermanos que necesitan ayuda para participar en el Mes o en reuniones en el extranjero, necesitan primero ser apoyados por las fraternidades locales y del país y solo entonces se le pedirá ayuda al fondo internacional, después de la debida consulta al responsable continental. Esto es para detener la sub-cultura de tener derechos y usar la fraternidad como un pasaporte para viajar al extranjero.

Hermanos, Navidad es un tiempo oportuno para dar a luz. Nos movemos hacia adelante en el año nuevo, mirando hacia atrás al Padre que nos dio a Jesús. Nosotros también necesitamos dar a luz nuestra simplicidad de vida, nuestra alegría de ser, nuestra humildad y nuestra amorosa compasión hacia los pobres. Uno al lado del otro, juntos como hermanos y amigos, caminamos en la fe no en la visión, para nuestra permanente configuración con la vida y ministerio de Jesús, inspirados por el Hno. Carlos y para nuestro vivificante trabajo misionero con el amado pueblo de Dios.

Bondadosamente ofrezcan una oración por mí, su ineficiente hermano responsable.

Con mi abrazo fraterno,

Eric Lozada.

PDF: Carta del Navidad del responsable general, 1 enero 2020, esp

Carta del Papa Francisco a los sacerdotes. Agosto 2019

A mis hermanos presbíteros.

Queridos hermanos:

Recordamos los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars a quien Pío XI presentó como patrono para todos los párrocos del mundo[1]. En su fiesta quiero escribirles esta carta, no sólo a los párrocos sino también a todos Ustedes hermanos presbíteros que sin hacer ruido “lo dejan todo” para estar empeñados en el día a día de vuestras comunidades. A Ustedes que, como el Cura de Ars, trabajan en la “trinchera”, llevan sobre sus espaldas el peso del día y del calor (cf. Mt 20,12) y, expuestos a un sinfín de situaciones, “dan la cara” cotidianamente y sin darse tanta importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado. Me dirijo a cada uno de Ustedes que, tantas veces, de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la enfermedad o la desolación, asumen la misión como servicio a Dios y a su gente e, incluso con todas las dificultades del camino, escriben las páginas más hermosas de la vida sacerdotal.

Hace un tiempo manifestaba a los obispos italianos la preocupación de que, en no pocas regiones, nuestros sacerdotes se sienten ridiculizados y “culpabilizados” por crímenes que no cometieron y les decía que ellos necesitan encontrar en su obispo la figura del hermano mayor y el padre que los aliente en estos tiempos difíciles, los estimule y sostenga en el camino[2].

Como hermano mayor y padre también quiero estar cerca, en primer lugar para agradecerles en nombre del santo Pueblo fiel de Dios todo lo que recibe de Ustedes y, a su vez, animarlos a renovar esas palabras que el Señor pronunció con tanta ternura el día de nuestra ordenación y constituyen la fuente de nuestra alegría: «Ya no los llamo siervos…, yo los llamo amigos» (Jn 15,15)[3].

Lee toda la carta en: https://www.revistaecclesia.com/carta-del-papa-francisco-a-los-sacerdotes/

Carta de Eric

Fiesta de la Visitación de María. 31 de mayo 2019

CARTA DEL RESPONSABLE GENERAL A LOS HERMANOS DEL MUNDO

“El Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todo y os recordará todo lo que os dije” (Juan 14:26)

Saludos de paz para vosotros, queridos hermanos,

Con toda humildad, hago una confesión personal de por qué me tomó tanto tiempo escribir esta carta. Muchas veces, me senté frente a mi ordenador sin saber qué y cómo escribir. Me sentía como una mujer embarazada a punto de dar a luz, pero su pelvis es demasiado estrecha para el recién nacido. Luché con las palabras, pero mi mayor lucha fue el corazón, tener el espíritu y la disposición correctos de un hermano. Muchos de vosotros sois meros nombres para mí, sin caras e historias que compartimos para calificar a nuestros hermanos. Necesitaba tiempo para conectarme con el Padre que me invitó a dejar la comodidad de mi tierra natal y me envía como un hermano misionero. Necesitaba momentos de desnudez ante Jesús en oración, cuyo Espíritu en Nazaret nos está invitando a ti y a mí a esta gran aventura de movilidad descendente, viviendo con sencillez pero con alegría, en lo cotidiano y en la oscuridad, encontrando el último lugar, consumido por el evangelio de los más grandes. Lo más mínimo, al ver a Jesús en los pobres, apostolado de la bondad, unirnos para servir, ser pobres de espíritu por el bien del reino. Necesitaba el espacio para ser reavivado por la espiritualidad, la vida y las intuiciones del Hermano Carlos a través de los testimonios de hermanos y hermanas que están profundamente inmersos en la vida y la tradición de la Fraternidad. La reunión con la familia espiritual en Haití en abril pasado, mis visitas a los hermanos en Haití, la República Dominicana y los Estados Unidos y mi retiro en un monasterio trapense en Georgia han sido de gran ayuda. (Éstos serán los temas de mi próxima carta). Jesús también necesitaba ese espacio en mi corazón para mi conversión porque, incluso si tengo 30 años en la fraternidad y he estado en 3 meses de Nazaret, todavía tengo formas poco saludables e inmaduras que pueden interponerse en el camino de este ministerio. Siendo un proyecto inacabado, necesito vuestros comentarios honestos y un consejo fraternal. Por favor, decidme y con mucho gusto los recibiré como un regalo para mi formación continua.

Como sabéis, antes de ser elegido responsable general, mi mundo giraba en torno a mi pequeña fraternidad en un pueblecito, sin televisión ni Internet, como capellán de un pequeño monasterio de monjas y decano de estudios de un pequeño seminario universitario, procedente de una sencilla diócesis en Filipinas. Mi mundo era entonces muy pequeño, mi forma de vivir era muy rural y la idea de escribir a los hermanos de todo el mundo era abrumadora. Agradezco al Defensor por permitirme escribir. Oro para que estas mismas palabras no se interpongan en su manera de enseñarnos todo lo que Jesús quiere que sepamos. Te agradezco por tu generosa paciencia. Lo siento mucho por aquellos que se sienten huérfanos por mi largo silencio. En mi silencio, susurré sus nombres en mi oración (gracias al directorio), una vez al día.

Otra mirada a la Asamblea de Cebú y más allá

Nuestra asamblea de Cebú en enero pasado fue de hecho “una preciosa manifestación del Espíritu de Pentecostés”. Mi alegría fraternal y mi sincera gratitud a todos vosotros que habéis orado por nosotros durante la Asamblea. A nuestros responsables continentales y nacionales con nuestros antiguos responsables generales, Mariano y Abraham que han viajado al otro lado del mundo para estar en la asamblea, muchas gracias. Al equipo anterior, Aurelio, Jean-François, Emmanuel, Mark y Mauricio, por su excelente planificación y arduo trabajo antes y durante la asamblea, muchas gracias. Sólo podemos construir sobre lo que trabajasteis generosamente. Gracias en particular a Aurelio por el proyecto legado del sitio web iesuscaritas.org y por José Alberto Hernandis, quien está muy dispuesto a administrar nuestro sitio web. Mi alegría y gratitud a los miembros de mi equipo con Tony Llanes como mi co-general responsable que está muy dispuesto a servir. Dado que el nuestro es un servicio a la fraternidad internacional, le ruego que nos escribas tus inquietudes, noticias, invitaciones, comentarios e historias. Yo personalmente los elegí para representar a los cuatro continentes para que hubiera un acceso más fácil a las noticias y la información. Aquí están nuestros datos de contacto:

Eric Lozada, ericlozada@yahoo.com + 63 9167939585;
Tony Llanes, stonyllanes@yahoo.com + 63 9183908488;
Fernando Tapia, ftapia@iglesia.cl + 56 988880397
Honore Savadogo, sawono2002@yahoo.com + 226 70717642
Matthias Keil, Matthias.keil@graz-seckau.at + 43 67687426115.

Al igual que tú confías en nosotros, ¿podemos también confiar en que nos ayudes en esto? Más que una dinámica de arriba hacia abajo, deseamos tener más diálogo, transparencia, reciprocidad, retroalimentación en nuestros diferentes niveles de comunicación. Para empezar, nos reuniremos del 11 al 18 de octubre en Corea del Sur y agradeceríamos cualquier cosa tuya, personal, local, nacional, regional, que desees que consideremos y respondamos. Puedes canalizarlos a mí o a tu representante continental en el equipo.

Hermanos, la Carta de Cebú no es un documento terminado. Es un trabajo en progreso. Permíteme invitarte (y permítenos estar juntos en esto) para convertirlo en un tema para re-lectura y discusión personal y de la fraternidad. En Cebú, nos hemos identificado y nos hemos comprometido a ser sacerdotes diocesanos misioneros inspirados en el testimonio del hermano Carlos. Hemos contemplado las realidades de nuestra sociedad, iglesia y fraternidades de los diferentes continentes y países. Hemos escuchado el llamado del Espíritu para ser Iglesia en las periferias (gracias al liderazgo profético del Papa Francisco). Y a partir de las llamadas que escuchamos, estamos resueltos firmemente a acciones concretas y estratégicas para el desarrollo de nuestra sociedad, Iglesia y fraternidades.

En su lectura y discusión, te invito a tratar el documento como a un amigo cuyas palabras están llenas del Espíritu, son transformadoras y proféticas. La realidad de la violencia, el terrorismo, la injusticia, el tráfico, la grave crisis ecológica, la migración, la globalización de la indiferencia, el fundamentalismo, la secularización (la lista es demasiado larga) es muy compleja. Sin embargo, casi de inmediato, tendemos a proyectar esta realidad desde afuera. Esta actitud no es de mucha ayuda. Necesitamos estar más involucrados. Al pedirle al Espíritu el don del coraje y la humildad, echamos un vistazo largo y amoroso a nuestras estructuras / subculturas interiores: valores, mentalidad, estilo de vida, prejuicios, actitudes, preferencias, deseos, como sacerdotes diocesanos. Nombramos las muchas formas sutiles en las que hemos sido parte del problema. Compartimos nuestras realizaciones con los hermanos en nuestra fraternidad que podrían ayudarnos en nuestro crecimiento. Quizás, el regalo más hermoso que podríamos ofrecerle a nuestro mundo hoy es reconocer que hemos sido parte del problema. Con suerte, con corazones arrepentidos y transformados, nos convertimos en parte de la solución.

El Espíritu nos está llamando a ser una Iglesia en las periferias. Al pedirle al Espíritu el don del valor y la confianza, exploramos juntos las periferias de nuestra alma: las partes rechazadas, feas, despreciadas, profundas, ocultas y negadas de nosotros mismos que debemos reclamar, poseer, aceptar, abrazar y sanar . Aquí, necesitamos la intimidad de nuestra fraternidad para poder compartir nuestras heridas más profundas sin ser juzgados. Según sea necesario, podemos consultar a un profesional para nuestro continuo crecimiento y recuperación. Entonces, la próxima vez que vayamos a las periferias, seremos diferentes. Seremos más interiormente misioneros libres y felices. Lo triste es cuando vamos con nuestras heridas no curadas y seres irreales. Nos quedamos ciegos, necesitados, llenos de nosotros mismos y ni siquiera lo sabemos. Nos olvidamos de la agenda de Jesús y el Reino. ¿Cómo puede el ciego guiar a otro ciego? Estoy convencido de que el mejor regalo de misión que podemos dar al pueblo de Dios, especialmente a los pobres, es nuestra atención a nuestra continua transformación como discípulos misioneros de Jesús.

Hermanos, en Cebú, vimos cómo todos luchamos con el día del desierto y la revisión de la vida. Debemos tratar este hecho no como una conclusión, sino como un punto de partida. La conclusión es bastante obvia y debemos ser honestos al respecto. Significa mala calidad de nuestras reuniones, nuestras relaciones, nuestros ministerios e incluso nuestra oración. Esta es nuestra pobreza y nuestra falta de atención a lo esencial. Éste es también nuestro camino hacia la liberación y la integridad si lo deseamos. Necesitamos una firme determinación de comprometernos con un tiempo regular y de calidad de soledad en el desierto donde el Divino Terapeuta nos transforme y nos sane. Nuestra revisión de la vida no es un mero informe de nuestras vidas y ministerios, sin importar cuán honestos seamos. Más bien, es un lugar de encuentro con el Espíritu que nos permite ver nuestras vidas como Dios nos ve. Nuestro intercambio fraternal es un lugar real de reunión de corazón a corazón. En la regularidad de dicha reunión, crecemos juntos como hermanos del alma: más confiados, honestos, íntimos, sinceros, menos críticos, pretenciosos y defensivos, más preocupados y comprometidos con el crecimiento continuo de cada uno como amados discípulos de Jesús en Nazaret inspirados en el Hermano Carlos Este testimonio de fraternidad es para mí una buena campaña vocacional.

Ven, oh Espíritu Santo, ven.

Permitidme hablar un poco sobre la próxima fiesta de Pentecostés. Los Hechos de los Apóstoles registran: “Cuando se cumplió el tiempo de Pentecostés, estaban todos juntos en un solo lugar. Y de repente vino del cielo un ruido como un fuerte viento, que llenó toda la casa en la que estaban. Entonces les aparecieron lenguas de fuego, que se separaron y se posaron sobre cada una de ellos. Y todos se llenaron del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, ya que el Espíritu les permitió proclamar “(Hechos 2, 1-4)

Con el debido respeto a nuestros expertos bíblicos, especialmente a Emmanuel Asi, os invito a meditar conmigo este texto. Parece que el lugar favorito del Espíritu Santo es cuando las personas se reúnen como una comunidad intencional de amigos, hermanos ((incluidas las hermanas) creyentes en Cristo resucitado. En su núcleo, una comunidad, diferente de una multitud, es una resolución firme de cada miembro que trabaje incesantemente por lo que une más que por lo que se divide, teniendo en cuenta que todo es un regalo y que sólo hay un Dador. Aunque luchamos con las diferencias (recuérdalo, siempre es difícil) pero seguimos viniendo y cayendo en la Fuente que nos une. Cada vez que oramos: “Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra”, rezamos lo que Jesús, el Sumo Sacerdote, sueña con el mundo, “Padre, que todos sean uno como tú y yo soy uno “(Jn. 17, 21) El Espíritu Santo, el Dador de la Vida (como profesamos en el credo) anima, capacita, transforma y reúne a toda la creación para que se convierta en una imagen viva de unidad en la Trinidad como en el principio. Toda la tierra, no sólo el mundo humano, como lo llama el Papa Francisco con cariño, se convierte en nuestro hogar común donde la vida en todas sus formas es venerada como sagrada y como un regalo. Cuando Pablo enseña a la comunidad de Filipos “a poner todas las cosas bajo Cristo” (2, 10), Cristo es el punto de referencia universal de todo y no sólo para los cristianos. Para ser hombres y mujeres del Espíritu, entonces hay que trabajar siempre por lo que incluye en lugar de lo que excluye, por el diálogo, por la fraternidad universal con todo lo que es.

El nombre de Jesús para el Espíritu es el Abogado. Jesús prometió al Defensor que nos enseñará todo lo que necesitamos saber. En términos legales, el defensor significa un abogado defensor. El Espíritu es nuestra defensa contra el espíritu del maligno que opera en nuestro mundo actual, ya sea en estructuras políticas y económicas, en relaciones interpersonales, familiares o comunitarias, incluso en las subculturas dentro de la Iglesia y la religión. Es muy astuto y engañoso, siempre disfrazado de bueno e incluso como licencia para hacer el mal en nombre de Dios. El texto nos dice que la venida del Espíritu invisible toma la forma visible de lenguas de fuego que descansan sobre la cabeza de cada uno de los apóstoles reunidos. Oramos para que ese fuego descanse sobre cada uno de nosotros “para transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne” y para que podamos discernir muy bien dónde está el mal del bien. Que el fuego de la Verdad reavive nuestros corazones con una pasión por Jesús y el Reino. La otra imagen visible del Espíritu Santo es un viento fuerte que llena todo el lugar de los reunidos. Oramos por ese fuerte viento para derribar y transformar corazones e instituciones endurecidas por la indiferencia, la violencia, el odio, el resentimiento, la exclusión que sólo fragmenta la creación de Dios. Que el Espíritu que es un Viento fuerte amplíe los espacios de cada corazón humano para incluir a los pobres, los marginados y los extraños en la familia de los hijos amados de Dios. Que nuestras fraternidades sean escuelas del Espíritu para que nos convirtamos en discípulos apasionados pero amables de Jesús en Nazaret en nuestro mundo violento y fragmentado, inspirado por el hermano Carlos.

Hermano Carlos, el hermano universal

Finalmente, una nota sobre el hermano Carlos. A principios de este año, la pequeña hermana Kathleen de Jesús publicó un libro con el mismo título. Contiene los temas principales y me encanta cómo está escrito. Muchas gracias, Kathleen. Como ya sabéis, el hermano Carlos, su vida, su mensaje, sus intuiciones, debe ocupar un espacio significativo en nuestra formación permanente como sacerdotes diocesanos. Es lo que nos califica. Cuanto más lo conocemos, más conocemos a Jesús, su Amado. El hermano Carlos no es sólo un icono para ser venerado. Él es una llamada viva, una persona tangible en nuestro profundo anhelo de seguir a Jesús.

En la llamada a ser hermano universal, el hermanito Antoine Chatelard señala: “Se trata primero de ser hermano, antes que pensar en ser universal”. En la vida del hermano Carlos, la intuición de ser un hermano universal ocurrió por primera vez en octubre de 1901, como narra la Hermana Kathleen, cuando el Hermano Carlos se estableció en Beni Abbès. Gracias a la generosidad de su prima Marie, pudo comprar un terreno estratégicamente ubicado a medio camino entre las aldeas locales amuralladas y la guarnición francesa. Construyó, con la ayuda del ejército francés, un pequeño monasterio delimitado por líneas de grandes piedras. Y ésta es la clave. “Él mismo rara vez iría más allá, pero cualquiera podría entrar. Deseaba ser un hermano universal en un contexto de conflicto que involucra a muchas partes opuestas. (P.16). ¡Ese fue un momento de visión! La llamada a ser hermano universal es, ante todo, la llamada a ser hermano. En el Hermano Carlos, ser hermano es permanecer en el medio, (no negro o blanco, sino gris) en el medio (no es lo mismo que estar en el centro) de muchas partes opuestas. Un hermano está inmerso, enraizado, justo en medio de la realidad con todas sus paradojas, tensiones y puntos de cruce complejos, y nunca abandona su postura. Si se pone en la mitad, se vuelve particular. Al abrazar a uno, excluye al otro. Él no es un cuidador de cercas que no tiene una posición concreta en ningún tema socio-político-económico-cultural o incluso de la Iglesia. Por el contrario, se basa en lo que está sucediendo y se encuentra en medio de todo. Cuando opta por los pobres y los marginados, incluye a los ricos. Precisamente, sólo en medio de las cosas puede abrazar todas las cosas como hermano universal. Y es sólo entonces, con esta visión evolutiva que el hermano Carlos comenzó a llamar a su casa no una ermita (viviendo bajo una regla monástica de vida monástica) sino una fraternidad a la que cualquiera puede venir y es bienvenido.

Pintó en el techo de su fraternidad la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, con los brazos abiertos para quien venga. Su cercanía con el Sagrado Corazón de Jesús lo lleva a imitar a Jesús Caritas, el Hermano Universal, por excelencia, de quien sólo es un humilde testigo que señala a Jesús.

Hermanos, muchas gracias por vuestra paciencia generosa al leer mi carta bastante larga. Sigo teniendo a vosotros, a vuestras fraternidades y a vuestras diócesis en mi oración, país por país. Por favor, ora por mí, también tu hermanito-hermano.

Con mi abrazo fraterno en Jesús Caritas,

Eric Lozada

 

 

 

PDF: Carta de Eric mayo 2019, español

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO: La buena política está al servicio de la paz

PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
52 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2019

1. “Paz a esta casa”

Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).

Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana[1]. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.

Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.

2. El desafío de una buena política

La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy[2]; es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad»[3].

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.

3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz

El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana»[4]. Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.

A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:

Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.
Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.
Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.
Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.
Bienaventurado el político que realiza la unidad.
Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.
Bienaventurado el político que sabe escuchar.
Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].

Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.

4. Los vicios de la política

En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella. Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro

Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro. En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo»[6].

Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.

Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado. Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.

6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo

Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia. El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

7. Un gran proyecto de paz

Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos»[7].

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;
— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre…; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;
— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).

Vaticano, 8 de diciembre de 2018

Francisco


[1] Cf. Lc 2,14: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».
[2] Cf. Le Porche du mystère de la deuxième vertu, París 1986.
[3] Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 46.
[4] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 7.
[5] Cf. Discurso en la exposición-congreso “Civitas” de Padua: “30giorni” (2002), 5.
[6] Benedicto XVI, Discurso a las Autoridades de Benín (Cotonou, 19 noviembre 2011).
[7] Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963), 44.

© Copyright – Libreria Editrice Vaticana


PDF: PF 1_1_2019 es