SER FELICES COMO SACERDOTES. Cardenal Lazzaro YOU HUENG-SIK

Queridísimos hermanos sacerdotes:

Ante todo un GRACIAS por vuestra presencia aquí, pero mucho más por vuestro servicio al Pueblo de Dios, vuestra entrega al pueblo que os está encomendado, día tras día y especialmente en la reciente pandemia que ha sido para nosotros, ministros de Dios, un tiempo que nos ha puesto a dura prueba a todos.

Estoy feliz de poderme encontrar hoy con vosotros y tener esta oportunidad de mirar junto a vosotros a mi vida y a nuestra vida. Os hablo con el corazón abierto, sin formalidades, y por lo tanto comienzo por contaros en primer lugar algo sobre mí y también después de eso, de vez en cuando compartiré con vosotros algo sobre mi vida.

Una opción que debe ser renovada siempre

Cuando el Papa Francisco me dijo en abril de 2021 que quería llamarme a Roma para hacerme Prefecto del Dicasterio para el Clero, me llevé un susto. Nunca habría imaginado trabajar un día en el Vaticano, lejos de mi tierra y lejos de mi gente. En Corea yo era un obispo feliz, comprometido junto con mi diócesis en un camino prometedor tras las huellas de nuestros mártires. El Papa Francisco había venido a nosotros en la diócesis para la Jornada de la Juventud Asiática y habían surgido iniciativas interesantes. También habíamos realizado un Sínodo diocesano que acercó a sacerdotes y laicos, y yo estaba construyendo una nueva Curia diocesana.

Y llegó esta llamada, esta petición del Papa. Le dije: «Pero yo soy un campesino, hijo de campesinos». El Papa no se dejó impresionar por eso.


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Audiencia General 18 octubre 2023. Catequesis

Catequesis. La pasión por la evangelización: el zelo apostólico del creyente. 23. San Carlos de Foucauld, corazón palpitante de caridad en la vida oculta.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Proseguimos nuestro encuentro con algunos cristianos testigos, ricos de celo en el anuncio del Evangelio. El celo apostólico, el celo por el anuncio: nosotros estamos repasando algunos
cristianos que han sido ejemplo de este celo apostólico. Hoy quisiera hablaros de un hombre que ha hecho de Jesús y de los hermanos más pobres la pasión de su vida. Me refiero a san Carlos de Foucauld el cual, «desde su intensa experiencia de Dios, hizo un camino de transformación hasta sentirse hermano de todos» (Cart. enc. Fratelli tutti, 286).

¿Y cuál ha sido el “secreto” de Carlos de Foucauld, de su vida? Él, después de haber vivido una juventud alejada de Dios, sin creer en nada si no en la búsqueda desordenada del placer, lo confía a un amigo no creyente, al que, después de haberse convertido acogiendo la gracia del perdón de Dios en la Confesión, revela la razón de su vivir. Escribe: «He perdido mi corazón por Jesús de Nazaret»[1][]. El hermano Carlos nos recuerda así que el primer paso para evangelizar es tener a Jesús dentro del corazón, es “perder la cabeza” por Él. Si esto no sucede, difícilmente logramos mostrarlo con la vida. Más bien corremos el riesgo de hablar de nosotros mismos, de nuestro grupo de pertenencia, de una moral o, peor todavía, de un conjunto de reglas, pero no de Jesús, de su amor, de su misericordia. Esto yo lo veo en algún movimiento nuevo que está surgiendo: hablan de su visión de la humanidad, hablan de su espiritualidad y ellos se sienten un camino nuevo… ¿Pero por qué no habláis de Jesús? Hablan de muchas cosas, de organización, de caminos espirituales, pero no saben hablar de Jesús. Creo que hoy sería bonito que cada uno de nosotros se pregunte: Yo, ¿tengo a Jesús en el centro del corazón? ¿He perdido un poco la cabeza por Jesús?


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