Por qué Carlos de FOUCAULD se sintió atraído por el Islam. Xavier GUFFLET

Entrevista con Sophie de VILLENEUVE
La CroixAntes de su conversión al cristianismo, Carlos de Foucauld quedó impresionado por la ferviente fe de los musulmanes y su sentido de la hospitalidad. El hermano Xavier Gufflet, pequeño hermano del Evangelio, explica qué atrajo al «hermano universal» al mundo musulmán, donde se integró.

Durante un viaje a Marruecos en 1885, Carlos de FOUCAULD fue seducido por el islam. Como muchos religiosos después de él, admiraba la fe de los musulmanes. ¿Hoy se dejaría seducir por el islam y por los musulmanes?


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La conversión en Carlos de FOUCAULD

DESPUÉS de un año de exploración, Foucauld se encuentra de nuevo en territorio francés el 23 de mayo de 1884. Se queda en Argel. Después de la tensión nerviosa de esos últimos doce meses, se entregó a toda clase de locas diversiones, que luego se reprochará a sí mismo. ¡No es un converso el que regresa de Marruecos! A principios del mes de junio, regresa repentinamente a París, para presentar un primer relato de sus viajes al presidente de la Sociedad Geográfica. Luego fue a Tuquet, en la Gironda cerca de Burdeos, a ver a su tía Moitessier, quien lo recibió como a un hijo pródigo, con severidad pero con amabilidad. En cuanto a las hijas de su tía, sus primas, no eran más que la bondad misma. Después de estos cuatro años de ausencia, redescubre a su familia.


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La segunda llamada. René VOILLAUME

Isla de Saint-Gildas, 17 de marzo de 1957

Aprovecho algunos días de calma en la isla Saint-Gildas para escribiros con alguna extensión antes de Pascua, a fin de comunicaros cierto número de observaciones que se fueron
presentando a mi atención durante estos últimos meses. Se trata de nuestra fidelidad al Señor y a su llamada, tanto en cosas de importancia como en las que no la tienen, tanto en medio del camino ya recorrido dentro de la vida religiosa, como en sus comienzos.

El peligro de la duración, para nosotros, como para toda empresa humana, está en un cierto desgaste del ideal perseguido y del esfuerzo producido para realizarlo, desgaste que nos llevaría a resignarnos frente a una mediocridad dentro de la santidad. Junto con el tiempo y la madurez de los años viene la tentación de un compromiso ante las exigencias sobrenaturales del amor al Señor y las de nuestra personalidad de nombres adultos. Cada año es testigo de la llegada de un mayor número de entre nosotros a esta etapa decisiva de la vida espiritual, etapa en la que debe efectuarse una vez más la elección entre Jesús y el mundo, entro la heroicidad de la caridad y la mediocridad, entre la cruz y un cierto bienestar, entre la santidad y una honrada fidelidad al compromiso religioso. Es a esta misma madurez a la que llega también la comunidad de las Fraternidades. ¿Soy yo el único que sintió este peligro de desabrimiento, y esta angustia ante la grandeza de la obra que Jesús quisiera llevar a cabo a través de sus Hermanitos, al comprobar lo que realmente hacemos respecto a las exigencias de su llamada para seguirle a través del mundo? Me dirijo hoy a los antiguos hermanos profesos más bien que a los novicios o jóvenes profesos, aunque para estos últimos sea también una ganancia examinar con realismo y valor lo que serán para ellos, en un futuro próximo, las exigencias de su vida religiosa. Aprender a franquear generosamente las etapas sucesivas del crecimiento de Cristo en nosotros es tan importante como haber empezado bien, abandonándolo todo para seguir a Jesús, en el momento de la primera llamada que nos condujo hasta e1 noviciado. Esta perseverancia es esencial, ya que de nada sirve empezar si no se llega hasta el final. El Hermano Carlos de Jesús siguió siendo fiel durante toda su vida a este lema familiar que tan caro le era: “Cuando sale uno para hacer algo, no debe regresar sin haberlo hecho.” El todo no consiste en dejar la barca y las redes para seguir a Jesús durante algún tiempo, sino más bien en ir hasta el Calvario, recibir su lección y su fruto, y marchar con la ayuda del Espíritu Santo hasta el cabo de una vida que debe consumarse dentro de la perfección de la caridad divina.


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Carlos de FOUCAULD frente a los tuareg. Dominique CASAJUS

Estamos a finales de enero de 1962. En la meseta de Asekrem, un alto funcionario francés visita por última vez el gourbi donde vivió y trabajó Charles de Foucauld con su informante Ba-Hammou a finales de 1911. Cinco meses antes, De Gaulle anunciaba que renunciaba a todas las pretensiones sobre el Sáhara, eliminando así uno de los principales obstáculos con los que habían tropezado los plenipotenciarios de Lugrin y Evian en junio y julio de 1961. Luego se reanudaron las negociaciones y desde diciembre entraron en una fase que todos saben que es definitiva. La inevitable independencia de Argelia, incluido el Sáhara, ahora es solo cuestión de meses. Mientras contempla el Hoggar a sus pies, «un paisaje lunar […] pero que se ha vuelto, a fuerza de alma, tan extrañamente francés».


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Carlos de FOUCAULD, testigo de la fraternidad. Margarita SALDAÑA

Canonizado el pasado 15 de mayo de 2022se ha convertido en testigo para Carlos de FOUCAULD a la Iglesia universal.

Esta decisión del papa Francisco revela hasta qué punto encuentra el pontífice un vínculo estrecho entre el mundo contemporáneo y un personaje que, a primera vista, podría parecer muy alejado de nosotros, tanto en el tiempo como en la sensibilidad. Conviene salir de las impresiones iniciales para rastrear el fondo de esta afinidad profunda que hace de Carlos de Foucauld un santo para nuestros días.


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Henri LAPERRINE, amigo de Carlos de FOUCAULD

Henri Laperrine d’Hautpoul nació el 29 de septiembre de 1860 en Castelnaudary. Su padre, Alphonse, era recaudador de impuestos y ex oficial en África, casado con Pauline Salaman. Era el sexto de una familia de ocho hijos. Estudió en el colegio de Sorèze (Tarn), fue a Saint-Cyr como becario. Luego está la Escuela de Saumur.En 1881, una petición suya, fue destinada al 4º Chasseurs d’Afrique. Fue entonces su primera baroud contra las bandas de Bou-Amama en el sur de Orán. Durante esta campaña conoce por primera vez a Charles de Foucauld.


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