Con ocasión del Centenario de la muerte del Bienaventurado Charles de Foucauld,

Su Santidad el Papa Francisco se une gustosamente a la acción de gracias de los responsables y de los miembros de los grupos que se inspiran en su espiritualidad. El Santo Padre desea que siguiendo la intuición del Bienaventurado, el espíritu de Nazaret pueda iluminar la vida y las relaciones cotidianas y ordinarias de numerosas personas. Que el ejemplo de aquel , que siguiendo a Jesús ha querido ser “Hermano Universal”, abierto  a acoger a todos, ayude a descubrir, en el respeto a la tradición religiosa de cada uno, la importancia de la proximidad  con los mas pobres y los mas abandonados para crecer en humanidad. “Todo cristiano debe mirar a todo ser humano como a un querido hermano” escribió. En efecto , para él es amando a los otros que se aprende a amar a Dios. “El amor a Dios, el amor a los hombres, es toda mi vida, así lo espero” (24 de abril de 1890). Que el testimonio del Hermano Charles de Jesús de una vida humilde y discreta, totalmente entregada al servicio del prójimo, anime a los jóvenes a discernir la llamada del Señor y a atenderla con alegría abandonándolo todo para seguirlo, libres del deseo de riqueza y de poder! Confiando a su intercesión en el Año del Jubileo de la Misericordia , la paz y la reconciliación entre los pueblos, el Santo Padre envía de todo corazón la Bendición Apostólica a todas las personas que viven de su espiritualidad así como a aquellas que se benefician de su irradiación.

Ciudad del Vaticano, 22 de junio de 2016.

Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado de Su Santidad

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Jacques GAILLOT, Felices los misericordiosos

Si me pidieran dibujar la misericordia, ¿cómo lo haría? Una persona va hacia mí con los brazos levantados, con un rostro lleno de bondad y ojos que hablan de la ternura de su corazón.

La misericordia manifiesta el exceso, la desmesura, la sobreabundancia, la gratuidad.. Va más allá de nuestras miserias.

No es de extrañar que estamos sorprendidos y desconcertados.

Fuera de la lógica del dar y recibir, supera la estricta justicia, no espera nada a cambio.

La misericordia es la firma de Jesús: un don que excede toda justicia.

En el Evangelio, ¡sólo las mujeres muestran pruebas de sobreabundancia!

“Las quiero tanto que las encuentro bellas”

Hace tiempo fui invitado a visitar una casa para personas con grandes discapacidades. Una casa que se encontraba a las afueras de una población, Quien me acompañó por la diferentes salas era un sacerdote. Trabajaba habitualmente de noche, pero él tenía que estar para poder hacer yo la visita.

20160810_01Pasé al lado de cuerpos desarticulados, de caras deshechas que parecían cubiertas de máscaras de fealdad. Sus gritos se me hacían insoportables

Estaba preocupado y molesto. Quien me acompañaba se dio cuenta de mi malestar, me miró y me dijo esto tan extraordinario que aún no he olvidado:

“¡Las quiero tanto que las encuentro bellas!”

Esto me traspasó el corazón. Un camino se abría delante de mí para hacerme descubrir mis miedos y mis debilidades.

Comprendí que amar no es hacer cosas por alguien, es descubrir que eso es bello. La felicidad, ¿no es saberse bello ante la mirada de los demás?

Este sacerdote tenía un corazón de “carne” y no un corazón de “piedra”. No tenía muros de miedo para protegerse de los demás. Era libre de ir hacia ellos y quererlos. Podía comprender a cada persona discapacitada: “¡Tú eres importante! Te quiero . Con tus heridas y con tus fragilidades, tú puedes ser grande y ser tú mismo”.

“No puedo perdonar”.

Una tarde, una mujer que apenas conocía, me pidió con insistencia ir a ver a una gran amiga suya a punto de morir en la Salpêtrière, el gran hospital parisino: sufría la enfermedad de Charcot.

Me resistía: ir a ver al hospital a una mujer que no conocía y que estaba para morirse; era difícil. ¿Por qué? Pero la mujer del teléfono no hacía caso de mi resistencia.

“Se lo ruego, venga aquí”.

Lo dejé todo y fui al hospital, con pies de plomo y de mala gana: no conocía nada de esta enferma que iba a morir, ni siquiera su nombre. ¿Estaba casada? ¿Era cristiana? Y si había dos enfermas en la habitación, ¿cuál era?

20160810_02Llamando a la puerta de la habitación dejé de preguntarme cosas y me confié al Espíritu Santo.

Vi una sonrisa enorme en esta mujer con la enfermedad de Charcot. El hombre al pie de su cama era su marido. Se fue precipitadamente.

Me encontré solo con esta mujer que estaba muy delgada y no podía hablar. Escribía en una pequeña pizarra sin vacilar y me mostró la pizarra. Su escritura me gustó.

  • “Gracias por estar aquí. ¿Puedo preguntarle unas cosas?”
  • “Sí, si no son demasiado difíciles”.

Ella se puso a reír. Su pregunta me sorprendió:

  • “¿Qué va a suceder cuando llegue al más allá?”
  • “Lo verá cuando esté allí, Lo importante es lo que ocurre ahora”

Mi respuesta la hizo reír de buena gana. Todo fue bien entre nosotros.

“Yo pienso como usted”

Después vino la pregunta esencial:

  • “No llego a perdonar a los que me han hecho mal. Me gustaría morir en paz. Guardo un peso en mi corazón”
  • “No es fácil perdonar. A pesar de nuestros esfuerzos no llegamos a ello. Pidamos los dos a nuestro Padre del cielo poder perdonar a los que nos han hecho daño”.

Tomé su mano y recité despacio la oración de Jesús. Noté que se unía con todo su corazón a esta plegaria.

La bendije. La besé en la frente y salí.

20160810_03Una tarde he recibí un sms en mi teléfono:

“He perdonado. Mi corazón está en paz. Gracias a Dios. Gracias a usted por este encuentro lleno de luz”

Al día siguiente por la mañana, un nuevo sms:

“Mi corazón tiene una gran paz. Estoy dispuesta a irme cuando el Señor quiera. Gracias otra vez por ese encuentro de paz y de luz”.

Murió poco después.

La misericordia no se fabrica; se recibe.

El don de Dios no se compra, no se vende, no devuelve la llamada.

Dar gratuitamente sin esperar nada, sin que nadie pierda la esperanza.

Arriesgarse a amar hasta el final.

« La misericordia es el mejor camino para entrar en el Reino de Dios » (Papa Francisco)

“Felices los misericordiosos porque ellos obtendrán misericordia” Mt 5,7

20160810_04Jacques GAILLOT,
Obispo de Partenia,
Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas

París, 20 de julio de 2016
(Texto de Jacques GAILLOT en exclusiva para iesuscaritas.org)

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Javier PINTO, Chile, Ficha 4 del Jubileo de la Misericordia

La palabra “miseri-cordia” pone de manifiesto la capacidad del corazón de dejarse impactar por la miseria que golpea la vida del ser humano. Son muchas las formas a través de las cuales se expresa esta miseria, poniendo en evidencia no solo la vulnerabilidad humana, sino también la acción destructiva del pecado personal y social. Buscar el rostro misericordioso de Dios implica reconocer que somos parte de esta realidad de fragilidad, pero queremos comprometernos a transformarla, recordando que estamos llamados/as a una vida de dignidad, bondad, libertad y plenitud. El año jubilar, año de perdón y de liberación, es un tiempo privilegiado para redescubrir esta vocación.

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Javier PINTO, Chile. Ficha 3 del Jubileo de la Misericordia.

Quizás algunos de nosotros hemos vivido la experiencia de una peregrinación y sabemos lo que ello exige de nuestra parte: disponibilidad, preparación, esfuerzo, sacrificio. Partir en peregrinación implica abandonar por un momento las comodidades cotidianas, para lanzarse a la aventura de lo incierto. Peregrinar invita a despojarse de lo superficial para centrarse en aquello que es fundamental. El Año de la misericordia puede ser también ese tiempo oportuno para redescubrir el llamado a hacernos peregrinos. Como un hijo que se pone en marcha al encuentro del Padre bondadoso (Lc 15,18).

¿Qué hacer? ¿Dónde ir? La Puerta de la Misericordia presente en nuestra zona y los lugares significativos para nuestra fe (santuarios, lugares de oración, de solidaridad, de memoria etc.) son espacios que nos invitan desde ya a ponernos en movimiento. Los primeros pasos de un camino que ha de llevarnos también al encuentro del Señor en la experiencia del perdón y en el rostro de los pobres.

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Javier PINTO, Chile, Ficha 2 del Jubileo de la Misericordia

La proclamación de un año jubilar es, ante todo, una invitación a volver la mirada a Dios y su proyecto de Vida Buena. Un llamado a recordar las grandes cosas que Él ha hecho en lo concreto de nuestra historia y celebrarlas, siendo testigos de dicha acción en la realidad que nos toca vivir. Es por ello que este tiempo de jubileo se vuelve una ocasión privilegiada para alegrarse y festejar, impulsándonos a transformar nuestras propias vidas en una fiesta para los demás.La proclamación de un año jubilar es, ante todo, una invitación a volver la mirada a Dios y su proyecto de Vida Buena. Un llamado a recordar las grandes cosas que Él ha hecho en lo concreto de nuestra historia y celebrarlas, siendo testigos de dicha acción en la realidad que nos toca vivir. Es por ello que este tiempo de jubileo se vuelve una ocasión privilegiada para alegrarse y festejar, impulsándonos a transformar nuestras propias vidas en una fiesta para los demás.

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Javier PINTO, Chile, Ficha 1 del Jubileo de la Misericordia

La celebración de la Resurrección nos pone en ambiente de gozo y nos anima a transformarnos en testigos de la Vida Buena que Dios propone a la humanidad. Una de las expresiones de este desafío, es el llamado a hacer presente el rostro bondadoso de Dios en nuestra propia vida y en la de quienes nos rodean. Esta es la invitación que nos hacía el Papa Francisco en diciembre recién pasado, motivándonos a vivir este año con la mirada puesta, de manera particular, en los rasgos misericordiosos de Dios. Con la apertura de la Puerta Santa se ha dado inicio a un momento nuevo. Un tiempo que acompañaremos en la reflexión comunitaria, para profundizar y fortalecer nuestra relación con ese Padre Bueno que Jesús nos vino a mostrar.

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