Horeb Ekumene, 374, noviembre 2024

Matteo Ricci, puente de diálogo entre el cristianismo y China

El jesuita y presidente de la Fundación Vaticana “Joseph Ratzinger-Benedicto XVI” intervino en la conferencia dedicada al hermano que contribuyó en el siglo XVII a la inculturación del Evangelio en el país asiático.


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Horeb Ekumene, n° 373, octubre 2024

Con la muerte, la opción de vida hecha por el hombre se hace definitiva su vida está delante del Juez. La opción que a lo largo de la vida ha ido tomando una forma concreta, puede tener diversas características. Puede haber personas que han destruido totalmente en ellas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor, personas en las cuales todo se ha hecho mentira, personas que han vivido para el odio y que en ellas mismas han pisoteado el amor. Es una terrible perspectiva pero ciertos personajes de nuestra historia dejan entrever, de manera espantosa, la existencia de perfiles de esta clase. En semejantes individuos ya no habría posible remedio para nada y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se
quiere indicar con la palabra «infierno».

Por otra parte, puede haber personas muy puras, que se han dejado penetrar enteramente por Dios y que, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas que ya desde ahora han dejado que su ser esté totalmente orientado a Dios y el mero hecho de ir hacia él es tan sólo el cumplimiento de lo que ya son.


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Horeb Ekumene n° 372

Cuando observamos que los años van deteriorando nuestra salud y que también nosotros nos vamos acercando al final de nuestros días, algo se rebela en nuestro interior. ¿Por qué hay que morir, si desde lo hondo de nuestro ser algo nos dice que estamos hechos para vivir? El recuerdo de que nuestra vida se va gastando día a día sin detenerse hace nacer en nosotros un sentimiento de impotencia y pena. La vida debería ser más hermosa para todos, más gozosa, más larga. En el fondo, todos anhelamos una vida feliz y eterna.

Siempre ha sentido el ser humano nostalgia de eternidad. Ahí están los poetas de todos los pueblos cantando la fugacidad de la vida, o los grandes artistas tratando de dejar una obra inmortal para la posteridad, o sencillamente los padres queriendo perpetuarse en sus hijos más queridos.

Aparentemente, hoy las cosas han cambiado. Los artistas afirman no pretender trabajar para la inmortalidad, sino solo para la época. La vida va cambiando de manera tan vertiginosa que a los padres les cuesta reconocerse en sus hijos. Sin embargo, la nostalgia de eternidad sigue viva, aunque tal vez se manifieste de manera más ingenua.


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Horeb Ekumene, 371, Discernimiento cristiano en la vida cotidiana

Discernir para el creyente es buscar la voluntad de Dios en cualquier situación de nuestra vida. Es querer que nuestras decisiones se ubiquen entre la palabra de Dios y el bien de nuestros hermanos. Es un don, un regalo, es gracia que hay que pedir siempre. Es un proceso constante de búsqueda y escucha. Es acercarse a escuchar la voz del agua viva que es, “Dios, lo más intimo de mi intimidad”. El discernimiento ha de ser una actitud constante en nuestra vida.

Nos decía el jesuita Toni Catalá en uno de sus cursos sobre el discernimiento, que los seguidores de Jesús vivimos en el ámbito del Espíritu, es decir en Él sentimos, nos movemos y existimos .Para nosotros Jesús es Aquel que se sintió realmente conmovido desde las entrañas de ese Dios Padre misericordioso y compasivo , que se implicó compasivamente en nuestras vidas aliviando el sufrimiento de la gente y anunciando la buena noticia de Dios. Nos dio su vida, la cedió porque es Amor hasta el final y nos dio su Espíritu para que podamos ubicarnos en la vida con ese espíritu que viene en auxilio de nuestra debilidad desde Ël y a su estilo.

El Espíritu ha estado presente desde el principio de la creación y está hoy en medio de nosotros. Sólo quien sigue las huellas del Espíritu puede discernir. Los frutos son: Ser profetas; Saborear los gustos de Dios.( Is 58); Generar orden y belleza; Preocuparse por la justicia y el derecho de los más necesitados; Señalar donde se encuentra Jesús hoy; Defenderlo y desclavarlo donde hoy está siendo crucificado y ser constructoras de comunidad y solidaridad.


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Horeb Ekumene, 370, Hiroshima: encuentro de religiones por la Paz

Del 9 al 11 de julio se celebró en Hiroshima el evento » AI Ethics for Peace «, con el objetivo de promover el desarrollo ético de la inteligencia artificial. El encuentro, organizado por la Pontificia Academia para la Vida y otras instituciones religiosas, reunió a líderes religiosos de todo el mundo para discutir cómo la tecnología puede fomentar la paz y la reconciliación entre
los pueblos . Uno de los puntos destacados será la firma del Rome Call , un documento que subraya la importancia de un enfoque multirreligioso en la ética de la IA.


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Horeb Ekumene 369, Francisco y los luteranos

El Papa recibió en audiencia a una delegación de la Federación Luterana Mundial. En su discurso, hizo referencia al próximo Jubileo y al aniversario del Concilio de Nicea: «Jesucristo es el corazón del ecumenismo». El recuerdo al teólogo ortodoxo Ioannis Zizioulas, fallecido en 2023.

La esperanza es el hilo que teje el discurso del Papa Francisco, dirigido esta mañana, 20 de junio, a la delegación de la Federación Luterana Mundial (FLM), recibida en audiencia en el Palacio Apostólico. Encabezaban el grupo el nuevo presidente, el obispo Henrik Stubkjær, elegido en 2023, y la secretaria general, la reverenda Anne Burghardt. Recientemente, del 13 al 18 de junio, la FLM celebró su Consejo en Chavannes, a las afueras de Ginebra (Suiza), sobre el tema «Abunden en la esperanza», tomado de un pasaje del apóstol Pablo (Rom 15,3).


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Horeb Ekumene, nº 368: Confianza en Dios y en el hombre

En el cristianismo (y en el judaísmo), la confianza básica de los niños es una metáfora de la relación del hombre con Dios. En el judaísmo y el cristianismo, la oración no es otra cosa que el cultivo del diálogo con Dios como acción de gracias, alabanza y también lamento o queja. La persona orante busca y encuentra repetidamente refugio en Dios, a quien invoca en tiempos de necesidad y en quien confía en las situaciones más adversas de la vida. En su discurso de clausura del Concilio Vaticano II, el 7 de diciembre de 1965, el Papa Pablo VI exhortó a la Iglesia a tener «confianza en el hombre». «Pablo VI decía también que hay que conocer a Dios «para conocer al hombre, al hombre verdadero, al hombre íntegro» y reconocer en él el rostro de Cristo (Mt 25,40). Y añadía: «para amar a Dios, hay que amar al hombre».


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Horeb Ekumene 367. La esperanza no defrauda.

«Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5). Bajo el signo de la esperanza el apóstol Pablo infundía aliento a la comunidad cristiana de Roma. La esperanza también constituye el mensaje central del próximo Jubileo, que según una antigua tradición el Papa convoca cada veinticinco años. Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo y en cuantos, no pudiendo venir a la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, lo celebrarán en las Iglesias particulares. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7.9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1).


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Horeb Ekumene, n°366

ALIENTO DE VIDA

Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato, muchos siglos anterior a Cristo: «El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra. Luego sopló en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un [ser] viviente».

Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una «nueva creación». Al enviar a sus discípulos, Jesús «sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar el aliento de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del Resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús podemos terminar viviendo en una Iglesia que se cierra a toda renovación: no está permitido soñar en grandes novedades; lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible; lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros; nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: «¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»? No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón. José Antonio Pagola.


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Horeb Ekumene, 364, Reverenciar la Vida

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder”. (Mateo 5:13-16)

En el crepúsculo de un día de septiembre de 1915, repentinamente Albert Schweitzer, premio novel de la paz 1952, se hizo la pregunta: ¿Quién soy yo? Y se respondió a la vez: yo soy vida, que quiere vivir, rodeado de otras vidas, que también desean vivir. Así acuñó la expresión reverenciar la vida, que tomó como fórmula de toda su filosofía. Reverencia que es más que respeto, surge de una profunda comprensión espiritual del mundo. Decía Schweitzer “Hasta que el ser humano no extienda su compasión a toda forma de vida, no llegará a encontrar la paz”. En la compasión Schweitzer encontró su misión trabajando a favor de toda criatura que pudiera sentirse necesitada. Por ello, el gran mérito de su vida fue su testimonio, no fue sólo un hombre de palabra sino de acción, capaz de llevar a la práctica sus ideas y mostrar coherencia en sus formas de vida.


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