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Archivos del Autor: Fraternidad Iesus Caritas
(Français) Pourquoi tant de souffrances au Burkina Faso. André Marie POUYA
(Français) En souvenir de Michel PINCHON. Jean-Louis RATTIER
(Português) O homem é bom e mau por natureza. José Inácio do VALE
Revista Horeb Ekumene, abril 2020
EN ESTE NÚMERO
3 – Admisión de la Comunidad Ecuménica Horeb Carlos de Foucauld en la Asociación Familia Carlos de Foucauld de España. Por Álvaro Ricas y José Luis Vázquez.
9 – El poder blando de las madres. Por Luca Attanasio.
14 – Los bienes materiales. Por José Luis Vázquez Borau.
22 – El problema de la ignorancia religiosa. Por Miguel Pastorino.
27 – La práctica religiosa en tiempos de pandemias. Por Youssef Nava.
31 – Contemplación y compromiso. Por Segundo Galilea.
41 – Reflexiones junto al Hermano Carlos. Por Álvaro Ricas Peces.
43 – Desde la ermita. Por Emili M. Boïls.
45 – Textos de Carlos de Foucauld.
47 – LIBROS, La tecnocracia.
Mariano de los pobres y excluidos. Nicolás VIEL
Marzo 24, 2020
Hace unos días hemos despedido la vida de Mariano Puga; cura del pueblo, obrero, misionero y defensor de los derechos humanos. Volver a las imágenes y a los testimonios de su pascua es conmovedor.
Su partida estuvo marcada por la emoción, la sencillez, la belleza y la alegría, como su vida misma. Esa vida que ha sido cobijo de tantos rostros y gestos llenos de humanidad y simpleza, como lo rostros de su comunidad de La Minga, de los pobladores de Cristo Liberador de Villa Francia o de las muchas comunidades que su andar acompañó.
El pueblo sencillo fue el gran protagonista de su pascua y está bien que haya sido así, porque sus opciones fundamentales han estado sostenidas por la vida y fragilidad de ese pueblo, que lo despidió masivamente. Incluso su propia experiencia de Dios estuvo muchas veces sostenida por la fe de la gente sencilla, por su capacidad de confianza y organización, por la fuerza histórica de aquellos que son el reverso de la historia.
La diversidad de personas, grupos y comunidades que fueron a despedirlo habla de la apertura de su vida y de la universalidad del último lugar. Pocas veces coinciden en un mismo lugar pobladores, profesionales, artistas, políticos, estudiantes, etc. Su vida y los múltiples gestos que acompañaron su partida, nos vuelve a recordar que la fe no tiene una dimensión social y política sino que es esencialmente social y política.
En medio de los arribismos e indiferencias de la sociedad chilena, la vida de Mariano devela que la verdadera felicidad y libertad están en vivir con lo esencial, y que la plenitud no está en el subir sino en el bajar. La profecía de su actuar se ha jugado en lo pequeño de todos los días, en la fidelidad cotidiana, “dime como vives un día cualquiera y te diré si tiene futuro tu sueño del mañana” (Casaldáliga y Vigil).
La vida y pascua de Mariano nos permite afirmar que lo fundamental se juega en lo pequeño, que los grandes sueños se verifican en lo más simple y que la auténtica belleza se esconde en las realidades más sencillas, tal como lo expresa su compañero de camino Esteban Gumucio ss.cc, quien vivió esta dimensión cotidiana de la vida y la fe con enorme profundidad. Así, en la Cantata a los Derechos Humanos expresa: “Me gustan las flores que florecen en todos los caminos, pequeñas flores sin destino. Me gustan las simples cosas de siempre, humildes canciones que empezaron y murieron. Me gustan los pequeños gestos humanos: el niño y la niña de la mano, el pan por la mañana y el sol que se cuela en mi ventana”.
¿A quién pertenece esta hermosa y luminosa vida? Mariano es de muchos y muchas, que “lo han parido” como ser humano y sacerdote. Ya lo expresó en su despedida Paulo Álvarez, uno de sus tantos compañeros de camino, con enorme belleza poética: “Mariano de los sencillos; Mariano de los excluidos; Mariano de los humillados, También fuiste silencio, oración y contemplación. Mariano acordeón y fiesta; Mariano chala itinerante, en casa de los Zaqueos y contadores, sentado entre centuriones”.
Mariano también es de la Iglesia, que lo formó como ser humano y sacerdote. Sabemos que la amó y cuestionó profundamente. Lo mencionó Juan Barraza en la homilía de la misa de despedida: “Ha creído en la Iglesia a pesar de la Iglesia” (Casaldáliga). Mariano amó y sufrió la Iglesia. Sin embargo, su despedida nos mostró que su vida traspasa las fronteras eclesiales.
Mariano es del pueblo. Y estar en el corazón del pueblo es estar en el corazón de Dios. Su camino por Cerro Navia, Pudahuel, La Legua, Chiloé y Villa Francia, entre otros lugares, son expresión de ese Dios que se abaja haciéndose hombre, pobre, trabajador, vecino, compañero y poblador por amor a su pueblo.
Mariano le pertenece a Chile entero, especialmente a los pobres y excluidos que masivamente salieron a las calles para expresarle su cariño y gratitud. Este pueblo herido y sin referentes encuentra en Mariano un motivo para continuar luchando, “hasta que la dignidad se haga costumbre”. En su memoria, ese pueblo marginado encuentra nuevas fuerzas para seguir abrazando sus sueños.
Los colores de las calles de ese domingo, el canto, la poesía, el arte popular también dejaron lugar para la pena. Y la pena que tenemos por su partida es la pena de Chile. Lloramos porque Mariano no ha podido ver el país de hermanos y hermanas que tanto soñó y por el que entregó su vida entera. Ya sin Mariano y solo con el amoroso recuerdo de su paso entre nosotros, habrá que continuar su utopía, que no es otra que la utopía de Cristo, esa que invita a dar la vida para que nazcan “poesías, cantos y tierra nueva”. Y como lo expresaba el mártir riojano Enrique Angelelli, asesinado por la denuncia de las violaciones a los derechos humanos en plena dictadura argentina, “hay que seguir andando no más”.
Mariano ha partido como vivió. Su vida nos reúne como país y como pueblo, su memoria nos abraza para que podamos volver a unirnos. Su abrazo eterno con el Padre es expresión de nuestro abrazo como pueblo, y como dice el poeta Raúl Zurita; “porque nos cegaron, nos rompieron, nos mataron, pero no vencieron nuestro abrazo, nuestro abrazo es invencible”. La pascua de Mariano grita desde la entraña de su pueblo “no nos robarán las esperanza”, “no nos robarán la capacidad de organizarnos”, no nos robarán la fuerza para seguir soñando utópicamente un nuevo Chile.
Descansa en paz, Mariano de los pobres y excluidos.
Nicolás Viel ss.cc
Abogado. Sacerdote Sagrados Corazones
(Deutsch) Stimme der Stimmlosen – Nachruf auf Mariano PUGA
Homilía en la Pascua de Mariano PUGA. Juan BARRAZA
Queridos hermanos y queridas hermanas:
Los saludo a todos y todas en estos momentos en que nos encontramos en este templo para despedir a nuestro querido hermano Mariano, con emoción, con pena, pero también con esperanza en Jesús resucitado. Mariano ha partido, pero su memoria permanecerá para siempre en el corazón del pueblo chileno.
Antes que nada, deseo presentarme. Mi nombre es Juan Barraza, párroco de Caldera en Copiapó, y estoy aquí, con humildad, para celebrar con ustedes esta Cena del Señor siguiendo las huellas de quien fuera maestro de una liturgia con base científica, histórica e inculturada. Viví 10 años con Mariano en los ochenta, en la comunidad San Romero de la población Digna Rosa de la comuna de Cerro Navia. Soy de origen popular y en esa condición fui acogido por Mariano en la “nueva familia” que él constituyó con los pobres y postergados, sin renunciar a su propia familia biológica. Por el contrario, quiso siempre invitarlos a que imitarán el compromiso que él había hecho con el Señor Jesús. Continue Reading →
Carta de Eric. Nuestro hermano Mariano PUGA
16 de marzo 2020
“Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos,
Ya no miraré a los hombres entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi morada como tienda de pastores.
Como un tejedor enrollaba yo mi vida y me cortan la trama” (Is 38, 11-12)
“Existe una buena muerte. Somos responsables de la forma en que morimos. Tenemos que elegir entre aferrarnos a la vida de tal manera que la muerte se convierta en nada más que un fracaso, o dejar ir la vida en libertad para que podamos ser entregados a los demás como una fuente de esperanza «. (Henri Nouwen, La vida del amado).
Amados hermanos,
sintiendo profundamente tanto gratitud por el don como tristeza por la pérdida, les anuncio el paso de nuestro gran hermano, querido amigo e ícono viviente de nuestra fraternidad, MARIANO PUGA CONCHA de Santiago, Chile. El falleció el pasado 14 de marzo de 2020, a la edad de 88 años. Murió de cáncer linfático.
Permítanme hacer honor a la hermandad de alma que tuvimos con Mariano con las siguientes líneas. Mi primer encuentro con él fue en la Asamblea General de El Cairo en el año 2000. Antes de su elección como Responsable General, su presencia en la Asamblea fue como un virus que nos contaminaba con alegría y risas con su delicioso canto acompañado de acordeón. Poco sabía yo que esas canciones eran de los barrios bajos de Santiago; muy jovial y empoderado y nunca deprimido. Era como un trovador cantando con sus pulmones y corazón los sueños y aspiraciones de su gente de Santiago. Su espíritu impetuoso y su música llena de alegria me cautivaron.
Mi segundo encuentro fue en los Estados Unidos en 2002. El estaba visitando a la fraternidad de los Estados Unidos, mientras yo estaba en mi año sabático. El fallecido Howard Caulkins, otro querido amigo, me propuso que, si yo iba con él a la asamblea del país en Minnesota, él me llevaría a la Abadía Mepkin donde yo haría mi año sabático como huésped del monasterio. De hecho, viajamos juntos y ahí me encontré con Mariano de nuevo. Muy fácilmente nos reconectamos, alma con alma, en una forma profundamente personal e íntima. Yo estaba compartiendo con él mi crisis con la Iglesia, con mis demonios personales y con Dios y nunca me he sentido tan escuchado. El simplemente me abrazó firmemente como un hermano mayor confortando a un hermano más joven, con lágrimas en sus ojos, sintiendo mi dolor. Después me sonrió con estas sosegadas palabras, “todo estará bien”. Nos separamos con la promesa de tenernos uno al otro presente en la oración, yo para la Abadía y él para Tammanraset.
Mi encuentro más reciente con él fue el año pasado en Cebú durante la Asamblea General. A sus 88 años, viajar a través del globo, tuvo un alto precio para él. Fue hospitalizado dos veces y en ambas ocasiones yo estuve con él. Su sabiduría me llamaba a salir de la tumba de mis pretensiones y compartir testimonios personales. Fácilmente nos reconectamos, hermano a hermano, valorando cada una de nuestras historias, en la sala de emergencia (donde él estuvo 5 horas), después dentro de su habitación (la cual él vehementemente resistía porque quería estar en la sala común con la gente pobre), hasta muy tarde. Entonces, con una sonrisa en su rostro, me susurró, “la Asamblea ha terminado y yo podría ahora irme a casa”. Volví a casa esa noche, muy humillado pero muy enriquecido por este conmovedor intercambio, nuestra revisión de vida, la cual para Mariano está en el corazón de cualquier asamblea de hermanos.
Permítanme también compartir algunas líneas que Fernando Tapia me escribió acerca de Mariano: “Mariano fue un apasionado buscador de Dios y un enamorado de Jesús de Nazaret. Su encuentro con él a través de los pobres de un basural cambió su vida para siempre. El lo dejó todo y entró al Seminario. Aquí encontró a Carlos de Foucauld y siguió su espiritualidad hasta el final de su vida. Fue Padre Espiritual y formador en el Seminario de Santiago. Después se transformó en sacerdote obrero por más de 30 años, compartiendo la vida de los pobres. Siempre vivió entre ellos. Fue su pastor, su defensor durante el tiempo de la dictadura militar de Pinochet, sufriendo la prisión 7 veces. Promovió una Iglesia comprometida con los pobres. Predicó muchos retiros en Chile y fuera de Chile. Fue un hombre de oración, alegre, cercano a todos, amigo de creyentes y no creyentes, un misionero en las periferias de la sociedad chilena, siguiendo las huellas del Hermano Carlos. El Evangelio fue su guía, el cual él deseaba gritar con su propia vida”.
Mariano, hermano, amigo, muchísimas gracias. Gracias por tu loco testimonio de un Dios loco en Jesús de Nazaret. Comparto la gratitud y la pena de los pobres de Santiago, a quienes tú has tocado con tu testimonio. Que Jesús, el Buen Pastor, te reciba para siempre en tu nueva morada, ésa que El prepara para aquéllos que son fieles.
Hermanos, yo rezo con Mariano para que, en nuestras reuniones y asamblea, continuemos arriesgándonos a compartir unos con otros nuestra pobreza y vulnerabilidad. Es nuestra pobreza la que nos une, nos cualifica y nos libera como hermanos en fraternidad. Es también el trampolín para nuestra misión entre los pobres, como dijimos en Cebú. Sea también nuestra humilde pero firme resolución para compartir la vida misionera de Jesús de Nazaret con los pobres, siguiendo las huellas del Hermano Carlos.
Con mi abrazo fraterno,
Eric LOZADA
Mariano PUGA. Testimonio de Roberto GUZMÁN.
Mariano se está quedando… porque cuando una persona como él muere se queda definitivamente entre nosotros, en nuestros corazones y en nuestra historia… Mariano, como todos nosotros tiene muchos defectos, pero sus virtudes son tan poco comunes, que eclipsan por mucho todo lo que podría no gustarnos de él; destaca la fortaleza de su austeridad honesta y consecuente, además de la humildad de su bondadosa disposición, especialmente atenta a los más pobres y sufridos. Y agradecemos que su inteligencia no sea irónica… y que sepa cantar bien y tocar el acordeón.
Recuerdo que una noche mi tocayo cura Roberto Mosher, bajando por calle Los Baqueanos en Peñalolén, con las luces de Santiago a nuestros pies y rodeados de las voces del barrio me dijo: “–yo no sé si nosotros cuidamos al pueblo o son ellos quienes nos cuidan a nosotros”. Y yo creo que Mariano Puga ha sido un cura cuidado por el pueblo. El pueblo ha reconocido en este cuico de nacimiento a un hombre profunda y verdaderamente enamorado del camino de los pobres. La gente lo ha acompañado en todos los barrios donde ha estado, y él ha acompañado de cerca la vida y los caminos de todos los que ha visto en su vida, sin importarle en absoluto si fuera creyente o no. Tiene muy buena memoria su corazón ancho y generoso. Escuché hablar de Mariano Puga en 1979 y lo conocí en el invierno del 86, cuando Rufino me convidó a tomar once en La Penélope, la mediagua donde vivía Mariano en la población Digna Rosa. Moraban ahí también en ese tiempo Juan Barraza, el Ticho y dos o tres más. Eran los tiempos duros de la dictadura y comentaban de la represión en la zona. Mariano lideraba el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, del que hacía parte mi abuela Josefina. Me impresionó Mariano. Por la pobreza de su estilo y por las noticias que mi abuela me contaba de él en las acciones en la calle; cuando por ejemplo se puso de pie frente a un paco e indicándole la luma le dijo “–usted ha venido aquí para castigar al pueblo, pégueme pues, aquí estoy yo, pégueme”. Mi abuela me dijo que el paco le dio la espalda y se corrió.
Yo soy hijo de un cuico que se hizo marxista y del Mir, y sé que enamorarse del camino de los pobres y jugárselas por defenderlos frente a la injusta agresión de Don dinero, no es fácil ni gratis. Pero para Mariano el ideal no era una dinámica social sino una persona: Jesús de Nazaret y su Evangelio, cuando nos dice que Diosito (¡Dios mismo!… el Creador de la Creación!) estaba con los pobres. Hay que decir que en los años ‘60 y ’70 fueron muchos los curas y monjas que optaron claramente por los pobres y se unieron cómplices en amistad (don Enrique Alvear, Alfonso Baeza, don Fernando Ariztía, Roberto Bolton, Pablo Richard, Blanca Rengifo, Ronaldo Muñoz, Meche y Elena Chaín, Esteban Gumucio, Karoline Meyer, Pepe Aldunate, Anita Gossens, Ignacio Vergara…), Mariano nunca fue un solitario. A Mariano lo motivó mucho seguir a Jesús al estilo del francés Carlos de Foucauld, un vizconde que se hizo pobre y “hermano de todos” siguiendo a Jesús. Puga se hizo obrero con un equipo de pintores de edificios, trabajando todas las mañanas hasta el almuerzo para en la tarde atender las comunidades. Una vez, yendo a la casa de mi mamá en calle Lastarria escucho: “Robeeeertoooo…!!!” Era el Mariano desde arriba de un andamio, con su cucurucho de papel y lleno de pintura que me hacía gestos de saludos. Permanentemente él atento al entorno. En estos momentos agoniza en La Minga, su casa en Villa Francia, siempre rodeado de nombres.
Por el año ’90 ó ’91 alguien dijo: “Mariano Puga está presente en la conciencia de todos los curas de Chile”, y yo creo que es verdad y eso irrita a casi todos los monseñores y a muchos curas que atienden con horarios y ‘respetables condiciones’. Y esto le trajo costos. Mariano algunas veces me habló de Néstor Paz Zamora y me regaló su bitácora. Néstor Paz fue un exseminarista boliviano (hermano de Jaime que fue presidente de Bolivia), que se unió a la guerrilla dejando tras su muerte un mensaje de amor y lucha por un mundo mejor. Mariano anhela constantemente ser radical. Me visitó en 2013 en África, meses después del funeral de Pierre Dubois, en que tras una entrevista The Clinic le había titulado “Los obispos no cachan una”. Eso le trajo problemas con los aludidos (aunque ahora es patente –y refrendado por el Papa- que el cura tenía toda la razón) y Mariano andaba bajoneado. No le gusta andar enemistado con nadie. Aunque no tranza en los criterios del Evangelio, es amistoso aun con los/as que piensan diametralmente opuesto a él. Fue cadete en tiempos del teniente Augusto Pinochet en la Escuela Militar, pero dudo que le hubiera dado la comunión en una Misa después del golpe del ‘73. Estuvo preso en Villa Grimaldi y nos contó que un agente de la Dina se le acercó preguntándole: “–Padre, cómo lo puedo hacer para bautizar a mi hijo?”. Años después Mariano presidió la Liturgia con la que se abrió el Parque por la Paz en el mismo lugar que fuera el horroroso cuartel Terranova desde donde desapareció tanta gente. En este cura querido cualquiera de nosotros/as se puede encontrar acogido/a, muy especialmente en los dolores que se sufran. Es por eso que hay Mariano para muchos años en la memoria de este Chile que necesita a gritos consolar tantas heridas que la codicia deja cada día en nuestras poblaciones y que violentamente saca ojos tratando vanamente de esconder su pecado.
Roberto Guzmán
La Bandera, 9 de marzo de 2020