Se me aventura que 4.000-5.000 caracteres -contando los espacios en blanco- para hablar del amor a los pobres pueden ser pocos. Pero también demasiados. De momento, tonteando, ya llevo 220 si incluyo este punto y aparte.
Simone Weil, antes de que se redactaran, ya profetizó que los derechos humanos son una mierda pinchada en un palo. Evidentemente he versionado, porque ella lo dijo más delicadamente –aunque con la misma contundencia. Ella proponía declarar, definir, los deberes humanos. Porque, ¿de qué sirve detallar los derechos si no hay dónde reclamarlos? si su garantía queda ‘colgada en la nube’? Un brindis al sol. ¿De qué les sirven a Brahim, Leonor, Ramón, Ahmed, Claudia… y a tanta infinidad de seres humanos?
En realidad, lo que importa son los ‘deberes’. Es un deber humano que si yo tengo agua le dé al que no tiene, que si tengo dos capas le dé una al que no tiene –un iluminado ya lo dijo hace unos siglos.
¡Cuánta hipocresía detrás del fatalismo: pobres los ha habido y los habrá siempre! A Jesús le aplicaron la censura los mismos evangelistas –hipótesis no contrastada- cuando dijo porque siempre tendréis pobres con vosotros (Mt 26.11). Quizá la frase continuaba diciendo “mientras haya estúpidos engreídos, ególatras que funden su felicitad en el acaparar, acumular, proteger, o en la imbécil vanagloria del éxito…” Los evangelios citaban Dt 15.11. ¡Pero solo recogieron una parte! Porque el versículo completo dice: Pues nunca faltarán pobres en medio de la tierra; por eso yo te mando: abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra. Las negritas –cosecha propia- señalan un deber, no un derecho. Un versículo previo, Dt 15.4, ya decía: de esta manera no habrá pobres entre vosotros.
Los derechos humanos por desgracia son meros tranquilizantes, sedantes. Curas paliativas para mantener una condena a muerte. Para que mueran soñando que habrá un día en que todos al levantar la vista…
Cretino narcisismo subyace detrás del yo y los míos somos distintos. ¡Cuánta simpleza detrás del ellos se lo han buscado! ¡Cuánta ceguera detrás del no es para tanto o aquel se quejan de vicio! ¡Cuánto antifaz -de justificaciones razonadas- para no ver! ¡Cuánta coraza adherida como una segunda piel en aquello de cambiemos de tema que esta cantinela ya me la sé! ¡Cuánta banalidad en la cultura del todo irá bien, confiando que el tiempo todo lo cura!
2.384 caracteres y todavía no he atendido a lo que me ha pedido la redacción del Més a prop. Debo escribir sobre mi voluntariado en Arrels-Sant Ignasi de Lleida, como testimonio del apartado “el amor a los pobres”. Y no lo atiendo; porque en el fondo no quiero atenderlo. Tengo un problema de vocabulario: usuarios, voluntario, voluntariado, pobres, cooperantes… Este etiquetaje infinito -que reconozco que necesitamos para abreviar las conversaciones- acaba llevando a un reduccionismo, a una despersonalización perversa.
El amor a todo ser humano, a cualquier ser humano, cuando añade etiquetas no es amor. Es un fraude. El amor, el gratuito e incondicional, aquel que Jesús plasmó, no admite ninguna.
El amor universal –matiz que subraya Carlos de Foucauld- menos aún. Cualquier etiqueta resulta un oxímoron.
Aquí es donde –por honestidad– debo mencionar la mediación de Arrels-Sant Ignasi, que me ha permitido entrar en contacto con otros ‘hermanos en la humanidad’. Y probar de quererlos como personas. Y dejarme querer por ellos. Los círculos –a menudo concéntricos- de la familia, los amigos, los colegas, la comunidad de fe, han quedado atrás. Las distancias se han reducido lo suficiente. Las gafas de mirar de cerca que usaría para ver la letra pequeña, lo desenfocado, han dado paso a unas progresivas. No hay un cambio de graduación para tratar contigo, o contigo, o contigo… No hacen falta distintas monturas, distintas etiquetas, la graduación es única. Es el buen enfoque el que habilita adaptarse a cada realidad. Realidad única, siempre única.
Quizá, para salir de Jerusalén e ir a Jericó, al samaritano -para detenerse a amar- no le hicieron falta ninguno de estos 4.080 caracteres.
josep dalmases
PDF: Josep Dalmases-Al samaritano no le hicieron falta 4080 caracteres