La fraternidad nos hace posible vivir el concepto de hermano más allá del lugar de una familia. Hermano es ser más que amigo o compañero. En la vida religiosa se usa mucho la expresión “hermanos en Cristo”. Esto puede suponer un realidad o bien una forma educada de hablar. A mí me gusta más “hermanos como Jesús”. Somos una parte de él y él de nosotros.
En la fraternidad ser hermanos es también ser un apoyo en su misión, en su persona como trabajador, que me preocupe lo que hace, sus ilusiones, su salud, sus problemas, sus alegrías… No sólo somos hermanos para rezar juntos, o celebrar la eucaristía y darnos el abrazo de la paz. Somos hermanos cuando la vida se hace problema y cuando la vida fluye con sencillez, en lo pequeño, en Nazaret.
En la revisión de vida tenemos el espacio donde ponemos sobre la mesa el libro abierto de nuestro corazón. Es importante que el libro esté abierto, que se pueda leer, que no le falten páginas, aunque las páginas sean viejas, o arrugadas, o manchadas…
Ser hermano es ser también responsable de la alegría de los otros hermanos, en su vida, porque vivir la fraternidad en el encuentro mensual o en un retiro no es difícil. Lo que nos hace misioneros es seguir siendo hermano en cada día de nuestras vidas. Por eso mi misión es también la misión de mis hermanos, y mis dificultades son objeto de ayuda de los demás, y así recíprocamente.
La fraternidad no es sólo un grupo de compañeros sacerdotes, con una espiritualidad, la del hermano Carlos, que nos guía y nos da un estilo pastoral y celebrativo. Los hermanos en la fraternidad debemos tener la libertad para decirnos con claridad las cosas. Si no con una comunicación perfecta, sí con una palabra sincera, transparente, donde nos podamos escuchar los unos a los otros. Por eso la revisión de vida es el medio donde nosotros nos miramos en el espejo de los demás, donde nos quitamos lo pesado en nuestras vidas que nos paraliza algunas veces, o que nos provoca miedos o prejuicios. La revisión de vida es un espacio de armonía, donde los que miran son los ojos del corazón, como miraba Jesús.
Carlos de FOUCAULD nos enseñó en la complejidad de sus búsquedas, sus cambios, a encontrar la voluntad de Dios, que es lo que Dios quiere para el mundo, para la Iglesia, para nuestras fraternidades, para cada uno de nosotros. No es una receta médica o consuelo psicológico. Es saber escuchar a Dios en el silencio, poder vivir el estilo de Nazaret con las personas de nuestro entorno, sean religiosas o no, sean cristianas o de otras confesiones. Cuando nos ayudamos como hermanos a vivir esto, dejando la teoría a un lado, estamos ayudando al mundo a ser más feliz.
Tenemos muchos desafíos en nuestras vidas, como sacerdotes con muchas responsabilidades, y como misioneros. El Evangelio es el camino de cada día, y hay que luchar, como Jesús, con nuestras fuerzas, las que tenemos. El estilo de misión del hermano Carlos nos llama a responder a ese desafío. La sociedad nos exige ser eficaces y eficientes, y nos impone un ritmo que no nos hace bien. Nuestro espíritu, vida de oración, nuestro ser integral, se encuentra a veces herido, dañado. Los hermanos nos ayudan a curar las heridas, a transformarnos, a ser hombres nuevos.
En enero de 2019 celebraremos nuestra Asamblea General en Cebu, Filipinas, y este tema de la misión como sacerdotes diocesanos inspirados por el carisma de Carlos de FOUCAULD va a ser estudiado, tratado, con muchas llamadas a nuestras vidas personales y a las fraternidades del mundo. No lo dejemos para el último momento…
Ánimo y fuerza en el próximo Mes de Nazaret también en Filipinas. El Mes de Nazaret es el espacio y tiempo de un gran privilegio para vivir la fraternidad en toda su extensión, encontrando a los demás, a los hermanos, encontrando a Jesús, viviendo el desierto como el regalo de Dios que nos busca para darnos todo su amor y llamarnos hijos suyos.
Aurelio SANZ BAEZA, hermano responsable
Perín, Cartagena, Murcia, España, 10 junio 2018
PDF: Hermano es ser también responsable del otro. Open Hands, junio 2018